jueves, 31 de mayo de 2012

Se equivocan de chica.

"Se equivocan de chica". Es lo que se me viene a la cabeza cada vez que me dicen algo bonito. Triste ¿verdad?  Miro mi cara, mi cabeza, mi corazón. Y veo a la chica más perdida de toda la ciudad. La de los ojos ingenuos y la sonrisa algo triste. Veo las mil historias por escribir, el leve abandono, el sonido de lo roto a cada pequeño paso. Y niego con la cabeza.
Siento que lo mejor de mí está enterrado en las profundidades de mis miedos, que pocas cosas me hacen levantarme con ganas por la mañana, que la risa es una insuficiente solución a mis problemas.
No lo entiendo, lo siento. Ya pueden salir esa regla general y esas voces populares y neutras de siempre, de tono monocorde, que me digan "si no te quieres a ti misma..." Que vale, que ya lo sé, que vivo con ello, que lo intento, que me duele, que me callo, que me levanto, que digo "todo saldrá bien" y no lo hace. Y la cara de imbécil desilusionada (con esa maldita mirada de niña triste) me sonríe irónicamente en el espejo. ¿Quererme? ¿Cómo quieres a alguien que lo destroza todo siempre, que rompe todo lo que toca, que lo da todo y se queda en nada? Alguien raro, que necesita salir corriendo sin motivo aparente cuando está con gente, que lo único que sabe hacer es escribir (si es que sé, cosa que dudo en ocasiones y si es que las palabras pueden ser domadas realmente), que vive entre libros y canciones, que aún dice de vez en cuando "yo creo en las hadas" en voz muy baja...
Soy una chica rota en mil pedazos por un mundo que nunca ha sentido como suyo. Tan ausente, que a veces parece que va a volar con la mirada (y que posee una curiosa facilidad para estrellarse).
No os conviene conocerme, para qué mentir. Y sin embargo, necesito que me quieran para poder seguir respirando.
Tengo miedo a apagar la luz de mi cuarto un día y darme cuenta de que no he vivido. Tengo miedo de que nadie me termine de salvar nunca y acabe quedándome tan sola que solo escuche mi respiración.
Solo necesito luz.
M.A.G.

martes, 29 de mayo de 2012

M

No sé sobre qué quiero escribir. Me pregunto si se deberá a que realmente no sé lo que quiero.
Antes todo era nítidamente cristalino, era yo, era él. Ahora soy solo yo. ¿Os dais cuenta de que he dejado de utilizar la segunda persona del singular? "Tú" es ahora "él". Quizá sea el olvido prematuro, quizá las ganas de echar a volar. Quizá que mis sueños están empezando a ganarle la partida a mis recuerdos.
Hoy tengo ganas de seguir adelante, aunque aún no entiendo bien por qué. Me siento extraña. La chica del espejo y yo no nos entendemos. Y eso que compartimos ojos y suspiros.
Ojalá supiera vivir en una canción. O en uno de mis libros. Incluso en aquel cuento...
Quiero vivir, dejarme llevar (había escrito inconscientemente llorar. Ah, si es que no cambio...), salir corriendo, continuar mi historia.
¿Me estoy salvando? Tal vez. Voy a dejar de pensar, solo quiero sentir y escribir. Quererme.
Estas palabras parecen aleatorias, sin sentido, sin un hilo que las conduzca. Pero ese hilo está, invisible para todos, excepto para mí. Mis palabras soy yo. Lo inconexo forma parte de mí, como mi risa de niña y mi voz a veces demasiado dulce y otras demasiado triste.
Contadme cuentos que yo aún no sepa. No quiero más historias con final rutinario, solo besos en el cuello en el tejado más alto de la ciudad. Lo que no quiere decir que no busque continuidad, algo de estabilidad (que no equilibrio, que no frialdad), un suelo sobre el que poder mirar al cielo con una sonrisa.
No hace falta que me entendáis... No necesito que nadie lo haga en realidad. Solo busco provocar sensaciones, solo busco dejar huella.
Solo busco un motivo. Alguien que sea un "tú" de verdad.
M.A.G.

viernes, 25 de mayo de 2012

"Mostrar mi cara oculta a los demás"

Me miro al espejo. Una chica de pelo suelto y revuelto, ojos demasiado oscuros y labios algo torcidos, que no parecen aprobar el reflejo. Camiseta enorme a modo de pijama, pies descalzos. Tristeza en la postura, algo de abandono en los hombros, cansados. 
Vuelvo a la cama. Un suspiro. Música. Intento de leve sonrisa. Fallido.
"Así es mi identidad, muñecas rusas que no acaban jamás." Y es cierto. No soy fácil. De nada. Ni de querer, ni de entender, ni de follar. Es lo que hay. Y a quien no le guste... Que haga lo que quiera, que me ignore, que no me mire, que me evite. Pero especialmente, que no me lea. No hay nada más mío que mis palabras. 
Otra noche aquí. En esta habitación que huele a azul, a miedo, que está impregnada de recuerdos. Aquí he guardado más lágrimas que aire. Quizá por eso me ahogo con tanta facilidad.
"No pongo de mi parte ni aporto más luz". Qué le vamos a hacer. O viene alguien que me saque al baile y decida romperme el dolor de una vez por todas, o no creo que nada mejore. Tal vez ni siquiera con esas. Pero que no me culpen de no haberlo intentado, eso jamás. 
"Romper mis diques de seguridad". Los aniquilé, los destruí. ¿Para qué? No me arrepiento. Pero por el camino acabé conmigo. Quiero volver a ser la chica de los ojos brillantes y la sonrisa estúpida. Quiero volver a levantarme gritando "buenos días a todo el que los quiera", a sentir que todo merece la pena. 
De momento lo que hay es la chica de la mirada ausente y el pelo revuelto. Pequeña y de color cristal. Jugando con la música y las palabras, intentando encontrar algo que la saque de su propia mierda.
Quiero quererme otra vez. Quiero aprender a olvidar. Tan solo pido eso. 
Mientras tanto, que el azul de mi cuarto me salve por un día, y no me ahogue. Que las risas de las personas que quiero resuenen en mi cabeza, que las penas bailen con mis vicios y se pidan una copa a mi salud.
Soy una chica algo triste. Pero esta chica jamás abandona ni se rinde. 
Que me busque quien quiera encontrarme, nadie más.
M.A.G.

miércoles, 23 de mayo de 2012

24

Sé que voy a sentirme una estúpida desde la primera letra hasta el punto y final.
¿Por qué es todo tan difícil? (me pregunto mientras veo que se me va el mundo de las manos).
Es como si tuviera enfrente un espejo, pero no uno cualquiera. Un cristal que me refleja a mí, hace un mes.
Y lo que veo es a otra persona distinta. A simple vista puede costar apreciar la diferencia, pero los ojos... Una de las miradas brilla, repleta de ilusión, de vida, de un amor tan fuerte que rebosa. La otra mirada es tan triste que cuesta describirla, cuesta fijar los ojos en ella. Duele demasiado.
Todo ha cambiado. Todo es tan jodidamente diferente que me provoca una rabia inmensa. Hacia mí. Hacia a ti. Hacia lo que fuimos. Hacia todo... O hacia esta nada. No lo sé.
Eres parte de mí ¿sabes? Quiera o no. Ahora ya me habrás olvidado. Qué envidia me das a veces. Ojalá pudiera ignorarlo yo también, hacer como si nada hubiera pasado. Qué coño, lo que de verdad deseo es volver atrás, no sé a quién pretendo engañar.
Lo acaecido en 1999 me taladra la cabeza en días como hoy. "La vida son ironías en forma de capicúa". En su momento no logré entenderlo del todo bien, pero ahora... La vida y su sarcasmo parecen recordármelo a todas horas. De todos modos ¿y quién dijo que tengo que olvidar?
Ya está, no hay más. Nunca llegamos a coger un taxi juntos para bajarnos separados, pero el resultado ha sido el mismo. Yo me levanto cada mañana con ganas de gritar "Putas ganas de seguir el show". Pero no lo hago. Me pongo mi sonrisa de papel y actúo como si no hubiera pasado nada. Como si este tiempo no hubiera sucedido, como si fuera enero todavía. Lo que para ti ya es una realidad, para mí aún es una máscara que me produce risa. Yo tengo incrustados en el alma estos meses, a fuego. Cada día, cada palabra. Los últimos ni te imaginas con qué nitidez.
Cada puta noche tengo luchas conmigo misma por no pensar. A veces incluso gano.
Hoy ni tan siquiera he ofrecido resistencia a los recuerdos. Es 24. Y aunque para ti no signifique ya nada, yo aún recuerdo aquel último viaje en tren, dándole la vuelta a aquella foto...
En días como hoy, deseo cerrar los ojos y sumergirme en mí misma. Al fondo, tan aislada de todo... Donde nadie puede alcanzarme.
Ni siquiera tú... (¿no?)
M.A.G.

"Un fin en negro"

"Un fin en negro". Con letras enormes, que ocupan toda la pantalla. Una palabra tan minúscula que sin embargo es capaz de eclipsar cualquier cosa. Que se traga todo, que se lo lleva todo.
Ya está, ya cada vez queda menos. Dentro de nada el calendario pasará la primera hoja, dentro de nada desaparecerá todo resquicio de ese pasado que se va alejando poco a poco.
¿Por qué cada día no es más fácil? ¿Por qué por mucho que me grito que pare de pensar en ti soy incapaz de hacerlo? ¿Por qué me siguen arañando las sábanas y sigo ahogándome en mis propias lágrimas? Como cuando nos conocimos ¿recuerdas? Me salvaste para luego hacerme caer en un abismo mucho más profundo. Pero no te culpo, ni te juzgo.
Desaparecimos. Nos perdimos. Rompimos lo mejor que teníamos. No supe retenerte. Y tú olvidaste quererme.
Así, sin más. Es lo que hay. ¿Qué se puede hacer contra ello? A veces me lo pregunto seriamente. Juego a combinar hipótesis, enlazando pasado, presente y futuro. Observando lo que queda y planteándome si aún pudo hacer algo con ello. La sonrisa irónica y el leve movimiento de cabeza son automáticos.
Triste ¿no?
Las cosas podrían haber sido distintas, me digo en días como este. Lo sé. Y es en esos instantes en los que juro que puedo sentir como el corazón se resquebraja un poco más.
¿Cómo he llegado a eso? ¿Cómo nos ha ocurrido? ¿Por qué?
Sé que pasarán años y yo aún seguiré guardando aquel último instante en mi cabeza. Ese último beso, las últimas palabras. Ya habrás olvidado la promesa que me hiciste. O quizá lo intentaste y simplemente no pudiste. Nunca lo sabré. Yo aún recuerdo esas palabras, esa sonrisa.
Nuestros últimos minutos me perseguirán vaya a donde vaya. No creo que pueda volver a coger un tren sin recordar aquellos viajes. La ida, la vuelta. Y esa mirada, la definitiva, la que llevaba un adiós implícito. Quién me hubiera dicho que era una despedida real, una despedida en todos los sentidos...
¿Sabes? Llegué a volverme. A mirar atrás (esperando encontrarte, esperando ver que aún no te habías ido, que seguías allí pensando en todo lo que dejábamos atrás). Y te habías ido.
M.A.G.


lunes, 21 de mayo de 2012

Todo está perdido.

Qué frase más corta y sencilla ¿verdad? Y sin embargo su significado es abrumador. Contiene tanto sentido, tanta rabia, tanto dolor... Es una sensación que me inunda y me desborda, que adquiere forma de canción, de recuerdo o de una simple palabra.
Es como escuchar 'diecinueve', cerrar los ojos y abrir la boca para dejar que se escape un suspiro (y que se entrecorte, dando lugar a una triste, tristísima, respiración ahogada).
"Y tu pulso tamborileaba en mis sienes y muñecas como diminutas patas de ciempiés..." Cómo llega a quemar el fuego apagado. Cómo llegan a agitarse las mariposas convertidas en cenizas. Ese fin en negro, ese "oh cállate". Hubo un día en el que todo eso eran incendios de nieve. Ahora no hay nada, tan solo ese puto guion enfermizo, esos instantes que yo congelé porque sí, porque temía con toda mi alma que fueran los últimos (cuánta razón tenía, esa puta disculpa que te di no te pertenecía, porque al final era yo quien estaba en lo cierto, por mucho que nos pese).
Solo queda humo, solo queda nada (poco más de lo que soy yo). Y que cuando parezca que las cosas pueden ir a mejor, cuando te dices "si ya está casi olvidado en realidad", vuelva cualquier pequeño detalle en forma de cristal. Sonrío con ironía. ¿Olvidado? Y una mierda.
¿Sabes? Nadie gritó con más ganas que yo ese "Putas ganas de seguir el show, ni de continuar mintiendo..." el viernes pasado, mientras se consumía en un millón de lágrimas atragantadas. Pero eso ya no le importa a nadie (es decir, a mí).
Me consumo como una vela apagada, sutilmente, sin que nadie se percate, sin que nadie a mi alrededor se dé cuenta. Y a veces me gustaría gritar "eh, estoy aquí, estoy aquí y nadie me salva". La culpa es mía, por ser tan buena actriz.
Últimamente mis días tienen forma de altibajos, y me dejo llevar, me arrastro, sin saber ya ni siquiera dónde estoy. Aún estoy esperando que alguien consiga salvarme de verdad.
Y sin embargo, tengo la sensación (la puta sensación) de que ese alguien a quien espero eres tú.
Es decir, que es como si esperara a nadie, ya que ambos sabemos que no volverás.
M.A.G.

domingo, 20 de mayo de 2012

"Ahora da la sensación de que todo está en mis venas"

¿Cómo las canciones pueden contar nuestra puta vida en 3 minutos? A veces se clavan y duelen tanto que cualquiera diría que son otra parte más de nuestro cuerpo, una prolongación más de los recuerdos.
Y quizá lo sean. Al menos ellas se quedan, aunque nos hagan llorar, nos desgarren y a veces nos obsesionen. Pero no se van, no cambian, siempre son las mismas. Consuelan y salvan en la misma medida que nos rompen por dentro. Compensan el daño. Las personas no suelen hacerlo.
Tal vez por ello me lleve mejor con mi iPod y mis palabras que con el resto de la gente. Nunca es suficiente para nadie, da igual quién sea. Siempre me toca conformarme con lo que haya, mientras me exigen a mí que dé todo lo que tengo. Y lo doy, siempre lo hago. Por eso me aniquila tanto el hecho de no ser nunca suficiente. Es algo a lo que cuesta (y mata por dentro) acostumbrarse.
"Ahora da la sensación de que esto está en mis venas... circulando en mi interior, retorciendo mis arterias." Es lo que hay. Una pena ¿no? Vivir en espirales de canciones, palabras y recuerdos. Cada día es más fácil, me digo. ¿Me miento? No lo sé. Solo intento recomponerme como buenamente puedo. No obstante, sé que estoy rota, rota de verdad. Como un cristal más, que corta, que destruye todo lo que toca. Intento solo destrozarme yo; nadie se merece que proyecte mi daño hacia el exterior. Quizá por eso a veces estallo y salgo volando en mil pedacitos.
Aún queda algo de inocencia, aún tengo fe en mis sueños de siempre. Lo que estoy perdiendo es la fe en mí. No es fácil cuando alguien te hace quererte desmontando todas estas teorías y luego resulta ser la demostración más evidente de que estaba en lo cierto. Qué irónico ¿no? Toda mi vida es una ironía en forma de capicúa últimamente. Santi, cuánta razón tenías en ese disco... Y en esas dos canciones, principio y final (del final).
Canciones, otra vez aparecen. Lo que me queda es eso, la música, las palabras... y los recuerdos.
Y con ello convivo, día a día.
"Y ya no puedo coserme, reinventarme ni quererme. Ha sido todo tan raro, sucedió todo tan fuerte..."
M.A.G.

martes, 15 de mayo de 2012

Que maten monstruos.

Tampoco pido mucho en realidad. Alguien que mueva a la chica a la que no podían mover. Una bola del mundo, una canción al oído, una sonrisa a destiempo, única, extraviada y solo para mí.
Vivir como Jack y Sally, tardes sin rumbo, visitas al aeropuerto sin motivo para ver tumbaos en el suelo despegar un avión. Noches reversibles, de incendio. Días azules, raros. Una carta de caligrafía ilegible, un mensaje de voz a las 4 y 26 con la necesidad impregnada en cada palabra. Romper ventanas, reírnos de la imposibilidad del equilibrio. Saltar a la vez, hacer que cada día cuente y vivir en la cima del mundo. Firmar todo con PD: Te quiero, tomar zumo de naranja con vainilla, creer en la luz y que me lleves al baile y pedir la canción más lenta y bonita de la ciudad. Y cambiar el calendario lunar, follarnos hasta el alma, besarnos infectados, conducir un viejo Mustang con Radiohead de fondo, crear incendios de nieve y calor. Jugar a ser dos gatos que no se quieren dormir, pasar la noche entera dibujando primaveras, y despertar a base de caricias en la espalda.
Besos que no salgan tan caros, abrazos sin fechas de caducidad, miradas que no se pierdan tan rápido. Encuentros eternos, sonrisas que desafíen la ley de gravitación universal, lugares donde gritar, una moneda sin cruz, y cruzarnos en tardes grises a punto de llover. Ser lija y terciopelo, recorrer laberintos irreales, acabar en Copenhague, corriendo y huyendo de espejismos. Luego bajar hasta París, empezar a recordar lo que sí sucedió, y terminar en Roma mirando al Tíber y riéndonos de los que creen que los gatos negros dan mala suerte, pero después de tirar una moneda a Trevi y enganchar un candado en ese puente. Cruzar el mar hasta Barcelona, y vagar por las Ramblas y sus rincones perdidos y olvidados, creyéndonos Julián Cárax y Penélope Aldaya, aunque con una historia de final feliz.
Y esta es solo una pequeña parte de fragmentos de canciones, películas, libros o mi vida. Cuando alguien de verdad mate monstruos por mí y me lleve a Madagascar, ese día sabré que respirar merece la pena por algo más que escribir.
M.A.G.

lunes, 14 de mayo de 2012

Nuestras propias palabras se alejan de nosotros.

¿Soy yo la que está escribiendo esto? ¿Hasta qué punto "soy"?
Porque me he buscado en mis propias palabras, lo más mío que poseo, una de mis principales razones para seguir adelante, para sumar respiraciones a mi cuerpo.
He buceado en las más recientes que tenía. Y eran tan brillantes que me han deslumbrado, que me han cegado y se han llevado una parte de mí hacia atrás, hacia ellas.
Las he sentido todas, una a una, desde la primera hasta la última letra. Qué fácil resulta recordar a veces. Especialmente cuando la cantidad de recuerdos es tan extensa que produce hasta miedo hacer el cálculo de cuánto de mí se ha quedado en el pasado. No quiero pensar en eso, pero me lleva plantearme qué soy yo, qué era, y qué seré. Me aterroriza pensar que lo mejor de mí se ha quedado atrás, que las palabras, que el corazón, me han arrancado una parte esencial de mí, una parte sin la que no puedo estar. No sé exactamente si tiene un nombre, solo sé que me persigue, que me observa cuando duermo, que se introduce hasta en el más mínimo resquicio de mis sueños.
Intento ignorar todos estos pensamientos, pero emergen de repente, en forma de pequeño detalle que desencadena estampidas de recuerdos. Y vuelvo a la entrada anterior, a decirle a mi cuerpo que se tiene que acostumbrar a esta cantidad de oxígeno, rara y desagradable, conocida pero ya olvidada. A veces lo consigue, otras... Otras simplemente, sobrevive.
Quizá es que esas palabras no son lo normal en mí. Para qué engañarme, siempre se me ha dado mejor hablar de cristales rotos (también conocidos como "yo"), de ironías desgarradoras, de tormentas y de historias de Zafón y Burton. Tal vez no sepa escribir sobre algo bonito que no sea triste, y el mundo se empeñe en recordármelo de esta manera.
Fue una vez el Sol... Y curiosamente, esta vez, era invierno.
M.A.G.

domingo, 13 de mayo de 2012

"Si no respiro es por no ahogarme."

Inspirar, expirar. Es un acto inconsciente, que realizamos continuamente y sin darnos cuenta la mayoría de las veces. Parece algo sencillo y automático ¿no?
Sin embargo, cuando subes a lo alto de una montaña puede costar respirar, debido a la gran cantidad de oxígeno (que es superior a la acostumbrada) del aire. A mayor altura, mayor dificultad. No obstante, el organismo se va adaptando progresivamente en la subida.
Pero.. ¿y si de repente pasamos de estar abajo a estar arriba, sin que la progresión haya tenido lugar? Es posible ahogarse, que los pulmones no reaccionen correctamente a esa elevada cantidad de oxígeno, que nuestro cuerpo no sepa adaptarse correctamente al cambio de presión atmosférica.
No hace falta escalar ninguna montaña. La vida puede sorprendernos de un día para otro con cambios a los que no logramos adaptarnos, que nos dejan sin respiración. ¿Que qué hay que hacer en esta situación? Ni puta idea. Si alguien tiene unos pulmones nuevos, que me lo diga. Los míos funcionan bien por inercia, pero por las noches a veces se atascan levemente, se enredan con lágrimas y se mezclan con recuerdos. Y mi cabeza, en su inútil y racional intento por impedirlo, desordena aún más la respiración, se equivoca, razona con el corazón (que se niega a obedecer nada que provenga de ella. Tienen una guerra secreta de la que nadie se percata pero cuyos efectos pueden dejarse ver en mi mirada).
De momento, hago lo único que creo saber hacer. Escribir.
Para bien o para mal, siempre me quedan las palabras. Quizá mediante letras sea capaz de construir unos pulmones que respiren impulsados por frases cuando todo lo demás falle.
M.A.G.

viernes, 11 de mayo de 2012

"¿Y si el miedo me coge y me mata?"

Hoy es un buen día para hablar de miedos. Creo.
Vivimos contando los segundos que nos separan de las cosas, pegados al reloj, controlados por un par de agujas y una esfera de cristal. Es como si temiéramos respirar sin conocer la hora que nos ata.
Nos aterra el tiempo. Es un miedo instintivo. Ya sea al pasado, al presente o el futuro.
Los recuerdos nos atan, constituyen esa arena ya caída, esos momentos que no se repetirán. Y a veces pensar en que las máquinas del tiempo no existen, es como morirte un poquito. Esa felicidad grabada en nuestra mente nos parece tan tangible y a la vez tan alejada... Como contemplar el mundo desde la cima de una montaña de la que sabes que no podrás bajar.
Y luego el presente (¡qué rápidamente se vuelve pasado! Como ahora. Y ahora.), tan insufrible a veces que deseamos adelantar unas horas (o una vida) el reloj. Pero... ¿y esos momentos perfectos? Ese sentir que te hallas en uno de ellos y decir ¡no! por favor, que alguien pare el tiempo, por favor, no puede acabar esto... Ese apreciar lo que se tiene sabiendo que se perderá. La felicidad es tan irónica a veces.
Finalmente, el futuro. Ese futuro que tanto nos asusta en los momentos perfectos. Y que tanto ansiamos cuando el presente nos hunde en espirales de autodestrucción. A veces, el mañana es esa fecha en rojo del calendario, lo que más deseamos, es felicidad embotellada, deseando ser abierta y disfrutada. Pero... ¡eh! ¿cómo puede ser? Ya es pasado...
Curioso el tiempo ¿verdad? Y sus efectos. Y sus recuerdos. Y lo que duele.
Iba a hablar sobre los miedos. Quizá es que, todos, se resumen así. En el tiempo.
M.A.G.

miércoles, 9 de mayo de 2012

"Para empezar, diré que es el final"

Si algo he comprendido sobre mí en estos años, es lo bien que se me da evitar bajo capas de palabras tristes lo que en realidad deseo decir.
Quizá es que ocurre como en el epílogo de 1999, que voy a necesitar diez putos años para ser capaz de escribir la historia.
O que todavía me da miedo hablar en pasado, decir que me resigno, que adiós, que es el final de los finales.
Creo que aún no puedo soportarlo, que aún estoy esperando mirar el móvil y que vuelva esa sonrisa a mi cara, que todo recupere su curso habitual. Qué fácil es acostumbrarse a algunas cosas.
Solía decir que antes estaba rota, pero creo que me equivocaba. Si no entonces, ¿cómo se le llama a esto? No sé si existe un nombre, pero creo que tampoco es necesario. Solo sé que vivir se ha convertido en algo automático. Que a veces es como si me observara desde fuera y me dijera ¿esta soy yo? ¿qué estoy haciendo? ¿cómo he llegado aquí?
Y sonrío. Por inercia. Casi todo el mundo se lo traga y me siento como la mejor de las actrices. A ti nunca he sido capaz de engañarte. Quizá debería aprender.
En realidad, no sé si debería escribir todo esto. Tal vez haya gente que se ría de ello, que lo vea absurdo, o incluso triste. Pero es lo que hay. Lo que pienso y lo que siento. ¿Recuerdas? Y esta vez no estoy citando a Ángel González.
A día de hoy, puedo afirmar que soy una de las chicas más ingenuas del mundo. A veces maldigo mi inocencia. Otras me pregunto ¿qué sería sin ella? Estoy cansada de observar como todo el mundo deja de creer en las hadas, de tener fe, de soñar. Me apago entre tanto cinismo, y mi mirada de niña está demasiado empañada como para reaccionar.
Y el texto sigue, pero está guardado en mi ordenador. No creo que deba leerlo nadie. Solo tú. Es la historia. Nuestra historia. Si alguna vez te llegan estas palabras por casualidad, dentro de un tiempo, quizá te preguntes cómo la cuento, qué frases utilizo. No es un cuento, no se parece en nada a aquella historia, la primera que me contaste (cómo ha cambiado todo ¿verdad?). Es simplemente una despedida, un "fin" rodeado de toda la emoción que contengo estos días.
Algún día, quizá, las palabras de verdad lleguen a su destino.
Tal vez.
M.A.G.

Un 909 que nadie encuentra

Cuidado con lo que dejas atrás cualquier día inoportuno. La mayoría de las cosas que perdemos escapan de nuestras manos al desviar la mirada un momento.
Presta atención a todas esas minúsculas acciones que irremediablemente arrastrarás el resto de tu vida. Todo lo que ya no tienes, todo lo que te hace culparte, lo que te separa de la línea del perdón y la culpa (mientras observas que todo se desmorona).
Nosotros mismos nos escapamos, nos vamos, interponemos barreras insalvables y luego achacamos a otros el no tener el valor de atravesarlas. Quizá ni siquiera seamos conscientes de que los muros de nuestro corazón pueden ser más contundentes que cualquier piedra.
Ojalá fuéramos más río y menos camino. Ojalá menos viento, un poco más de fuego.
La ironía de los finales es su irresistible parecido con viejos comienzos. Sentimos una atracción inmerecida por todo lo que conlleva esa sonrisa sarcástica, esas lágrimas de rabia. No vale la pena engañarnos ¿no?
Ni siquiera tengo el cuidado de no escuchar McEnroe o Love of Lesbian por las noches. Típica autodestrucción esperada. Y aún no he caído en Ángel González, ni en las películas de Burton. Supongo que aún queda algo de sentido (comúnmente conocido como común, del que carezco), o simplemente de esperanza. Todo muy probablemente improbable, la típica causa perdida.
Ya no sé ni dónde deposito la mirada o las palabras. Si alguien las encuentra, que me avise.
M.A.G.

Viejas palabras, otros comienzos.


Siempre igual. Sí, la verdad es que no cambio, y tampoco es que quiera hacerlo. Me quejo de ser como soy pero en realidad encuentro una oscura y enfermiza satisfacción en todo esto, algo que por otra parte tampoco es una novedad. Y sí, soy fatalista, dramática, bipolar, extremista, apasionada, obsesiva, perdida, naufragada, distraída, lejana, obsesionada, secreta, absurda, sentimental, llorona, risueña y extraña. Es complicado conocerme, casi nadie lo logra y a veces es curiosa la distorsionada percepción que se observa en el exterior. Escribo, pero nunca para nadie, solo para mí, porque es mi vida y porque lo necesito de la misma manera que si no respiras te ahogas. Grito porque a veces la rabia me pierde y me escondo de mi impotencia a base de intentar expulsarla. Lloro, ya que las historias trágicas siempre han sido mi punto débil, y más cuando se ciernen sobre amores imposibles. Río al segundo de haber llovido mil lágrimas, porque cualquier detalle bonito basta para sacarme una sonrisa, porque donde encuentro el rastro más leve de amor ya siento que el mundo es un lugar donde no merece la pena entristecerse. Y lo que es más habitual en mí; me pierdo, ya que mis conflictos interiores y mis dudas existenciales (y no tan existenciales...) me absorben de forma total y extrema, me alejan, me llevan y yo suelo dejarme ir, aun sabiendo que eso puede llevar a una abstracción que sorprenda y quizá desagrade a otros. Tampoco es que me importe demasiado, tampoco es que suela invertir mi preciado tiempo en cavilar sobre personas que no significan nada, ya gasto demasiado en algunos otros y la verdad es que no me sobra. Aunque ya se sabe, la vida no es fácil y las personas lo son aun menos. Y es en esos momentos complicados cuando suelo poner distancia entre el mundo y yo, cuando me sumerjo en mi propio universo y pongo el modo apagado para el resto. Intento que no se note, pero quien me conozca de verdad lo reconocerá enseguida cuando mi mirada se torne turbia y mi sonrisa, ligeramente pensativa. Se dará cuenta de que lo que más me gusta hacer en esos momentos es escribir, escribir y escribir, que probablemente dejaré mil deberes que hacer, mil cosas a medias, y a medio mundo en espera, pero no es algo que me quite el sueño. Estoy hecha de miles de pequeñas contradicciones. Me encanta la lluvia, especialmente verla caer desde alguna ventana mientras me pierdo ensoñaciones, aunque también disfruto quedándome dormida sintiendo el calor del sol sobre mi piel. Me fascinan el color gris y el azul cielo, tengo extrañas obsesiones con ciertos números, carezco de filtro en algunos momentos y lo que pienso y siento se lee en mi cara con demasiado facilidad en ocasiones... Vivo encerrada en mis libros y mis sueños, y sin embargo soy la primera a la que le encanta tirarse un fin de semana entero en la calle. Amo dormir y dormir, aunque me pase mil noches en vela. Me paso el día cantando, riendo, viviendo y dándole vueltas a los mismos temas una y otra vez, aunque siempre con un matiz diferente. Me enfado con mucha facilidad en opinión de algunos, pero eso se debe al hecho de que se desconocen muchas situaciones y de que todos tenemos ciertos temas sagrados, o si no, será que sólo me ocurre a mí. Como ya he dicho, no es que me importe en exceso, y es simplemente mi forma de ser, nadie tiene por qué clasificar mi personalidad en defectos y cualidades, porque muchas veces están demasiado unidos y me cuesta diferenciarlos incluso a mí. Además de que por supuesto, hay que pensárselo dos veces a la hora de juzgar a alguien, porque muchas veces se condena por el simple hecho de no entender o de no compartir un punto de vista... Simple egoísmo disfrazado de justicia y filosofía barata.
Sí, soy bastante diferente a lo habitual, aunque me evada alguna vez emborrachándome, odie estudiar, me encante el chocolate y adore a mis amigas, siempre tendré detalles que quizá nadie nunca logre entender, y cuando vaya sola por la calle, siempre llevaré mi iPod en los oídos mientras le doy vueltas a todo lo que me rodea sumergida en la música y en las infinitas historias que aún me quedan por vivir y por escribir.
M.A.G.

martes, 8 de mayo de 2012

Abril

Las horas caminan lentamente por el pasillo de mi memoria. Todo parece simple de día, el mundo es más llevadero.
Luego llega la noche. La misma luna, las mismas estrellas. El mismo cielo me contempla impasible. He dejado de observarlo. Ahora le rehuyo la mirada a todo lo que signifique noche. Incluida yo.
Sé que nada de esto importa, yo misma me he convertido en una pequeña sombra, invisible y silenciosa. En realidad, tan solo soy ese "¿Recuerdas?" de Ángel González. Poco más.
Y no me queda más que respirar, leer y escribir. Ya está. Nunca nadie me ha protegido y no lo quiero ahora (querer y necesitar no tienen por qué ir siempre juntos. A veces se repelen incluso).
Soy incapaz de renunciar a las palabras, lo único que me calma ahora. Un tranquilizante, quizá un placebo. Porque son mías, y no...
Suficiente. Desaparecer a veces parece sinónimo de un espejismo. Un oasis en el desierto. Una respuesta vacía a miles de preguntas que ya no le importan a nadie (es decir, a mí).
Por todo aquello que no me merece la pena, escribo. Ya ni siquiera juego a lanzar monedas. Me resigno. La luz se ha apagado, los segundos han ido desapareciendo, como una especie de cuenta atrás que nunca vi. Pero estaba allí, parpadeaba en silencio, esperando.
Nadie tiene por qué comprender esto. Ni quiero que se entienda. ¿Qué sentido tiene ya?
Solo me queda respirar por las letras, clavar la mirada en la pared e intentar hacer como que soy fuerte.
M.A.G.

Pero.

Pero hay que guardar siempre una sonrisa en el bolsillo.
Empiezo con esa palabra en concreto, porque dicen que todo lo que se ha dicho antes de ella, pierde valor.
Es una palabra de comienzos entonces ¿no? Quizás buenos, quizás malos, pero son comienzos al fin y al cabo.
¿Y qué mejor que negarme a mí misma y a la tristeza que yo implico, para construir una frase optimista?
Cada día cuenta, todo depende de lo que hagas con él. Ten cuidado con dejar atrás las cosas que te hacen ser tú; los anhelos, recuerdos y hasta los pequeños miedos que te constituyen, que son tan parte de ti como tu aliento o tu forma de parpadear.
Perdemos mucho renunciando a causas perdidas. O ganamos. Aún no lo he decidido.
Solamente sé que a veces soy todo risas, y al segundo un torrente de lágrimas. Podríamos hablar de (des)equilibrio. Sentir hasta el extremo, correr y nunca parar. Es mi manera de vivir.
M.A.G.

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Recuerdo por inercia. Del mismo modo que tomas aire cuando te levantas por las mañanas. Del mismo modo que sangras al cortarte con un papel. Es simplemente eso, y se resume en el concepto de la inevitabilidad.
Cada uno posee su propio inevitable, su propio tic, su propio vicio inconfesable. Somos una montaña de altas expectativas que algunos suben y otros bajan. La mayoría huyen.
Quizá debí decir "soy", pero el plural es siempre una buena forma de esconderse, como sabe cualquiera que utilice las palabras como método de evasión.
No obstante, lo importante siempre son los recuerdos. Todo pasa, las personas se van, incluso las lágrimas pueden acabarse alguna vez. La memoria permanece en la mayoría de los casos. Oprime, ahoga, asfixia. Pero no debemos olvidar que a veces, a veces... A veces también salva.
Y tal vez esto simplemente sea un delirio más, uno de tantos, o un grito de alguien que se sumerge en un vaso de agua o en un océano tan profundo como inabarcable (quizá, todo lágrimas. Quién sabe.)
Pero es lo que hay. Lo que queda. Lo que me queda. Si los años han tenido la consideración de enseñarme algo, es que las palabras no se van, permanecen, aunque sea solo para recoger tus pedazos.
Esto es un comienzo, un final de finales, una página nueva de algún libro o simplemente otro calendario, otro mes, otra vida. Depende de los ojos que lo miren. Depende, como suele suceder, de la persona que intente comprender (nunca, jamás juzgar).
No soy fácil de entender, y mucho menos de querer. Soy lo que hay. Y no quiero ser más.
Solo palabras y recuerdos. Y algún resquicio de tristeza.
M.A.G.

Primer cambio.

Hasta ahora este blog ha sido simplemente un compendio de imágenes bonitas mezcladas con palabras de otros. No obstante, eso es algo que va a cambiar. A partir de ahora, lo que recoja aquí serán reflexiones mías, será un trozo de mi vida, seré yo.
Aunque me dé miedo. Pero eso es otra cuestión.