lunes, 31 de marzo de 2014

Como masturbarse llorando

Como que se largue el mismo tren mil veces, dejándote temblando en la estación.
Como escribir un mensaje para luego borrarlo.
Como callarte todos los gritos que se pierden en la garganta.
Como jurarte que no volverá a pasar y sonreír cuando ocurre (con rabia, desgarrándote).

Como darte de hostias con los puntos suspensivos.
Como perder toda noción de tiempo, perder los papeles, perder hasta la risa.
Como desear que el tiempo se duerma contigo.
Como despedirte (huyendo, por qué no).

Como ver cómo se evaporan todos los besos que jamás darás.
Como arañar los cristales suplicando al universo una (puta) explicación.
Como desaprender a respirar (qué más dará).
Como querer y querer y querer y querer y que duela más que la vida.

Como cansarse del destino, de las casualidades, de todo lo bonito.
Como borrar los suspiros del aire.

Como dibujar los trazos inconexos de un amor brutal.
Como echar de menos el vacío de algo que no tienes.

No sirve de nada comparar. La ineficacia de la nada se consume más que el último cigarro del paquete.
De buenas intenciones está el infierno lleno. Y por desgracia, se quedan a medio camino entre el cielo y el quizá (donde arde hasta lo más puro).

M.A.G.

martes, 25 de marzo de 2014

La primavera se subió a mi falda y desgarró las flores

Se deslizaban apresuradas, tímidas, eufóricamente enrarecidas de rojo. Sus pétalos de risa olían a bares llenos de aquel frío que parece no irse nunca.
Bailaban llenas de rabia muda, de tristeza vacía con olor a despedida. Aquellas faldas que volaban entre abriles se esfumaban con el invierno, pero algunas incluso se cosían los colores a diciembre.
El escenario, el ambiente de ensoñaciones propio de los felices años 20, de esos que desembocan en alguna tragedia de Fitzgerald.
Las lágrimas de plata contaban historias a altas horas insalubres, donde los suicidas cruzan puentes pero no se enamoran de ellos. Aquellas gotas de lluvia empañan a menudo los critales del superficial espejo que exhibimos ante los demás. Somos nubes extrañamente melancólicas, pero sabemos querer sin medida y joder. Con eso basta.
El argumento, los sueños encendidos con la bruma, el sol rezándole a las estrellas (cuentos que se lloran cuando se ama).
Funambulistas que se especializan en gritarse y en comerse el aliento a versos. La mayor histeria descontrolada a las dos de la madrugada, porque curar conlleva destruirse primero. Y dos extraños sin frenos siempre entienden de heridas porque una vez se enamoraron de ellas.
Entre agua marina y sonrisas al vacío, nos despeñamos con dulzura, y qué no daría por saltar siempre hacia ti. 
Los actores, escondidos en sus máscaras de realidad bajo los recuerdos sin suceder. Insensatos y terribles, cuerdos de atar y de vuelo. Autobuses y ojeras, gritos enfrascados en cabezas tristes.
Las agujas se enfurecen cada vez que retroceden. Están mustias y cansadas, ya no atienden a (co)razones. Los engranajes del alma van a trompicones contra el puto espacio tiempo. Cosas de relojes.
Quiero aprender a echar de menos los abrazos poliédricos, o simplemente que el tacto de una sonrisa posee más magia que las hadas.
M.A.G.

jueves, 13 de marzo de 2014

Morderse la lengua por no morderse el corazón

O eso digo a veces cuando pienso más que siento o al menos intento que lo parezca. La rabia se me cuela por las venas y no sé si me deshago o sangro. No entiendo ni lo que soy ni lo que fui. A veces me echo de menos y otras espero no volver a verme jamás. Naufrago como un alfiler herido en una masa uniforme en la que clavarme mientras me asfixian.
Y mi impotencia es solo escombros que esconder debajo de la cama. Algunas noches yo también me deslizo ahí abajo y cierro los ojos mordiendo las líneas inconexas de mi memoria. Y sí, últimamanete  he vuelto a naufragar en Marina; mis recuerdos solo son trazos de lo que nunca ha sucedido (y aquí tengo que matar al futuro o a mí).
Grito sin que nadie me escuche y juro que es quizá lo mejor que sepa hacer. Las mañanas deshaciendo mi cama son un océano de mierda, pero al menos aniquilan algunos relojes y creo que esa es la única magia que me queda a veces.
Morderse las palabras contra las sábanas, para no morder las mariposas tibias de quien no lo merece.
Es una gilipollez tener que escribirme cuando tiemblo, y no sé hasta qué punto las costillas sirven para oprimir los silencios. Ojalá supiera la fórmula para respirar flojito cuando el mundo ruge fuerte. El nudo en la garganta debería ser considerado arma de destrucción masiva. Como algunas sonrisas.
¿Cuál es la prioridad? ¿Reescribir el olvido, derrapar a ciegas, tropezar con el impasse? Nada flota, y el río ya se ha llevado demasiada basura triste, que reposa indolente en alguna playa muerta, cubiera de negro chamuscado de recuerdos.
(Suena la última nota de un piano en una habitación vacía, cargada de paredes ciegas que no tienen manos.)
Presos de inconvenientes absurdos y excusas cojas, deambulamos como payasos que solo se acuerdan del circo cuando hay leones. El humo de los espejos llega tarde, y la inocencia se ha quedado atrapada tras los muros de la impotencia.
Jaque mate.
No un fin, solo una próxima partida. No una derrota, solo una victoria aplazada.
Siempre serás mi ajedrez favorito.
M.A.G.

sábado, 1 de marzo de 2014

De los que no tienen voz (1)

Decía esperar
pero sin el alma.

Con el cuerpo
con la rabia
con la flor helada.

Ella era mar
era lluvia incorregible, cansada
ahogada en tenacidad
marchita.

Consumida
entre sombras rotas
de bocas egoístas.

Perdió su guerra
para ganar honor ajeno
vacío.

Los fantasmas también tienen voz

aunque solo sueñen.

M.A.G.