miércoles, 29 de julio de 2015

Que la piel es de quien la eriza, joder

Viajar conlleva recorrerse la piel a doscientos kilómetros por hora, abrirse el alma en canal y aprender que huir de uno mismo no borra ninguna cicatriz. Quizá estoy hecha para explorar el mundo entero empapándome de vida hasta estallar. Quizá no sé permanecer mucho en un mismo sitio porque habito en la nostalgia de cada uno de ellos.
Iba a acostarme para poder repasar las luces y las heridas pero necesitaba escribirlas en algo más que un silencio. (Y es todo tan circular que a veces hasta me mareo si recuerdo.)
Llevaba meses echándome de menos, arañando trozos del pasado buscando un puto extremo o algún impulso irracional. Pensaba que viajar lejos me curaría de eso. Me equivocaba, el punto de llegada tan solo servía para comprender el inicio. Huir me ha hecho entenderme, cerrar un ciclo, romper una barrera. Las mismas palabras vuelven siempre a mí.
Tal vez llevo semanas sabiendo lo que quiero, sin atreverme a rozarlo por si se rompe. Tal vez me haya cansado.
Un día alguien me susurró que "la piel es de quien la eriza". Y me pasaría toda la puta vida temblando.
M.A.G.