lunes, 29 de diciembre de 2014

Autopsia de un recuerdo. Próximamente en mi cabeza.

-Yo solo quería aprender a recordar sin que doliera-susurró, conteniendo el aliento al concluir.
Él inclinó la cabeza e intentó contener la carcajada.
-Siempre duele. La memoria es un compartimento más del corazón. Y suele estar roto.
Entonces ella dejó de mirar la ventana, mientras renunciaba a convertirse en otra gota más resbalando con la lluvia.
-Pues tendrás que explicarme qué utilidad tiene un compartimento que no funciona correctamente.
La extrañeza recorrió ambos rostros casi simultáneamente. Hablaban diferentes idiomas, estaban en mundos contrapuestos, que giraban a la vez en direcciones opuestas.
-Utilidad...-saboreó cada letra con una lentitud involuntaria pero certera- ¿Sabes una cosa? Las emociones no entienden de pragmatismo. Y qué puta mierda si lo hicieran-escupió en el suelo, dolido.
Ella suavizó su semblante y clavó la mirada en él, sorprendida y conmovida.
-Creo que tu tristeza sabe más de mí que yo misma. Siempre he pensado que las cosas rotas pueden arreglarse, y quizá por ello soy demasiado práctica, demasiado inútil para amar sin querer comprender. Ese es mi fallo, al igual que el tuyo es estar en ruinas y no querer repararte.
-A veces las ruinas son lo más hermoso de un lugar deshabitado-murmuró, cerrando los ojos-. Deberías saberlo, si aún eres incapaz de pensar en aquello sin recurrir a las lágrimas o al vodka. Somos las dos caras de una misma moneda desgastada.
Se rió sin alegría, esperando el siguiente movimiento de ella.
-Yo estoy hasta el cuello de mierda, y no tengo ni puta idea de por qué. Por eso busco respuestas-comenzó a alzar la voz-. Tú estás tan vacío que has olvidado cómo sentir. No ves más allá de tus propias ruinas, porque son lo único que te queda.
Y el silencio cayó, pesado y marchito, entre dos miradas que huían de sí mismas.
-Puede ser-concluyó él sin levantar la vista del suelo-. Pero tú huyes de las tuyas, intentas fingir que jamás existieron, y así solo conseguirás destruir una parte de ti misma. La que más importa.
-Cada uno se autodestruye cómo quiere o cómo puede-oyó antes de que se cerrara la puerta.
No pudo más que darle la razón a aquella chica que quería olvidar para sobrevivir. Eran demasiado parecidos.
Él sobrevivía recordando.

M.A.G.

sábado, 20 de diciembre de 2014

Simulacro de incendio en mis desastres

He olvidado la poesía
los abrazos de trueno
e incluso los reflejos empapados.

Y aún me siguen
aún me miran las tinieblas.
No descansan, son las únicas
que siempre se quedan.
A veces les doy las gracias.

Escucho una y otra vez las mismas canciones
como si fueran recuerdos volátiles e ingenuos
como si se pudiese guardar la herida junto a la cura.

No quiero terminar de escribir esta noche
ni huir del refugio de Ferreiro contra mi almohada.

Las dudas se acumulan y se dispersan
igual que mis ojos cuando caigo en la ginebra.

Que
yo
solo
quería
volar.

Y las palabras me volaron la cabeza.

M.A.G.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Hoy me escribo a mí.

Un día dejé de leerme
dejé de suspirar contra una pared
de mirar el reloj como quien toca el hielo.
Y me olvidé de mí.

Empecé a soñarme en otros
a pintarme los labios color tal vez
a rozarme la piel lento
(creyendo que era tú, si es que hay un tú).

Y entonces desperté agonizando en verde perdido
mezclando la ficción con mi desorden
mientras le juraba a mis recuerdos que nunca más
Nunca
Jamás.

Pero me equivoqué.
No puedes despedirte de una utopía
ni enamorarte de tu jodida memoria.

Ahora solo escribo para encontrarme
y aún no sé si hallaré un sueño
o un cadáver.

M.A.G.

martes, 2 de diciembre de 2014

21

Y duelen todos ellos, quizá porque recuerde aquel poema de hace tres años, que siento como si fuera mañana. Lo peor es cuando no solo repites los errores del pasado, sino que dibujas otros nuevos y vienen a pintarte el caos en las pestañas. Me miro los cordones con aire ausente, y deseo contar hasta diez y dar la vuelta a un reloj que ya no existe.
A veces leo a personas tristes que escribieron renglones torcidos durante toda su vida, y las entiendo tanto mientras corren por el pasado, que incluso atrapo sus resquicios de alma de papel. Es entonces cuando le echo la puta culpa a Ángel González aunque sepa que es mía, que nadie me obligó jamás a romperme en pedazos el alma con cada luz y cada sombra.
Nunca me pusieron esos libros en las manos. No me necesité más que a mí misma para suicidarme a base de belleza y mierda. He creado un ciclo maldito que jamás cambia, un universo hecho de lluvia y canciones de las que te destrozan del corazón a la cabeza.
Esa noche llovió tanto que se inundó mi pecho, y no era justo. Jamás lo es. No le importa a nadie y es natural; el mundo no pertenece a los que abren la melancolía cuando cierran los ojos.
Tenso los brazos, dos escalofríos a la derecha, una mano cede y la otra se arrastra por la memoria, llenándose de mierda. Quizá tan solo soy un cuerpo que busca el eco de su aliento.
Me escribo cartas de amor con rabia, porque sin algunas de esas palabras ya estaría muerta. He aprendido a gritarme muy fuerte que no debo rendirme, y tal vez con eso baste. El vicio de no saber separar lo bonito de lo jodidamente triste es una bandera blanca de guerra. Y qué putada, joder.
Ojalá los extremos no fueran lo mismo tantas veces.
Ojalá existieran los viajes en el tiempo por la piel.
Y ojalá no supiera por qué escribí esto el día de mi cumpleaños.
M.A.G.