martes, 22 de diciembre de 2015

Poema para el dolor de cabeza

Poco se habla de lo que duele McEnroe
de lo que arañan las canciones
imágenes que se te clavan más abajo del alma
que te persiguen hasta la cama
te incendian las heridas
y se deshacen en llamas.

Ya no sé escribir
sin esconder mis cicatrices
bajo sinónimos muertos
que no engañan a nadie.
Sí, he dejado de llorar
pero la piel aún sangra
si recuerdo
y cierro los ojos y escupo
"me da igual".
Qué ironía.

Mis poemas nacen sucios
abandonados, apócrifos
sin dueño, sin salida
ya he olvidado
cómo se olvida.
Y me hago la loca
porque ¿a quién le importa?
A mí. Supongo.
Todo esa historia de la autodestrucción
es más que un cuento
y me lo sé de memoria.
M.A.G.

martes, 8 de diciembre de 2015

Parte de la piel

Y ya puedes correr durante horas, poner kilómetros de distancia, olvidar intencionadamente esas palabras. Inútil es un término escaso cuando intentas engañar al destino.
Porque esas frases se grabarán bajo tus costillas a base de sueños, de infancia rota, de tanta tristeza implícita con todos sus significados perforando tu alma. Hay libros que te secuestran, que te tiran del pelo y te dan de hostias contra la pared, que vivirán en ti aunque no vuelvas a leerlos nunca, porque ellos te leen cada noche sin que lo imagines siquiera.
Puedes leer novelas buenas, poemas que te gusten, obras de teatro merecedoras de toda tu admiración. Pero lo que al final te define son aquellos libros que lees como si una puta voz te obligara a continuar, con las mejillas encendidas y debajo de una manta, robando toda tu atención en exclusiva. Esos libros se convierten en tu piel. No puedes ignorarlos, son ya parte de ti y darán guerra el mismo tiempo que aguantes tú respirando. Son como algunas personas.
Llaman a tu puerta de madrugada y tú les dejas tu alma, tus recuerdos, tu silencio y tu control. Te ayudan a salir de la peor de las mierdas y se convierten en el único psicólogo frente al que te desnudarías realmente. Acaban siendo lo que te ata a la cordura, a la magia, a la vida.
Siempre están ahí. No te juzgan ni te desquician, aunque se apropien de tu corazón. Te cuidan cuando no queda absolutamente nadie. Te convierten en la persona que eres.
Esos libros son el hilo que muchas veces te separa del suicidio
M.A.G.

domingo, 29 de noviembre de 2015

Los amantes del Círculo Polar

A veces, cuando choco con la madrugada y se me cala el alma de lluvia y barro,
recuerdo aquella película que solo he sido capaz de ver una vez.

Cuando quiero rememorar sus detalles es como si el fuego me ahogara
y el hielo se vuelve sangre
y grito en mi cabeza
"Oh, mierda".

Llevo horas necesitando leer a alguien que escriba "a mí esas putas imágenes me arrancaron el corazón y no sé qué coño hacer para vivir con ello."

Estoy arañándome la piel a gritos, odiando por enésima vez el momento en el que vi aquellos ojos.
Y a la vez deseo volver a esa hora que aniquiló mi sueño durante más tiempo del que quiera contar.

Dicen que la memoria nos miente casi tanto como las personas
y me da miedo que solo esté recordando aquello que nunca sucedió (esa puta historia oprime mis costillas si pienso en niebla y mariposas).

Pero tiene que ser verdad.
Todo ese dolor que desfila por mi mente dibuja trazos inconexos de coincidencias que me aterran.
Eso existe, y está tan al fondo de mis recovecos que se ha convertido en parte
de mí.
De mi suerte. De mi conciencia.

Algunas noches susurro
Por favor
que nunca se me agoten esas malditas casualidades que pueden llegar a matar.
Prefiero morir por ellas, a que dejen mi vida vacía, ausente.
Completamente muerta.
M.A.G.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Nunca he creído en las coincidencias

Un paso inapropiado
y el vacío
y todas sus consecuencias absurdas e inapelables.
Te espera un juez que nunca tuvo compasión.

Los puntos se van uniendo
círculos trágicos formándose en papeles arrugados.
Una mirada a la izquierda
una respiración en la nuca
el "oh mierda" con resaca al despertarte lejos.
Todo eso hace hueco
dibuja espacios muertos
se cuela debajo de la piel y te hace alma.
Te recompone.

Quizás
las coincidencias
sean solo piezas rotas
de un sueño que se perdió
en nuestro pasado.
Tan solo retazos de incendios polares
que esconden algo
lo que somos
lo que fuimos
y lo que nos mata.

M.A.G.

miércoles, 28 de octubre de 2015

Libros y personas que muerdan

No busco consuelo cuando beso, y mucho menos cuando leo. Necesito calor y humedad y lucha y discusión y toneladas de caos asfixiante.
Reclamo el exceso, lo inimaginable, el odio más atroz encubriendo el amor más inagotable. Admiro a quienes viven de la pureza y el equilibrio pero en mi puta vida me gustaría ser como ellos.
Estoy perdida si no me dejo la piel en una historia sucia a las cuatro de la mañana, ya sea en letras o en mi cama. Aunque luego no sobreviva al final, a la ansiedad desmedida provocada por la adicción a lo roto y a lo desbordante. Esas muertes son lo más jodido y a la vez alimentan la tristeza más hermosa. Siempre he aceptado el pacto entre los extremos y mi alma. Siempre he firmado con tinta y sangre, y de ahí los tatuajes de mi corazón y de mis sábanas.
Que joder, me recompongo con cada copa y cada risa, en cada bocanada de aire que me envuelve de humo, en cada puta mirada que podría llevarse mi alma en un segundo. Benditos libros autodestructivos de gente que se destroza la vida y luego se la salva, malditas guerras en el corazón y en la cama, que provocan heridos que se lamen cada gota de sangre.
Quizá la única diferencia sea que muy pocos muerden tan profundo como para provocar abismos en el alma.  Y sin embargo, muchos libros sí.
M.A.G

lunes, 12 de octubre de 2015

No tengo título, ni razón.

Los poemas hay que leerlos en braille
Palpando las cicatrices
Leyendo sus constelaciones suicidas
Llorando sus huidas.

Hay que mirarlos como a una estrella voraz
y prometerles gritos y paredes húmedas y portazos a habitaciones vacías de la memoria.

Yo tenía 17 inviernos
y la poesía me voló el corazón a versos
como una bomba nuclear arrasa civilizaciones
como el cianuro viajando por la garganta.

Bendita lluvia ácida que aún me muerde
que se me enreda en la cabeza
y hace brotar
ideas de hiedra.

Ese es el secreto.
Cuando se agarra a lo más profundo del estómago
se folla a las mariposas
y las hace volar alto
hasta una boca de sal.

Y así quién no busca un beso.
M.A.G.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Y dejé de huir

No puedes pretender que los libros no se te cuelen en la piel, que las canciones no te perturben, que los trenes no te lleven demasiado lejos.
No puedes luchar contra ello, sabes que la melancolía se te cosió al alma, que vuelas casi con palabras, que estás hecha de otra cosa.
No puedes dejar de llorar mientras te muerdes el labio, no puedes parar de enamorarte de todo ese dolor que te rodea, es exactamente igual que en esa película.
No te enfadaste contigo misma porque ya no sintieras nada, sino porque desterraste a una parte de ti, al reflejo de la chica que dice tonterías y apuesta para ganar. El espejo olvidó a la que ríe sin voz porque algo se le ha roto tan dentro que no se encuentra.
No es mejor para ti arrancarte el alma para que vivir sea más fácil. Hiciste lo que hace años juraste nunca hacer.
No está en tus manos cambiar el pasado. Pero ahora has vuelto, y te arde la vida, te cambia de color el corazón. El rojo sangre se ha convertido en rojo fuego.
M.A.G.

martes, 15 de septiembre de 2015

Jamás contaré cuándo lo escribí

He observado cómo se consumía el último cigarro, me he follado la melancolía de sus cenizas mientras sostenía una copa y una sonrisa irónica.
No, no es mi mejor noche. Y las he tenido peores, las he tenido hechas mierda y quizá hoy no debería quejarme. Quizá.
Pero qué coño, es cómo me siento. Y por supuesto que no es justo, y claro que mis causas las desestimaría cualquier persona de buen juicio. No lo dudo, no me excuso, estoy exhausta de tanto mentirme. Esa chica que fuma mientras se ríe y tiene el mundo en sus manos es mi mejor disfraz.
La que bebe sin olvidar y se muerde el labio. Esa, esa soy yo. Y no veas si jode.
Otro trago largo y esa innecesaria cadena de pensamientos inoportunos se aleja, pero la siento igual de cerca. Ah, echaba de menos esta perfecta autodestrucción, las madrugadas dando vueltas. Me pone la tristeza, o si no cómo coño explico esto.
Me muevo poseída por las ganas de correr, o de correrme. No lo tengo claro, pero bailo mientras echo de menos un cigarro de esos que no fumo nunca. Quién cojones va a acercarse a un mecanismo tan complicado, tan hecho pedazos.
Volvemos a la historia de siempre, a escribir borracha mientras todos se ríen y yo me condeno.
Creo que hay cosas que jamás cambian, que se te pegan a la piel y te persiguen toda la puta vida.
Yo no quería hablar de nada de esto. Solo deseaba arrancarme las dudas de las manos.
Las palabras siguen retorciéndose incluso cuando las siento en cada latido.
M.A.G

viernes, 7 de agosto de 2015

Recuérdame

Inúndame los pulmones de toda la mierda que te fumaste ayer por la noche.
Espérame en la calle más oscura que guardes en la memoria
allí es donde podré volarte la cabeza a besos.
Léeme la rabia de echarte de menos y ríete de mis destrozos.
Búscame cuando no estés
cuenta hasta 10 antes de mirarme
respírame en la boca.
Sáltate todas las putas normas que conozcas
respeta únicamente mis alas
y la tristeza.
Llámame a las 5 de la mañana si de tu voz no salen palabras al recordar mi piel.
Arréglame los rotos de las pupilas, cóseme las ganas al reflejo.
Duérmete si no quieres soñar
que para viajar desde Saturno a Orión solo tienes que agarrarte a mis caderas.
Ocúltate de las sombras que no sean del color de mis ojos
olvida el equilibrio
y muerde al miedo en el cuello.
Desnúdate de dudas
corre a través de mis incendios
ensúciate de gritos y gemidos.
Recuérdame incluso aunque todavía no (te) haya sucedido.
M.A.G.

miércoles, 29 de julio de 2015

Que la piel es de quien la eriza, joder

Viajar conlleva recorrerse la piel a doscientos kilómetros por hora, abrirse el alma en canal y aprender que huir de uno mismo no borra ninguna cicatriz. Quizá estoy hecha para explorar el mundo entero empapándome de vida hasta estallar. Quizá no sé permanecer mucho en un mismo sitio porque habito en la nostalgia de cada uno de ellos.
Iba a acostarme para poder repasar las luces y las heridas pero necesitaba escribirlas en algo más que un silencio. (Y es todo tan circular que a veces hasta me mareo si recuerdo.)
Llevaba meses echándome de menos, arañando trozos del pasado buscando un puto extremo o algún impulso irracional. Pensaba que viajar lejos me curaría de eso. Me equivocaba, el punto de llegada tan solo servía para comprender el inicio. Huir me ha hecho entenderme, cerrar un ciclo, romper una barrera. Las mismas palabras vuelven siempre a mí.
Tal vez llevo semanas sabiendo lo que quiero, sin atreverme a rozarlo por si se rompe. Tal vez me haya cansado.
Un día alguien me susurró que "la piel es de quien la eriza". Y me pasaría toda la puta vida temblando.
M.A.G.

domingo, 28 de junio de 2015

Y yo qué sé

Joder, que te mataba a suspiros
todos en la nuca, llorando
quemando la piel a ganas.
Una espalda que siento decir
No existe.

Nunca he sabido escribir a medias
ni abrazar a quien no quiero
sin que las cicatrices me estallen.
(Tengo el sofá lleno de lluvia ácida
de recovecos oxidados
que jamás regresan al origen de la historia).

Prometo que no deseaba inundar este insomnio
pero a veces las grietas te dan besos de buenas noches
justo donde duermen las pesadillas
cuando la luz escupe incendios.

Si regreso al futuro
escucho mi miedo
contra una espalda
que quizá
(a veces)
existe.

M.A.G.



miércoles, 10 de junio de 2015

El universo

Cuánto daño nos han hecho esos gritos incoherentes al cielo. Seguimos esperando que una fuerza invisible guíe nuestras manos a la piel adecuada, al segundo perfecto. Ni siquiera las señales nos satisfacen lo suficiente. Nunca llegamos a entender si son caprichos de nuestra mente o hilos invisibles producidos por el efecto mariposa caníbal.
Y aún nos arden las venas si pensamos que por fin ha llegado la descarga eléctrica definitiva, el mejor error de las constelaciones suicidas. Estamos absurda y maravillosamente jodidos.
Quizá la clave sea lanzarse al vacío y olvidarse para siempre de correr contra lo que uno quiere. "Las partes complicadas son las mejores" y todavía no han venido a susurrarme el fuego justo debajo de las cicatrices. Me equivocaría si dejara de llorar porque duele o porque brilla, me equivocaría si sacrificara cada suspiro que rozó las estrellas. "Es mi desastre" y joder, quiero hacerlo todo estallar.
Estallemos.
M.A.G.

martes, 26 de mayo de 2015

"La vida son ironías en forma de capicúa"

Hoy me ha vuelto a quemar por dentro releer esas líneas que llevan años revoloteando por mi vida. Los escalofríos y el nudo en la garganta me han confirmado que no se puede grabar en la piel lo que ya es parte de ella.
He escrito toneladas de tristezas circulares, quejándome de lo cíclico o perdiéndome en sus putas curvas infinitas, renegando o asfixiándome. Pero siempre he acabado volviendo al principio.
Quizá solo sea una excusa fruto del cansancio, del miedo o de la culpa. No obstante aquí estoy. Otra vez. Como cuando tenía 17 años y lancé mil absurdos juramentos. Estaba condenada a volver desde el maldito momento en el que me marché.
No sé si siempre lo he sabido o si esto es tan solo una epifanía más. Una jodida cadena de casualidades perfectamente orquestada.
No hay cosa que me inspire más miedo.
Siempre pensé que estaba irremediablemente atada al pasado, pero nunca comprendí cómo. Todos los errores de cuando lloraba en los autobuses se precipitan hacia mí. Se supone que he aprendido algo. Se supone que esta vez debo afrontarlos.
Lo que no te dice nadie, ni te enseña ningún texto, es que cuando llega el momento de volver al comienzo sigues estando igual de perdida que al principio. Y perderse cuando conoces la dirección a la que te diriges es aún peor.
Definitivamente yo tampoco quiero crecer más. Ni romperme. Ni salir corriendo. Ni echarle huevos. Solo deseo haber aprendido a elegir. Y por desgracia, nadie tiene nunca esa certeza.
Mierda.
(Ya sé qué ventanas quiero romper,
y aunque se parezcan a las primeras
nunca serán las mismas.
Y a la vez jamás cambiarán)
M.A.G.

viernes, 24 de abril de 2015

La generación autodestructiva

Somos la generación de los auriculares enredados bajo la almohada
De los abrazos en palabras y el corazón a kilómetros
De las conexiones desconectadas y las pantallas tan rotas como nosotros.

Somos una fórmula matemática inexacta;
Creemos poco
Pero queremos demasiado (y fuerte)
El enésimo despropósito de un mundo perfectamente en ruinas
Los hijos de la corrupción y de la justicia.

Quizá no somos la generación más perdida
ni la que más ha sufrido.
Nuestras guerras solo están dentro de nosotros
Las heridas físicas son una anécdota, pero el alcohol con que intentamos olvidar
Siempre escuece.          

Nos engancha la tristeza
Y nos gusta regodearnos en el humo de los cigarros que se fuman nuestros recuerdos.                                
Somos la generación limpia
Maquillada de indiferencia
Aunque nos pese la piel
Y nos arrastre el corazón.
Somos la generación autodestructiva
En silencio nos morimos de ruido.

Formamos una bomba preciosa y frágil
Siempre a punto de estallar, rozando la oscuridad para poder hallar la luz
Somos el éxtasis y el error
y quizá por eso entendemos
Que doler a veces salva.

M.A.G.

jueves, 9 de abril de 2015

Sobre echar de menos y otras mutaciones

A veces extrañamos lo único que antes nos sobraba. Lo impensable, lo absoluto, lo increíblemente triste. Aunque todo aquello que deberías echar de menos es justamente lo que olvidas de más. Y entonces qué coño nos queda.
Ya no tengo el alma chillando en las costillas, se me ha colado una calma rara donde antes solo había ansiedad a las dos de la mañana. No sé muy bien a quién le cuento todo esto, pero ojalá comprendas que las alas de pájaro también se llevan corazones a lugares más cálidos.
Es precioso apagar el desastre y observarlo morir en un silencio mordido. De mi boca al infierno hay demasiada distancia lunar, joder. La chica del reflejo de hace tres años está llorando en un recoveco del cristal. La busco en cada autobús vacío y en todas las copas a las cinco de la mañana. Aún la escucho susurrar "te entiendo".
De mi tensión dormida nacen los principios activos que escriben reacciones químicas en mis pupilas sin voz. Montreal de McEnroe tampoco hace tanto daño si lo comparas con aquel viaje fatídico al interior de la puta soledad. Una vez me miraron a los ojos y me clavaron una música en la nuca. Los escalofríos que me mecen son el único registro que queda de aquella conversación que me salvó la vida y el corazón. Y es de esas gilipolleces que jamás le cuentas a nadie.
Me enamoré de un problema invisible que hacía a Andrés Suárez insuficientemente doloroso, y que convertía en torturas canciones en apariencia de amor. Amor. Ya no tengo ni puta idea de lo que significa esa palabra y creo que eso es lo que me da más miedo en todo el universo.
Llega un momento en el que entiendes que desnudarse sin más nunca será lo mismo que enseñar cada átomo de sangre que se esconde por tus venas. Ya he borrado más de mil palabras para no desangrarme aquí mismo. Sé que mi corazón está pálido y no rojo. Os juro que no imagináis lo que significa eso.
Hoy ha llovido tanto fuera que he deseado hasta la extenuación que me cayera un jodido diluvio en el alma. Echo de menos cada tormenta.
Tal vez solo hay algunas canciones que activan el fin del mundo.
M.A.G.

domingo, 22 de marzo de 2015

Realidad contaminada

Deberíamos dormir para contarnos cuentos bien
olvidar para así beber nuestro pasado
y hacernos la guerra fuerte (por si el amor no nos da tregua).

Resguardar más el alma que el cuerpo
vestirla con todo el amor que nos haya rozado
pintarle los labios cuando tenga miedo
dejar que decida de qué color quiere ser cada día.

Podríamos rompernos los mensajes de texto en la cara
chillarnos el doble tick en las pupilas
fijarnos más en el azul de una sonrisa
que a veces responde todas nuestras putas preguntas.

A lo mejor si besáramos a las canciones que nos hacen llorar
lograríamos el respeto de la tristeza
que ataca más fuerte a los que huyen de su piel
porque para ser feliz también hay que quererla a ella.

Quizá aún podamos salvar(nos) los sueños
si observamos que la belleza de los días grises
está en que el sol no se encuentre siempre brillando.

M.A.G.

jueves, 12 de marzo de 2015

De creencias

Creo que tengo
doscientos años circulares en las pestañas
una maleta vacía con los rotos a tu nombre
y un aliento contenido que espera
como esperan los suicidas a las vías del tren.

Creo que quiero
una escena en blanco y negro
(con esa música de fondo que revienta el corazón)
decir esas palabras que naufragan en mi piel
y un final que no acabe la historia
ni conmigo.

Creo que recuerdo
los desgarros (des)infectados con alcohol
esas putas manos en mi espalda
y el verbo "sobrevivir" maquillado en mi mirada
(la segunda pupila a la derecha).

Y, por último
creo que lo que creemos
a veces huye de la memoria
y de la boca
y de los ojos
y se salta las costillas
porque pertenece al corazón.

M.A.G.

jueves, 26 de febrero de 2015

Discusiones circulares

¿Por qué soy tan cobarde a veces? El folio en blanco me interroga, y las letras en negro se resisten a contestarme. Tal vez nunca haya olvidado la respuesta.
Cuando te sientes pequeña cualquier paso hacia delante se convierte en una zancada gigantesca. Un "nunca más" puede ser una cura para un momento determinado, pero si se prolonga durante años quizá se convierta en una enfermedad.
Las chicas de los extremos siempre somos absurdamente dependientes de nuestras viejas decisiones. Yo he convertido las mías en unos principios absolutos para no volver a ser jamás la niña transparente que llora en las fiestas. Y la dignidad tan preciada que rescaté de los primeros rotos se ha tornado en un orgullo implacable, que condena cualquier resquicio de debilidad al primer latido de corazón improcedente.
Me he convencido de que es mejor esperar, desesperar en silencio, volver a esperar, ilusionarme, odiarme, odiar a, reconciliarme en mi cabeza. Y vuelta a empezar.  Todo esto en un rincón oscuro y absurdo de mi alma, condenado a un eterno desdén por mi orgullo. Este hijo de puta ya es casi una entidad propia, que a veces me salva la vida, pero otras me salva de vivirla (nunca será bueno, por mucho que ahorre heridas en los labios).
Esto es una especie de carta inútil con poca posibilidad de respuesta. No sé cuánto costará extirpar unas raíces tan hondas como casi todas mis convicciones. ¿Cómo cojones eliminas algo que sabes que te hace bien, pero que el corazón siente que le hace mal?
(Ojalá que desaprenda a salvarme un poquito. Ojalá que a nadie se le ocurra pensar que puede saber a qué me refiero.)
Precisamente si lo escribo, si me lo grito, es porque no lo he dicho en voz alta jamás. Está grabado en mi piel como un puto fuego enrarecido, y mi única tranquilidad es que ninguna persona puede darse por aludida.
Se parece a la teoría del precipicio, pero va más allá. Es una barrera que no tiene nada que ver con el miedo a querer o a olvidar, con mis viejas conocidas. Tan solo es una mezcla de la valentía que perdí, de la dignidad (a veces absurda) que gané y del puto miedo de volver a cagarla otra vez.
Y es en este punto donde vuelvo a darle la vuelta. Argumentar y desmentir. Recordar heridas cíclicas y estremecerme. Pensar en las posibles y preciosas cicatrices que no existen. Hacer balance. Odiar el equilibrio. Destruir los datos. Romper con todas las opciones.
Mis palabras son tan circulares como mi corazón.
Y he ahí el problema.
M.A.G.

domingo, 8 de febrero de 2015

Diario de un invierno crónico-irónico

He dejado de tener insomnio.
Se han volatilizado mis mejores planes y mis más lúcidas ideas. 
He comenzado a despertarme cada día a las ocho de la mañana con las sábanas cubiertas de sueños y de sombras.
He arañado mis esquemas, olvidando todas y cada una de mis mejores reglas.
Mis diques se han autodestruido y aún espero en silencio a que llueva el puto billete de lotería.
He mandado a la mierda a personas que me han perseguido en mi cabeza durante años. 
He vuelto a llorar en un baño hasta atragantarme con el rimmel. Y me he roto el alma a base de esperanzas anémicas e inadmisibles. 
La he cagado conmigo misma y me he puesto los cuernos con actitudes absurdas, he llegado a bloquear a mi corazón de todas las redes emocionales.
Se me han atragado los numerosos quizás que siempre he llevado por bandera. 
He recordado mi paso por los precipicios y aún resuena la caída en mi memoria, pero también oigo el eco de mi triunfo sobre el miedo. Y esa victoria es de mis mejores medallas.
Finalmente, he comprendido que volar con el pasado a cuestas es rendirse.
Es por eso que mis barreras se han vuelto mariposas y ha regresado mi irracionalidad con más balas que nunca.
He decidido volver a rozar los abismos, como quien besa al suicidio para por fin estar conmpletamente vivo.
M.A.G.


lunes, 26 de enero de 2015

Y, mierda.

No he venido aquí a hablaros de mis escalofríos
ni de mi insomnio forzado
o de cómo me araño la piel cuando estrangulo mi corazón.

No.

Tampoco os voy a explicar esa historia que todos conocéis
(llorar la memoria en un concierto porque, hostia).

Solo quiero recordar bajito y disfrazarlo de cuento.
De la versión distorsianada de mis latidos a las 6 (y 32 putos suspiros).

Y, mierda.

Nunca dejéis que una coraza
o la ingenuidad
os coman las ganas de derramaros en un folio
una cama
un silencio.

Yo tengo poco que enseñar y muchas tonterías que decir.
Sé demasiado poco y un así callo universos enteros.

A veces me pregunto cuántos "Putas ganas de seguir el show" voy a necesitar chillar mientras me deshago.
Cuántos cuerpos rechazaré por miedo a rechazarme a mí misma.
Cuántas cartas a nadie hacen falta para que una sola persona me conteste.

M.A.G.

lunes, 19 de enero de 2015

Sobre improbables y otros "ojalá"

Nuestras palabras nos delatan, desde las tildes hasta las comas. Creemos que es la mejor manera de huir lejos, y olvidamos que contienen las huellas dactilares del alma. Qué ingenuos.
Nos joden las letras que forman "imposible" y hablamos de excepciones y de milagros como quienes poseen una fe incurable. Agarrarse a la épica cuando los quizás duelen demasiado y apurar el descuento buscando el gol del éxtasis.
Por eso después de millones de susurros contra una pared, creo que es mejor cruzar la línea de lo irrealizable, dejar de rezarle a los improbables, follarse a la puta mala suerte.
Porque tres minutos de valor absurdo con consecuencias nefastas son tal vez el mejor patrimonio de mi orgullo. Y porque a veces el agua helada te regala la risa y el caos y el silencio. Merece la pena arriesgar la dignididad de vez en cuando. Curiosamente se cura sola, y cuida sus heridas mejor que algunas personas. Las convierte en medallas que certifican el valor de nuestras derrotas.
De un momento de locura se pueden vivir varios años. Pero una vida de aguas apagadas y tranquilas no te salva el corazón del huracán del tiempo.
Y aprendemos eso jodidamente tarde.
No soy partidaria de idioteces gratuitas, sino de (algunas veces) hacer inteligentes los impulsos con un poco de razón, de conseguir protegerse sin ser coraza, de cuidar lo de fuera sin destruir lo de de dentro. (Aunque luego siempre nos consuman los extremos).
La historia de mediar entre el miedo y la verdad, otro cuento que perdimos entre hojas arrugadas de un libro que nunca quisimos escribir.
M.A.G.

lunes, 12 de enero de 2015

"¿Y quién dice que tienes que olvidar?"

Y yo lo entendí
cómo se comprenden las cosas que nunca te sueltan.
Algunas palabras te calan desde las vértebras al alma
donde la cabeza no cuenta
donde los precipicios inundan las ideas.

Hemos escrito tanto sobre el olvido
quejándonos de su ausencia
en el naufragio de la piel equivocada.
Qué inútiles.

La hipocresía de arañar el pasado
mientras piensas en la combustión de los recuerdos
(joder, el color de mis ojos)
y le echas un puto pulso al tiempo.


Solo se debe correr si aprendes a mirar atrás
aunque decidas no volver.

Cuando la razón es casi una broma más
solo queda la esperanza de no olvidar
que el olvido se parece a una trampa.

M.A.G.