miércoles, 24 de septiembre de 2014

Al "mundo real"

Y sigue habiendo quien no cree en la magia aún sabiendo que existen los libros. Algunos incluso los han olido cuando el invierno arrecia, o han murmurado sus letras en voz queda, suplicando un cambio o un milagro. Pero las tapas caen como losas y regresan al llamado "mundo real". Delimitan la realidad, esa palabra tan fácil y tan imposible, ese concepto más subjetivo que la magia.
Hablemos con sus voces: Es de ingenuos e insensatos creer en el amor (la nueva criatura mítica del siglo XXI). También es necesaria la sonrisa indulgente ante tamaña estupidez infantil.
Sin embargo debemos creer en el repertorio de tópicos habituales: "el tiempo lo cura todo" (y una mierda), "somos autosuficientes, no debemos depender de nadie" (regla número uno de los manuales de autoayuda que te regalan con cualquier producto), o una de mis favoritas "sonríe siempre, llorar no sirve de nada" (construís una felicidad tan falsa que roza la tragedia desde mis ojos). No sé cuál es la mayor mentira de todas, pero junto con otros cientos de frases se han convertido en la religión de la vida moderna. Una religión cínica y a la vez verdaderamente ingenua.
Desde aquí lanzo un mensaje al "mundo real": quedaos con vuestro pragmatismo, vuestra racionalidad extrema y con toda la condescendencia que guardáis para mí y para todos aquellos que aún tenemos fe en una magia no sujeta a vuestras infalibles leyes, que puede nacer en cualquier lugar. Que puede salvarnos la puta vida en una madrugada, cuando estamos llorando porque nos consume una tristeza más bonita que todas vuestras preciosas sonrisas vacías que no esconden más que miedo a vivir de verdad.
Creo más en los libros que en toda la basura que observo a mi alrededor, y doy gracias cada maldito día por todo lo que me duele y lo que me hace reír fuerte. Si por mí fuera quemaría todos esos panfletos de "autoayuda" hasta que las cenizas adornaran cada mechón de mi pelo, y un brillo enfermizo de libertad se cosiera a mis pupilas.
Sé que muchos no entenderán nada de esto. Los que no me soportan imagino que sonreirán con sarcasmo. Espero regalaros alguna que otra carcajada con algo de sentido, porque os hace mucha falta.
Algún día el "mundo real" os explotará en el centro del alma. Y como solo sabéis llorar (o desgarraros de tristeza en silencio) en ocasiones especiales (quizá confundís las lágrimas con un vestido de noche), la melancolía real posiblemente os mate. Os deseo suerte.
Yo seguiré viendo hadas en los parques, seguiré ahogándome de miedo y deshaciéndome en rabia, pero querré tan fuerte y claro que el mundo real se ahorcará con mis palabras.
M.A.G.

jueves, 4 de septiembre de 2014

No, no hay título

Triste, como Radiohead cuando tiembla el invierno. O como los poemas cuando desciende la tinta sobre el papel, emborronando nuestros latidos y su lenta inercia azul.
No es un sentimiento, ni una llama a contraluz. Apenas se acerca a un parpadeo, y es tan sutil como las pestañas al respirar. Quizá no valga ni como palabra.
Es un estado extraño, de matices insoportables, de sobriedad enterrada bajo oleadas de rabia. Una adicción a algo que realmente no existe, a letras que solo se dibujan en el fondo de tu cabeza.
A veces escribo sobre cosas que sé que no entenderé en mi puta vida. Puede que ahí está la gracia, o la esencia de todo esto.
No busco el perdón ni me justifico. Solo me deshago.
La vida nos interroga indirectamente y luego se ríe ante nuestra ansiedad de hallar cualquier respuesta amable. Como si eso existiera. Como si el consuelo no fuera tan solo una ilusión momentánea fruto del miedo a la verdad. No hablo de asuntos trascendentales. Sería demasiado fácil ironizar sobre ello, y por eso prefiero hablar de lo terrenal. Duele más porque está más cerca. Suele pasar.
El final se parece mucho a huir cuando no hay más puertas que atravesar. La rendición anticipada frente al corazón. ¿Quién ganará? La herida que más sangra es quizá la que nos arrastra más fuerte, más dentro. La que nos engulle y nos hace suyos. Somos de nuestras cicatrices (y qué bonito).
Porque todo lo precioso se nos clava, y es ahí donde reside el único optimismo posible. Sacar flores de las tormentas, o aprender a extraer de la tristeza un universo extraño de lluvia cálida y seca.
No sabemos escribir, ni vivir, ni tan siquiera encontrar algo donde aferrarnos cuando explotemos y seamos miles de huecos de colores. Jodido olvido y jodida absolución.
Y sí, yo he olvidado. Y no, tampoco quiero solucionarlo. (Ese es el problema, grita una voz escondida en mis manos.)
Menos mal que soy un cúmulo de desastres infinitamente delicados.
M.A.G.