sábado, 23 de febrero de 2019

Aviones sin ti

Murakami escribiría algo fantástico sobre los aviones
sobre la tristeza que impregna cada movimiento
cada trazo del ala en el aire
una maquinaria absurdamente humana.

Pero yo
(por desgracia)
no puedo ser Murakami
llevo meses sin escribir
y yo misma transporto alas
de tristeza y humanidad.
Tan tangibles, tan ensangrentadas.

Dentro de este habitáculo de metal
llevo mis ruinas de un país a otro.
No tengáis miedo, no son radiactivas.
Al menos por ahora.
Tampoco son tan bonitas como para ser admiradas en museos.
Son ceniza y coraje cubriendo mis huesos.

Anuncian el inminente despegue
dejo estas palabras bajo llave
para quien quiera abrirlas
abrirme.
Cierro los ojos y recuerdo.
Ahí estás.
Gracias.

M.A.G.

domingo, 25 de noviembre de 2018

25

Se me duermen las entrañas
si recuerdo que entre el blanco y el negro
aún queda azul.
Bajo las alas rasgadas
entre los huesos que chocan
aún hallo paz.

Mi cuerpo siente un sol que desconoce
que emite una luz cambiante
y no sabe cómo alzar la mirada
porque quizá lo ciegue.
Sigue en la misma encrucijada
sintiendo el abismo en la sangre
y noviembre en la piel.

Vuelve a dar otra vuelta el planeta
calcinado
en el que hoy crece vida
entre desolación y miedo.
El cielo sigue siendo tristeza
pero a veces llueve.

Respiro en esta atmósfera viciada
aún viva
bajo un calendario que me aplasta.
Debe quedar esperanza dentro de mí
si aún sé encontrar las palabras.
M.A.G.

martes, 14 de agosto de 2018

Más ruinas

Si sobreviví a la destrucción del universo, puedo vencer a cualquier ciudad ardiendo.
Por muy hermosa que fuera.

Vivo en unas ruinas 
cuidadas con esmero
casi como Roma 
pero con las bombas surcando cada cielo
que lloro al cerrar los ojos.

He viajado al centro del invierno
porque mi corazón ya es de nieve.
Y lo siento arder contra la sangre
y me quema el hielo sucio
que atraviesa mis arterias
cada vez que entiendo
que hay heridas 
que son para siempre.

No quiero decirlo porque ocultar la verdad
la aleja
pero sé que estoy rota
noto mis mecanismos estancados
como el agua densa y verde
obstruyendo mis huecos más tristes.

Sé que no hay arreglo
sé que he perdido
sé que el sol era un milagro
y ahora las nubes me sueñan.

M.A.G.

miércoles, 18 de julio de 2018

Palabras incorrectas

A veces me llevo la mano al pecho
para comprobar si aún tengo
corazón.

(Pregunta incorrecta)

Ese sucedáneo de ruido triste
no tiene nada que decirme
solo golpes.

(Respuesta incorrecta)

Entonces recuerdo.
Basta con eso.
Se rompe.

(Acción incorrecta)

Solo intento no ser un mecanismo roto
no buscar un brillo muerto en un pozo
necesito otra vida.

(Deseo incorrecto)

Por eso de noche desaparezco
entre sal, tierra y fuego
He llorado la luz.
Ya solo queda sombra.

(Conclusión incorrecta)

M.A.G.

martes, 26 de junio de 2018

Jarrón

Recuerdo que
cuando exhibía sin pudor
sus trozos rotos
bonitos y afilados
trepaban corazones tristes
aunque siempre
siempre
volvían a la basura.

Comprendí
que nadie quiere lo defectuoso
es normal buscar algo nuevo
en perfectas condiciones
sin marcas de bombas nucleares
ni cicatrices tan hondas
como los pozos donde ya
no tiran deseos.

Por eso
ahora he reunido los retazos
y finjo que el jarrón está bien
que los surcos irregulares
son solo caprichos del diseñador
pero soy consciente
de que nadie va a creerlo.

Sin embargo
a veces brilla
y algunos lo tocan con cuidado
pensando que nunca vieron
esas formas.
Creen que las manchas de sangre
son solo dibujos.

Parecen admirarlo.
pero es una ilusión
solo querían jugar con la imagen que proyecta.
No ven nunca más allá
y si lo hacen
huyen a cielo abierto.
Ya encontrarán algo en buen estado, piensan.
Jamás se lo reprocho.

Algunas noches
etílicas crónicas
rozo yo también
esas heridas en espiral
siento ternura por aquel jarrón
desearía ayudarlo
infundirle esperanza.

Como si la hubiera.

M.A.G.

martes, 15 de mayo de 2018

Volatilizar todo

Me gusta oír llover porque es como verme por dentro. Las gotas descomponiéndose al rozar el suelo me recuerdan al impacto de la opresión en el pecho contra mis órganos. Estoy desapareciendo.

Siento como si los abrazos me inundaran y claro que no puedo retener el agua. Vuelvo a tener 17 años y tanto miedo que me quema el humo de un fuego que nunca arde del todo. No creo que pueda luchar contra mis cenizas flotando.

Tengo el mar en las entrañas, tanta sal ha cristalizado mis arterias; apenas noto el peso del líquido que anega mis pulmones, mi corazón, mis deseos. Mis ojos no son manantial suficiente, no me bastan, no consiguen vaciar el abismo que guardo en el pecho.

Mi abismo canta una distopía inimaginable, una película triste con una nota discordante, un sueño entreabierto. No logro entender cómo sale tanta agua de algo que parece desértico y abandonado.

Soy tan vacío sin fondo. Tan ojalá sin deseo.
Algunos días ya no lo sé. Solo lo siento.
He desaparecido.

M.A.G.

miércoles, 21 de marzo de 2018

Y claro que sé

Y toco las canciones tristes con mi cuerpo.
Y juro que me saben a piano y yo
no sé oírlo con las teclas justas
no sé rozarlo si no es con unas manos que cantan
lejos.
Y esta noche he llorado música sobre mi pelo
y he creído resucitar al oír en otras palabras mis secretos más brutales.
Y claro que sé cuál es la frase que termina el poema.
Otra cosa es que no quiera escribirla.
Y llevaba días sin rozar la tinta y me he visto arrastrada y apenas veo por la sal de agua. Y siento que es cierto, no necesito más confirmaciones, más teorías, más desvelos.
Y no sé si esto es poesía, vómito o llanto en prosa. Y claro que deseo poder contarlo.
Pero se me hunde el pecho, brotan lágrimas de canciones y miedo.
Y he comprendido que

M.A.G.

viernes, 16 de febrero de 2018

Dualidades

A veces me preocupa ser dos personas conviviendo bajo la misma piel, dándose golpes contra el mismo corazón sin orden, sin medida, sin sentido. Tengo que escribir porque una parte de mí está dentro de una jaula hecha de palabras. Pero me aterra estar destruyéndolas, no quiero salir de los barrotes y así mostrar el contenido frágil que mira con temor los puntos suspensivos que dibuja el aire ahí fuera.

Soy tantas personas al mismo tiempo que no sé si peco de hipócrita, si estoy destruyéndome a través de la locura, o si simplemente soy tan compleja que no consigo unificarme. Algo así como un país deshilachado, como la URSS cayendo en pedacitos, como el cola cao flotando en la leche. Las islas de mi cabeza temen a los destrozos de mi corazón.

Ya no sé si soy la nueva chica fuerte o aquel cuerpo aplastado contra una almohada que solo anhelaba desaparecer. Unos días veo a alguien tan valiente que solo puedo dar gracias, pero otros deseo escupirme en el alma con cada silencio. Necesito que me comprendan, pero ni yo misma soy capaz de descubrir qué se halla entre mi sangre y la calma.

Ojalá el sarcasmo y la indiferencia ganaran la partida a la tonelada de terrores nocturnos que habitan en mi conciencia. Creo mis propias pesadillas estando despierta, soy los monstruos que viven en mis sueños, como antes, como hace años.
¿Sabéis cuál es la diferencia?
Ahora soy yo quien los mato.

M.A.G.

domingo, 28 de enero de 2018

Siempre Roma

A veces sueño con Roma.

Siempre nos hemos parecido;
las ruinas, los escombros
el caos, los deseos.
El Síndrome de Stendhal perpetuo
el infierno bajo el mármol
y ese frío que te come por dentro
hasta nevarte las arterias.

Siento la playa cerca
pero nunca nunca nunca
alcanzo a rozarla
solo deambulo por aeropuertos
supermercados
cadáveres preciosos.

Intento hallar la diferencia
entre ella y yo
separar la herida de la carne.
Qué despropósito.

Estamos condenadas
a preservar delicadas formas esculpidas
en el eco de nuestras memorias.

M.A.G.

martes, 26 de diciembre de 2017

Campanas

Se oyen a lo lejos
tibias, certeras, inapelables.
Cantan, cuentan, continúan
herida tras herida
cicatrices en un calendario.

Se han arrancado las hojas
y tiembla el bosque.
Teme las llamas
aunque desea incendios
fuegos artificiales.
Otra metáfora
que murió en paradoja.

A veces las palabras
se vuelven más reales
que quien las emplea.

El reloj regresa y
a medianoche
llorarán las agujas
sonidos viejos.
2017
huele aún a vida.

2018
ojalá lo protejas.

M.A.G.

domingo, 22 de octubre de 2017

26/11/2016

A veces me pregunto
si la tristeza es simplemente
una enfermedad crónica
mariposas muertas
o una condena a vida.

Esa recta rota que trepa
por las arterias incendiadas
queriendo amputarme el corazón.
Mis reacciones químicas
se han vuelto fórmulas letales
y ni siquiera entiendo
las marcas que dejan en mis huesos.

Son las cinco y dieciocho y
vuelvo a llorar en el sofá
porque llueve en mis sombras.
En la oscuridad
caen gotas de recuerdos
ácido sulfúrico en la piel
el empujón de un suicida
la última canción de un pájaro.

Estoy destrozada por un pasado
del que no aprendí casi nada
solo a huir de la memoria
o a no pensar que
escribo esto
(una vez más)
porque mañana es mi cumpleaños.

M.A.G.

lunes, 2 de octubre de 2017

De epifanías y madrugadas

Hay un rayo de oscuridad
en un mar de luz desbordada
y brilla tanto
que las sombras han cubierto
de ramas mi memoria.

Hay casualidades
que son mapas en la piel
y brújula en las mariposas
porque a veces de repente
se inundan todos los huecos.

Hay estrellas desveladas
vagando por ojos despiertos
donde no llegan planetas
pero sí algunas miradas
cuando se unen esas líneas.

Hay inviernos que huelen a verano
y palabras que saben a abrazarse.
Así creo en las ideas azules
que se cuelan tibias por las noches
en mis venas radiactivas
en mi herida dibujada
en mis ganas de volar
cuando me crecen las alas.

M.A.G.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Siempre gana. Siempre pierde.

Esa chica fácil y adorable, que es sencilla y hace lo que los demás esperan de su sonrisa. Que nunca cae mal y escucha la música de moda mientras repasa sus sueños normales, sus recuerdos agradables. Que escribe esas frases amables que pueblan las redes sociales. Esa es la chica buena que siempre gana en la vida real.
No existen huecos para las chicas tristes y complicadas, que sienten las venas cargadas de poesía y de nostalgia, que diluvian en cada esquina oscura y que leen más libros que revistas. Da igual lo que os digan; no os creáis nada. El mundo es de las chicas simples y felices, las que no dan problemas, las que jamás están fuera de lugar. Nadie desea ya tormentas ni llamas. Lo proclaman a los cuatro vientos pero solo sienten miedo. Y el temor a la soledad solo lo vencen las chicas radiantes que no saben lo que es querer morirse, porque llegan a creerse que nunca lo sienten. Las chicas de azul apagado no huyen del miedo, ni de la soledad, la malencolía o la rabia. Quieren ser emociones, y no una sonrisa permanente y vacía que jamás dice nada porque realmente nada la inspira.
La alegría se ha convertido en una imposición social, más letal (cómo no) si eres mujer y por tanto objeto con el fin de agradar.
Este es el tipo de cosas que nadie busca leer, y quizá por eso me dejo el alma en cada palabra.
M.A.G.

viernes, 18 de agosto de 2017

La ventana de un autobús

¿Y qué si veo poesía hasta en los postes de electricidad? Conectados por cables que a su vez los separan, tristes y gigantes, esperando en su infinita paciencia el rayo que finalmente los parta.
Y los una.
Quizá no estoy aprendiendo nada a pesar de que cumplo años puntualmente cada noviembre cuando llueve. Tal vez en realidad no haya nada que aprender y tan solo estemos descubriendo errores nuevos que saben mejor.
Solo sé que si el mundo va a girar hasta que me explote el corazón, no seré que yo quien lo pare. Las metáforas de fuego siguen siendo mis favoritas, y prefiero ser llama a llorar las cenizas.
Sigo mirando por la ventana. Los postes han desaparecido y las nubes son de un gris transparente que me recuerda a la lluvia chocando contra el asfalto. Ojalá volar tan lento, tan suave. Creo que hoy mis alas son cerillas rompiéndose.
M.A.G.

jueves, 13 de julio de 2017

6 recuerdos

He vuelto a pegarle un tiro
a mi memoria.
Siempre sobrevive
tiene demasiada experiencia
y estoy cansada de acallarla.

Las edades del hielo
donde nada importaba
han naufragado
y no sé
si quiero un salvavidas
o una condena.

Me pesan los átomos de sudor
tengo barcos rotos
llorando lento en el suelo
siento el suicidio
de todos los órganos
pero los recuerdos lloran
incluso más fuerte que yo.

Estoy aterrada
cargada de metáforas inútiles
que cuando deseo vomitar
nunca llego al baño.
Sigo teniendo 16 inviernos
pero sin aquella fe ciega
en los milagros.

Las imágenes mágicas
que habitan en las paredes de mi piel
no son más que tortura continua
luz que agrieta los ojos
sangre envolviendo mis silencios.

M.A.G.

martes, 27 de junio de 2017

Cosas que me atormentan

Los dos amores de Coelho
las casualidades de Los amantes del Círculo Polar
todas las putas veces que fui cobarde.

1999, 2009 y las ironías
en forma de capicúa
(la tinta aún escuece)
el final de Héroes
lo imposible y lo improbable
el recuerdo de un balcón en Roma.

Los conciertos donde se quedó mi alma
con las ganas y Zahara llorando
el flan y el tirano
los recuerdos que nunca jamás
sucedieron.

El color azul
la tristeza
aquella voz que desangrándose
grita desde el bazar de mi memoria
McEnroe destrozándome
el primer libro que me rompió el corazón.

Ángel González
Canción para cantar una canción
y aquel "¿Recuerdas...?"
que si no brilla el Sol dentro
siempre
siempre
es invierno.

La autodestrucción de Cumbres Borrascosas
lo lejos que queda a veces el patio del colegio
el puto pánico
a los muertos del futuro.

La obsesión con los recuerdos
y la desgracia que arrastro desde la infancia
de no haber sido capaz de entrar en un libro.
M.A.G.

lunes, 29 de mayo de 2017

Crack

Se ha oído en todo el edificio abandonado
finalmente las vigas
han comenzado a derrumbarse.

Ha llovido el polvo casi como fina luz desarraigada.
La explosión ha sido preciosa.

Puedo rozar aún la superficie suave
de todos los cristales de colores
que han estallado ahí dentro.

La chica que vivía ahí ha salido corriendo;
iba tan guapa con su vestido azul.
Ha vuelto a su antiguo cuarto con todos sus océanos y recuerdos.

Aunque creas que la tristeza al fin se ha ido
recuerda que no hay casa, jaula, abismo
de donde no pueda regresar.

M.A.G.

jueves, 20 de abril de 2017

Planetas muertos

Imagino que en algún planeta
quizá en la órbita de un asteroide
perdido y brillante
las cosas me salen bien
o simplemente
no se destruye mi mundo
cada vez que parpadeo.

Tal vez en un universo paralelo
haya otra chica
que tiene pedacitos de vida en los silencios
y no cadáveres de tiempo
por toda la cama.

Que yo solo quería acertar
pero parece que mis victorias
son líneas sin escribir
en las páginas de mis recuerdos.

Las trazo suave, con cuidado
sin expresiones que me delaten
quiero que esto sea un suspiro
una lágrima minúscula
en una habitación abarratoda.

Escribir no soluciona nada
afrontarlo tampoco
y huir es absurdo.
Por eso lloro sin hacer ruido
hasta que mis palabras
se disuelvan en el espacio.
M.A.G.

jueves, 23 de febrero de 2017

Algo que escribí hace año y medio

He visto
a gente quererse por encima de sus posibilidades,
la pérdida de consciencia en mitad de un abrazo
y a un tren descarrilar sobre mis costillas todas las noches.

He recordado
lo que duele llorar las mariposas,
a qué sabe el silencio en una espalda,
todas esas putas cosas que nunca escribí
(pero que se quedaron en el centro de mis principios).

Quizá estoy olvidando
mis esquemas perfectamente torcidos,
la forma de gritar un nombre a las cinco de la mañana
o cómo rozan mis lágrimas los huecos de otra persona.

Tal vez nada importe
solo aquello grabado en piedra
en los ecos de mi memoria.

O tal vez solo necesite dejar de huir
de aquello que me muerde el corazón.

M.A.G.

domingo, 5 de febrero de 2017

Se querían

Se querían
más de lo que es posible
sentir
en toda una vida.
Lo lloraron
durante más de una muerte.

El amor profundo e insondable
como las rocas
igual de desoladoras
de contundentes
de absolutas.

Y no los entendieron
jamás pudieron ver que su destrucción predecible
radicaba en las palabras
que jamás se decían.

Porque en medio de tanta oscuridad
se miraban
y lo hacían arder todo.
Nunca estuvieron preparados
para esa luz
esa verdad
ese milagro.

Se querían
con la misma intensidad
que una bomba atómica.
Explotaron
y fue tan bonito
que hasta los fantasmas
aún sangran en sueños.

M.A.G.

martes, 17 de enero de 2017

Palabras de piel

Somos círculos abiertos
llorando letras en espiral
sobre un caos inaceptable.

Quizá la fe en los poetas
habita leve en nuestros cuerpos
cansados de tanta destrucción
vacía
trivial
estúpida.

Solo anhelamos palabras
una magia frágil
que salve lo insalvable.
Un SOS en morse
puntos y rayas
una espalda contra un lápiz
de piel.

La esperanza se largó
y escribimos
con el agua del pasado
océanos de recuerdos
encharcando un papel gris
de imborrables heridas
que ahora son sangre.

Hemos unido letras con entrañas.
Ya no pueden separarse
sin destrozarnos.

M.A.G.

domingo, 6 de noviembre de 2016

Ábreme en canal

Que tengo mariposas en el caos
y el color de los ojos
dentro de una noche
eterna e indomable.

Necesito que me exploren
que revuelvan mis costillas
donde guardo fuegos
no artificiales
de recuerdos que explotaron.

Pero soy solo una cría
mis metáforas se mueren
si las rozan los latidos
de un guiño a contraluz.

Y aunque quiero ser incendio
me quedo en llama a medias
por las noches me coloco
de vueltas en la cama
vomito palabras vivas
las que atrancan mi garganta
son cianuro y yo cadáver.

La autopsia inevitable
nos revela que era yo
un océano inundado
por las aguas de un error
que me destrozó las olas.

M.A.G.

miércoles, 19 de octubre de 2016

Obsesiones

Quizá fue la primera
la que se clavó hasta el fondo
y me hizo dudar hasta del color de mis labios
de la humedad de mis ojos
cuando lloran una canción.

Luego los espejos
cristalizaron mi búsqueda.
La chica que me miraba
nunca era yo
pero estaba tan sola.

El tabaco, el alcohol
los vasos rotos y el humo
amantes sin rostro
que se follaron mis palabras
se enquistaron hasta el fondo
¿quién iba a salvarlas?

Ahora la sangre que corre
triste
letárgica
audaz
por mis venas de tierra.
Mis entrañas arrolladas
por la fatalidad de un destino
en el que a veces no creo
pero que siempre me besa.

Quiero eliminarlas
pero cuanto más las destierro
más se alimentan
de mi voluntad dormida.
Tal vez no sean tan malas.

Ellas al menos se quedan
cuando
quizá
hasta los espejos
se han cansado de fumarse
la resaca
de mis arterias desangradas.

Las obsesiones son parte de la piel
sin ellas
seríamos seres mutilados
cadáveres regulares
sin dolor ni memoria.
Y qué fácil lo tendría el olvido.

M.A.G.

viernes, 7 de octubre de 2016

Reloj parado

Esta noche he vuelto a imaginarme
escenas cálidas
de las que solo existen
en los ojos cerrados.

Pero los párpados de mi memoria
están tan enamorados de la tristeza
que a veces me la traen
y duerme conmigo acurrucada
no me deja moverme
me abraza y el frío
deja marcas de nieve.

Quiero vivir
en el hueco de mi cabeza
que crea universos delicados
tan frágiles y nítidos
que podrían ser realidades fallecidas
en el mundo al que llaman
"de verdad".

La melancolía tiñe mi pecho
y yo suspiro porque sé
que tengo cosidas en la sangre
más heridas que victorias.
Creo que mi cuerpo
es un reloj parado
y ni siquiera acierta
esas dos benditas veces.

M.A.G.

lunes, 26 de septiembre de 2016

Sobre esperar

Me levanto y pierdo un tren
pasa tan rápido
que apenas lo siento.
Comprendo que se ha vuelto a ir
me atormenta ver su humo
a lo lejos.
Muy lejos.

Se hace de estrellas el día
y uno oportunidades rotas
en líneas delicadas.
Creo que están llorando.

Cuando apago los colores
rezo flores de cristal
me atrevo a maldecir
que los cobardes
sigamos vivos
tejiendo ideas
sin hilo, sin aguja
sin la piel sobre la mesa.

Aunque no es verdad.
Somos solo un espejismo.
Vivimos, sí.
Pero estamos muertos.

M.A.G.

lunes, 12 de septiembre de 2016

Lo real

A veces me quedo sin palabras
y marco una X de cristal
en todas mis quinielas.
Los escalofríos siempre congelan
mis tristes intenciones.

Porque quiero vencer al mundo
y nunca acepto un empate
porque las estrellas sangran lejos
y no sé medir las distancias.

Lo que escribo me persigue
no me gusta
lo odio
me encanta
lo olvido
lo rompo.
A veces lo guardo y lo duermo
con cuentos tan tristes
que las letras se deshacen
y mueren emborronadas
bajo mis manos de tinta.

Y es que soy mi propia trampa
un laberinto irrisorio
donde las cartas son altas
la jugada mediocre.
No quiero crecer más
solo dormir con los poemas
que jamás escribí
esas tormentas desatadas
con vida propia
agua ajada.

Quizá la verdadera historia
esté tan dentro de mí
que se escribe de noche
bajo mis párpados
con sangre
sobre mis huesos.

M.A.G.

miércoles, 6 de julio de 2016

Las hadas rotas

Y cuelgan calcinados
retazos frágiles
de vidas sin cuerdas.
En la memoria aún ríen
aún rasgan
la tela de una voz
"perdida para siempre."

Ellas vuelan
con las alas de un cielo
infinitamente oscuro.
La tormenta las besa
pero el aire roza sus cuerpos
y las convierte en sombras.
Las sombras no hablan
no existen
son solo algo
de lo que huimos
porque viven en nosotros.

Una estela tenue las arrastra
las veo si busco fe
o desgracia.
La dualidad entre lo frágil
y lo eterno
la tortura ínfima
de un brillo anestesiado.
Es la descripción banal
de lo olvidado
el brutal asesinato de la infancia
la esperanza de creer en música
cuando somos sordos.
M.A.G.

martes, 14 de junio de 2016

De flores y playas

Sin la piel destrozada
no sé volar palabras
pero me crecen
ingenuas
fugaces
son estrellas vomitadas
y de mi masacre
nacen playas.

Huele a verano
a sal en el pelo
a mar en mi espalda
tengo olas en los párpados
pero paz donde la sangre
hace estragos en mi cuerpo.

Quizá hoy sueñe con fuerza
todo lo que no duerme en mi cama
pero me late dentro de los huesos
oigo crepitar sus llamas
me está quemando con aire.

Creo que me han crecido flores
en el centro de las costillas
me da miedo arrancarlas
o que llueva y lleguen lejos.
Solo las miro
aturdida.

No sé cuidar de nada
que no sea la tristeza.

M.A.G.

lunes, 18 de abril de 2016

Dentro del caos

Regalar el precipicio a los desastres
renunciar a los caminos ya trazados
reescribir la misma muerte con desgana.

Correr por la desgracia hasta el insomnio
contemplar la misma herida hasta cerrarla
combatir desde el terror hasta la rabia.

Sacar de un poema una tormenta
saber que hay recuerdos que rematan
saltar porque en el suelo solo hay mierda.

Decidir que las mentiras ya son balas
denunciar los charcos rotos por la lluvia
derretir con el otoño una canción.

La interminable lista
de la salvación artificial
que nunca jamás
nos mantendrá con vida.

M.A.G.

viernes, 25 de marzo de 2016

Los árboles (no siempre) impiden ver el bosque

Lo malo de escribir
es cuando tras todas nuestras capas
las palabras se ríen
y nos delatan.

Dicen que escribiendo camuflamos nuestra vida.
Se equivocan.
Solo somos cobardes deambulando por un folio
torciendo la tinta a la derecha
cuando deseamos jodidamente
besarnos en la izquierda.

Y es quizá ese desvío
ese truco viejo
absurdo
tosco
lo que señala
(luces de neón)
aquello que ocultamos tras tantos adjetivos
ambiguos, abstractos.

Marionetas de nuestra propia mentira
figurantes dentro de una película
diálogos tristes, banales;
el chico muerde a la chica
se lleva su sangre
trepa por sus costillas
huye lejos
asfixiándola y
llevándose su aire.

Lo malo de escribir
es que creemos escondernos
en los pliegues de un cuaderno
donde sangramos
sangramos
y sangramos
a corazón abierto.

M.A.G.

sábado, 5 de marzo de 2016

C

Nunca contestaré las preguntas
que susurraste a tumba cerrada
cuando robaste los ojos al olvido.

Ni tú
ni yo
ni nosotros
merecemos compasión o tristeza
solo rabia quizá
sangre, tierra, rotos
todo lo que hemos robado
por el simple placer
de destrozarlo.

Claro que habito en tus fantasmas
en tu conciencia putrefacta
tal vez envenene tus venas
cantando canciones dormidas
solo para torturarte
solo para quedarme
y vivir en tu memoria muerta
inamovible, irónica.

Lo destruimos todo
y ahora debemos cargar con las ruinas.

M.A.G.

viernes, 5 de febrero de 2016

Dudas de aire

Quizá las únicas ideas que merecen la pena son las que no he tenido jamás. Es posible que toda esta broma que me atrapa no sea más que palabras equivocadas en un ascensor vacío, o galaxias recorridas por culpa de unos ojos.
Tal vez todo lo que callamos nos mata. Tal vez este invierno tampoco quiera crecer más.
Hay noches que son guerras, y mensajes que saben a lluvia, pero aún no he encontrado nada que describa los suspiros en algunas bocas o la electricidad en el hueco de las costillas. Que de todas las tormentas con nombre propio me quedo siempre con las que arrasan ciudades hasta rozar el apocalipsis. Que cuando solo quedan destrozos acaricio cada una de mis cicatrices y saco fuerzas de tristeza.
Ojalá algún día escriba desde la parte de abajo de un precipicio sin haberme abierto la piel y la cabeza en la caída. Todas mis certezas se han convertido en un desfile de dudas y solo sobreviven gracias a arañazos en la espalda. Creo que el viento me ha volado el corazón.
Los latidos desacompasados descansan descalzos en mi pecho. Sus notas volátiles desafinan inconscientes, y mis manos trazan partituras para tocar recuerdos.
Pensaba que el invierno mataba las canciones.
Y resulta que es quien las hace llorar.
M.A.G.

sábado, 9 de enero de 2016

O las palabras o él

Es egoísta escribir ahora
cuando no me pertenece el corazón
y solo quiero celebrar mi derrota
tranquila, sobria.
Ya habrá tiempo para prenderme fuego.

Mi corazón claustrofóbico pugna por salir
está cansado de mis llantos caóticos
y dice que o las palabras o él
porque ya escuecen demasiado.

Yo solo acaricio un libro, casi dormida
las lágrimas decoran mi almohada
dibujan mis mejillas
y mi cuerpo pide calma
mientras mi cabeza niega
"bendita inconsciente".

Lo único que tenemos en común los poetas y yo
es esta maldición
que me consume y me redime.
Claro que hay peores cárceles que las palabras
solo hay que mirarse la piel.
M.A.G.

martes, 22 de diciembre de 2015

Poema para el dolor de cabeza

Poco se habla de lo que duele McEnroe
de lo que arañan las canciones
imágenes que se te clavan más abajo del alma
que te persiguen hasta la cama
te incendian las heridas
y se deshacen en llamas.

Ya no sé escribir
sin esconder mis cicatrices
bajo sinónimos muertos
que no engañan a nadie.
Sí, he dejado de llorar
pero la piel aún sangra
si recuerdo
y cierro los ojos y escupo
"me da igual".
Qué ironía.

Mis poemas nacen sucios
abandonados, apócrifos
sin dueño, sin salida
ya he olvidado
cómo se olvida.
Y me hago la loca
porque ¿a quién le importa?
A mí. Supongo.
Todo esa historia de la autodestrucción
es más que un cuento
y me lo sé de memoria.
M.A.G.

martes, 8 de diciembre de 2015

Parte de la piel

Y ya puedes correr durante horas, poner kilómetros de distancia, olvidar intencionadamente esas palabras. Inútil es un término escaso cuando intentas engañar al destino.
Porque esas frases se grabarán bajo tus costillas a base de sueños, de infancia rota, de tanta tristeza implícita con todos sus significados perforando tu alma. Hay libros que te secuestran, que te tiran del pelo y te dan de hostias contra la pared, que vivirán en ti aunque no vuelvas a leerlos nunca, porque ellos te leen cada noche sin que lo imagines siquiera.
Puedes leer novelas buenas, poemas que te gusten, obras de teatro merecedoras de toda tu admiración. Pero lo que al final te define son aquellos libros que lees como si una puta voz te obligara a continuar, con las mejillas encendidas y debajo de una manta, robando toda tu atención en exclusiva. Esos libros se convierten en tu piel. No puedes ignorarlos, son ya parte de ti y darán guerra el mismo tiempo que aguantes tú respirando. Son como algunas personas.
Llaman a tu puerta de madrugada y tú les dejas tu alma, tus recuerdos, tu silencio y tu control. Te ayudan a salir de la peor de las mierdas y se convierten en el único psicólogo frente al que te desnudarías realmente. Acaban siendo lo que te ata a la cordura, a la magia, a la vida.
Siempre están ahí. No te juzgan ni te desquician, aunque se apropien de tu corazón. Te cuidan cuando no queda absolutamente nadie. Te convierten en la persona que eres.
Esos libros son el hilo que muchas veces te separa del suicidio
M.A.G.

domingo, 29 de noviembre de 2015

Los amantes del Círculo Polar

A veces, cuando choco con la madrugada y se me cala el alma de lluvia y barro,
recuerdo aquella película que solo he sido capaz de ver una vez.

Cuando quiero rememorar sus detalles es como si el fuego me ahogara
y el hielo se vuelve sangre
y grito en mi cabeza
"Oh, mierda".

Llevo horas necesitando leer a alguien que escriba "a mí esas putas imágenes me arrancaron el corazón y no sé qué coño hacer para vivir con ello."

Estoy arañándome la piel a gritos, odiando por enésima vez el momento en el que vi aquellos ojos.
Y a la vez deseo volver a esa hora que aniquiló mi sueño durante más tiempo del que quiera contar.

Dicen que la memoria nos miente casi tanto como las personas
y me da miedo que solo esté recordando aquello que nunca sucedió (esa puta historia oprime mis costillas si pienso en niebla y mariposas).

Pero tiene que ser verdad.
Todo ese dolor que desfila por mi mente dibuja trazos inconexos de coincidencias que me aterran.
Eso existe, y está tan al fondo de mis recovecos que se ha convertido en parte
de mí.
De mi suerte. De mi conciencia.

Algunas noches susurro
Por favor
que nunca se me agoten esas malditas casualidades que pueden llegar a matar.
Prefiero morir por ellas, a que dejen mi vida vacía, ausente.
Completamente muerta.
M.A.G.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Nunca he creído en las coincidencias

Un paso inapropiado
y el vacío
y todas sus consecuencias absurdas e inapelables.
Te espera un juez que nunca tuvo compasión.

Los puntos se van uniendo
círculos trágicos formándose en papeles arrugados.
Una mirada a la izquierda
una respiración en la nuca
el "oh mierda" con resaca al despertarte lejos.
Todo eso hace hueco
dibuja espacios muertos
se cuela debajo de la piel y te hace alma.
Te recompone.

Quizás
las coincidencias
sean solo piezas rotas
de un sueño que se perdió
en nuestro pasado.
Tan solo retazos de incendios polares
que esconden algo
lo que somos
lo que fuimos
y lo que nos mata.

M.A.G.

miércoles, 28 de octubre de 2015

Libros y personas que muerdan

No busco consuelo cuando beso, y mucho menos cuando leo. Necesito calor y humedad y lucha y discusión y toneladas de caos asfixiante.
Reclamo el exceso, lo inimaginable, el odio más atroz encubriendo el amor más inagotable. Admiro a quienes viven de la pureza y el equilibrio pero en mi puta vida me gustaría ser como ellos.
Estoy perdida si no me dejo la piel en una historia sucia a las cuatro de la mañana, ya sea en letras o en mi cama. Aunque luego no sobreviva al final, a la ansiedad desmedida provocada por la adicción a lo roto y a lo desbordante. Esas muertes son lo más jodido y a la vez alimentan la tristeza más hermosa. Siempre he aceptado el pacto entre los extremos y mi alma. Siempre he firmado con tinta y sangre, y de ahí los tatuajes de mi corazón y de mis sábanas.
Que joder, me recompongo con cada copa y cada risa, en cada bocanada de aire que me envuelve de humo, en cada puta mirada que podría llevarse mi alma en un segundo. Benditos libros autodestructivos de gente que se destroza la vida y luego se la salva, malditas guerras en el corazón y en la cama, que provocan heridos que se lamen cada gota de sangre.
Quizá la única diferencia sea que muy pocos muerden tan profundo como para provocar abismos en el alma.  Y sin embargo, muchos libros sí.
M.A.G

lunes, 12 de octubre de 2015

No tengo título, ni razón.

Los poemas hay que leerlos en braille
Palpando las cicatrices
Leyendo sus constelaciones suicidas
Llorando sus huidas.

Hay que mirarlos como a una estrella voraz
y prometerles gritos y paredes húmedas y portazos a habitaciones vacías de la memoria.

Yo tenía 17 inviernos
y la poesía me voló el corazón a versos
como una bomba nuclear arrasa civilizaciones
como el cianuro viajando por la garganta.

Bendita lluvia ácida que aún me muerde
que se me enreda en la cabeza
y hace brotar
ideas de hiedra.

Ese es el secreto.
Cuando se agarra a lo más profundo del estómago
se folla a las mariposas
y las hace volar alto
hasta una boca de sal.

Y así quién no busca un beso.
M.A.G.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Y dejé de huir

No puedes pretender que los libros no se te cuelen en la piel, que las canciones no te perturben, que los trenes no te lleven demasiado lejos.
No puedes luchar contra ello, sabes que la melancolía se te cosió al alma, que vuelas casi con palabras, que estás hecha de otra cosa.
No puedes dejar de llorar mientras te muerdes el labio, no puedes parar de enamorarte de todo ese dolor que te rodea, es exactamente igual que en esa película.
No te enfadaste contigo misma porque ya no sintieras nada, sino porque desterraste a una parte de ti, al reflejo de la chica que dice tonterías y apuesta para ganar. El espejo olvidó a la que ríe sin voz porque algo se le ha roto tan dentro que no se encuentra.
No es mejor para ti arrancarte el alma para que vivir sea más fácil. Hiciste lo que hace años juraste nunca hacer.
No está en tus manos cambiar el pasado. Pero ahora has vuelto, y te arde la vida, te cambia de color el corazón. El rojo sangre se ha convertido en rojo fuego.
M.A.G.

martes, 15 de septiembre de 2015

Jamás contaré cuándo lo escribí

He observado cómo se consumía el último cigarro, me he follado la melancolía de sus cenizas mientras sostenía una copa y una sonrisa irónica.
No, no es mi mejor noche. Y las he tenido peores, las he tenido hechas mierda y quizá hoy no debería quejarme. Quizá.
Pero qué coño, es cómo me siento. Y por supuesto que no es justo, y claro que mis causas las desestimaría cualquier persona de buen juicio. No lo dudo, no me excuso, estoy exhausta de tanto mentirme. Esa chica que fuma mientras se ríe y tiene el mundo en sus manos es mi mejor disfraz.
La que bebe sin olvidar y se muerde el labio. Esa, esa soy yo. Y no veas si jode.
Otro trago largo y esa innecesaria cadena de pensamientos inoportunos se aleja, pero la siento igual de cerca. Ah, echaba de menos esta perfecta autodestrucción, las madrugadas dando vueltas. Me pone la tristeza, o si no cómo coño explico esto.
Me muevo poseída por las ganas de correr, o de correrme. No lo tengo claro, pero bailo mientras echo de menos un cigarro de esos que no fumo nunca. Quién cojones va a acercarse a un mecanismo tan complicado, tan hecho pedazos.
Volvemos a la historia de siempre, a escribir borracha mientras todos se ríen y yo me condeno.
Creo que hay cosas que jamás cambian, que se te pegan a la piel y te persiguen toda la puta vida.
Yo no quería hablar de nada de esto. Solo deseaba arrancarme las dudas de las manos.
Las palabras siguen retorciéndose incluso cuando las siento en cada latido.
M.A.G

viernes, 7 de agosto de 2015

Recuérdame

Inúndame los pulmones de toda la mierda que te fumaste ayer por la noche.
Espérame en la calle más oscura que guardes en la memoria
allí es donde podré volarte la cabeza a besos.
Léeme la rabia de echarte de menos y ríete de mis destrozos.
Búscame cuando no estés
cuenta hasta 10 antes de mirarme
respírame en la boca.
Sáltate todas las putas normas que conozcas
respeta únicamente mis alas
y la tristeza.
Llámame a las 5 de la mañana si de tu voz no salen palabras al recordar mi piel.
Arréglame los rotos de las pupilas, cóseme las ganas al reflejo.
Duérmete si no quieres soñar
que para viajar desde Saturno a Orión solo tienes que agarrarte a mis caderas.
Ocúltate de las sombras que no sean del color de mis ojos
olvida el equilibrio
y muerde al miedo en el cuello.
Desnúdate de dudas
corre a través de mis incendios
ensúciate de gritos y gemidos.
Recuérdame incluso aunque todavía no (te) haya sucedido.
M.A.G.

miércoles, 29 de julio de 2015

Que la piel es de quien la eriza, joder

Viajar conlleva recorrerse la piel a doscientos kilómetros por hora, abrirse el alma en canal y aprender que huir de uno mismo no borra ninguna cicatriz. Quizá estoy hecha para explorar el mundo entero empapándome de vida hasta estallar. Quizá no sé permanecer mucho en un mismo sitio porque habito en la nostalgia de cada uno de ellos.
Iba a acostarme para poder repasar las luces y las heridas pero necesitaba escribirlas en algo más que un silencio. (Y es todo tan circular que a veces hasta me mareo si recuerdo.)
Llevaba meses echándome de menos, arañando trozos del pasado buscando un puto extremo o algún impulso irracional. Pensaba que viajar lejos me curaría de eso. Me equivocaba, el punto de llegada tan solo servía para comprender el inicio. Huir me ha hecho entenderme, cerrar un ciclo, romper una barrera. Las mismas palabras vuelven siempre a mí.
Tal vez llevo semanas sabiendo lo que quiero, sin atreverme a rozarlo por si se rompe. Tal vez me haya cansado.
Un día alguien me susurró que "la piel es de quien la eriza". Y me pasaría toda la puta vida temblando.
M.A.G.

domingo, 28 de junio de 2015

Y yo qué sé

Joder, que te mataba a suspiros
todos en la nuca, llorando
quemando la piel a ganas.
Una espalda que siento decir
No existe.

Nunca he sabido escribir a medias
ni abrazar a quien no quiero
sin que las cicatrices me estallen.
(Tengo el sofá lleno de lluvia ácida
de recovecos oxidados
que jamás regresan al origen de la historia).

Prometo que no deseaba inundar este insomnio
pero a veces las grietas te dan besos de buenas noches
justo donde duermen las pesadillas
cuando la luz escupe incendios.

Si regreso al futuro
escucho mi miedo
contra una espalda
que quizá
(a veces)
existe.

M.A.G.



miércoles, 10 de junio de 2015

El universo

Cuánto daño nos han hecho esos gritos incoherentes al cielo. Seguimos esperando que una fuerza invisible guíe nuestras manos a la piel adecuada, al segundo perfecto. Ni siquiera las señales nos satisfacen lo suficiente. Nunca llegamos a entender si son caprichos de nuestra mente o hilos invisibles producidos por el efecto mariposa caníbal.
Y aún nos arden las venas si pensamos que por fin ha llegado la descarga eléctrica definitiva, el mejor error de las constelaciones suicidas. Estamos absurda y maravillosamente jodidos.
Quizá la clave sea lanzarse al vacío y olvidarse para siempre de correr contra lo que uno quiere. "Las partes complicadas son las mejores" y todavía no han venido a susurrarme el fuego justo debajo de las cicatrices. Me equivocaría si dejara de llorar porque duele o porque brilla, me equivocaría si sacrificara cada suspiro que rozó las estrellas. "Es mi desastre" y joder, quiero hacerlo todo estallar.
Estallemos.
M.A.G.

martes, 26 de mayo de 2015

"La vida son ironías en forma de capicúa"

Hoy me ha vuelto a quemar por dentro releer esas líneas que llevan años revoloteando por mi vida. Los escalofríos y el nudo en la garganta me han confirmado que no se puede grabar en la piel lo que ya es parte de ella.
He escrito toneladas de tristezas circulares, quejándome de lo cíclico o perdiéndome en sus putas curvas infinitas, renegando o asfixiándome. Pero siempre he acabado volviendo al principio.
Quizá solo sea una excusa fruto del cansancio, del miedo o de la culpa. No obstante aquí estoy. Otra vez. Como cuando tenía 17 años y lancé mil absurdos juramentos. Estaba condenada a volver desde el maldito momento en el que me marché.
No sé si siempre lo he sabido o si esto es tan solo una epifanía más. Una jodida cadena de casualidades perfectamente orquestada.
No hay cosa que me inspire más miedo.
Siempre pensé que estaba irremediablemente atada al pasado, pero nunca comprendí cómo. Todos los errores de cuando lloraba en los autobuses se precipitan hacia mí. Se supone que he aprendido algo. Se supone que esta vez debo afrontarlos.
Lo que no te dice nadie, ni te enseña ningún texto, es que cuando llega el momento de volver al comienzo sigues estando igual de perdida que al principio. Y perderse cuando conoces la dirección a la que te diriges es aún peor.
Definitivamente yo tampoco quiero crecer más. Ni romperme. Ni salir corriendo. Ni echarle huevos. Solo deseo haber aprendido a elegir. Y por desgracia, nadie tiene nunca esa certeza.
Mierda.
(Ya sé qué ventanas quiero romper,
y aunque se parezcan a las primeras
nunca serán las mismas.
Y a la vez jamás cambiarán)
M.A.G.

viernes, 24 de abril de 2015

La generación autodestructiva

Somos la generación de los auriculares enredados bajo la almohada
De los abrazos en palabras y el corazón a kilómetros
De las conexiones desconectadas y las pantallas tan rotas como nosotros.

Somos una fórmula matemática inexacta;
Creemos poco
Pero queremos demasiado (y fuerte)
El enésimo despropósito de un mundo perfectamente en ruinas
Los hijos de la corrupción y de la justicia.

Quizá no somos la generación más perdida
ni la que más ha sufrido.
Nuestras guerras solo están dentro de nosotros
Las heridas físicas son una anécdota, pero el alcohol con que intentamos olvidar
Siempre escuece.          

Nos engancha la tristeza
Y nos gusta regodearnos en el humo de los cigarros que se fuman nuestros recuerdos.                                
Somos la generación limpia
Maquillada de indiferencia
Aunque nos pese la piel
Y nos arrastre el corazón.
Somos la generación autodestructiva
En silencio nos morimos de ruido.

Formamos una bomba preciosa y frágil
Siempre a punto de estallar, rozando la oscuridad para poder hallar la luz
Somos el éxtasis y el error
y quizá por eso entendemos
Que doler a veces salva.

M.A.G.

jueves, 9 de abril de 2015

Sobre echar de menos y otras mutaciones

A veces extrañamos lo único que antes nos sobraba. Lo impensable, lo absoluto, lo increíblemente triste. Aunque todo aquello que deberías echar de menos es justamente lo que olvidas de más. Y entonces qué coño nos queda.
Ya no tengo el alma chillando en las costillas, se me ha colado una calma rara donde antes solo había ansiedad a las dos de la mañana. No sé muy bien a quién le cuento todo esto, pero ojalá comprendas que las alas de pájaro también se llevan corazones a lugares más cálidos.
Es precioso apagar el desastre y observarlo morir en un silencio mordido. De mi boca al infierno hay demasiada distancia lunar, joder. La chica del reflejo de hace tres años está llorando en un recoveco del cristal. La busco en cada autobús vacío y en todas las copas a las cinco de la mañana. Aún la escucho susurrar "te entiendo".
De mi tensión dormida nacen los principios activos que escriben reacciones químicas en mis pupilas sin voz. Montreal de McEnroe tampoco hace tanto daño si lo comparas con aquel viaje fatídico al interior de la puta soledad. Una vez me miraron a los ojos y me clavaron una música en la nuca. Los escalofríos que me mecen son el único registro que queda de aquella conversación que me salvó la vida y el corazón. Y es de esas gilipolleces que jamás le cuentas a nadie.
Me enamoré de un problema invisible que hacía a Andrés Suárez insuficientemente doloroso, y que convertía en torturas canciones en apariencia de amor. Amor. Ya no tengo ni puta idea de lo que significa esa palabra y creo que eso es lo que me da más miedo en todo el universo.
Llega un momento en el que entiendes que desnudarse sin más nunca será lo mismo que enseñar cada átomo de sangre que se esconde por tus venas. Ya he borrado más de mil palabras para no desangrarme aquí mismo. Sé que mi corazón está pálido y no rojo. Os juro que no imagináis lo que significa eso.
Hoy ha llovido tanto fuera que he deseado hasta la extenuación que me cayera un jodido diluvio en el alma. Echo de menos cada tormenta.
Tal vez solo hay algunas canciones que activan el fin del mundo.
M.A.G.

domingo, 22 de marzo de 2015

Realidad contaminada

Deberíamos dormir para contarnos cuentos bien
olvidar para así beber nuestro pasado
y hacernos la guerra fuerte (por si el amor no nos da tregua).

Resguardar más el alma que el cuerpo
vestirla con todo el amor que nos haya rozado
pintarle los labios cuando tenga miedo
dejar que decida de qué color quiere ser cada día.

Podríamos rompernos los mensajes de texto en la cara
chillarnos el doble tick en las pupilas
fijarnos más en el azul de una sonrisa
que a veces responde todas nuestras putas preguntas.

A lo mejor si besáramos a las canciones que nos hacen llorar
lograríamos el respeto de la tristeza
que ataca más fuerte a los que huyen de su piel
porque para ser feliz también hay que quererla a ella.

Quizá aún podamos salvar(nos) los sueños
si observamos que la belleza de los días grises
está en que el sol no se encuentre siempre brillando.

M.A.G.

jueves, 12 de marzo de 2015

De creencias

Creo que tengo
doscientos años circulares en las pestañas
una maleta vacía con los rotos a tu nombre
y un aliento contenido que espera
como esperan los suicidas a las vías del tren.

Creo que quiero
una escena en blanco y negro
(con esa música de fondo que revienta el corazón)
decir esas palabras que naufragan en mi piel
y un final que no acabe la historia
ni conmigo.

Creo que recuerdo
los desgarros (des)infectados con alcohol
esas putas manos en mi espalda
y el verbo "sobrevivir" maquillado en mi mirada
(la segunda pupila a la derecha).

Y, por último
creo que lo que creemos
a veces huye de la memoria
y de la boca
y de los ojos
y se salta las costillas
porque pertenece al corazón.

M.A.G.

jueves, 26 de febrero de 2015

Discusiones circulares

¿Por qué soy tan cobarde a veces? El folio en blanco me interroga, y las letras en negro se resisten a contestarme. Tal vez nunca haya olvidado la respuesta.
Cuando te sientes pequeña cualquier paso hacia delante se convierte en una zancada gigantesca. Un "nunca más" puede ser una cura para un momento determinado, pero si se prolonga durante años quizá se convierta en una enfermedad.
Las chicas de los extremos siempre somos absurdamente dependientes de nuestras viejas decisiones. Yo he convertido las mías en unos principios absolutos para no volver a ser jamás la niña transparente que llora en las fiestas. Y la dignidad tan preciada que rescaté de los primeros rotos se ha tornado en un orgullo implacable, que condena cualquier resquicio de debilidad al primer latido de corazón improcedente.
Me he convencido de que es mejor esperar, desesperar en silencio, volver a esperar, ilusionarme, odiarme, odiar a, reconciliarme en mi cabeza. Y vuelta a empezar.  Todo esto en un rincón oscuro y absurdo de mi alma, condenado a un eterno desdén por mi orgullo. Este hijo de puta ya es casi una entidad propia, que a veces me salva la vida, pero otras me salva de vivirla (nunca será bueno, por mucho que ahorre heridas en los labios).
Esto es una especie de carta inútil con poca posibilidad de respuesta. No sé cuánto costará extirpar unas raíces tan hondas como casi todas mis convicciones. ¿Cómo cojones eliminas algo que sabes que te hace bien, pero que el corazón siente que le hace mal?
(Ojalá que desaprenda a salvarme un poquito. Ojalá que a nadie se le ocurra pensar que puede saber a qué me refiero.)
Precisamente si lo escribo, si me lo grito, es porque no lo he dicho en voz alta jamás. Está grabado en mi piel como un puto fuego enrarecido, y mi única tranquilidad es que ninguna persona puede darse por aludida.
Se parece a la teoría del precipicio, pero va más allá. Es una barrera que no tiene nada que ver con el miedo a querer o a olvidar, con mis viejas conocidas. Tan solo es una mezcla de la valentía que perdí, de la dignidad (a veces absurda) que gané y del puto miedo de volver a cagarla otra vez.
Y es en este punto donde vuelvo a darle la vuelta. Argumentar y desmentir. Recordar heridas cíclicas y estremecerme. Pensar en las posibles y preciosas cicatrices que no existen. Hacer balance. Odiar el equilibrio. Destruir los datos. Romper con todas las opciones.
Mis palabras son tan circulares como mi corazón.
Y he ahí el problema.
M.A.G.

domingo, 8 de febrero de 2015

Diario de un invierno crónico-irónico

He dejado de tener insomnio.
Se han volatilizado mis mejores planes y mis más lúcidas ideas. 
He comenzado a despertarme cada día a las ocho de la mañana con las sábanas cubiertas de sueños y de sombras.
He arañado mis esquemas, olvidando todas y cada una de mis mejores reglas.
Mis diques se han autodestruido y aún espero en silencio a que llueva el puto billete de lotería.
He mandado a la mierda a personas que me han perseguido en mi cabeza durante años. 
He vuelto a llorar en un baño hasta atragantarme con el rimmel. Y me he roto el alma a base de esperanzas anémicas e inadmisibles. 
La he cagado conmigo misma y me he puesto los cuernos con actitudes absurdas, he llegado a bloquear a mi corazón de todas las redes emocionales.
Se me han atragado los numerosos quizás que siempre he llevado por bandera. 
He recordado mi paso por los precipicios y aún resuena la caída en mi memoria, pero también oigo el eco de mi triunfo sobre el miedo. Y esa victoria es de mis mejores medallas.
Finalmente, he comprendido que volar con el pasado a cuestas es rendirse.
Es por eso que mis barreras se han vuelto mariposas y ha regresado mi irracionalidad con más balas que nunca.
He decidido volver a rozar los abismos, como quien besa al suicidio para por fin estar conmpletamente vivo.
M.A.G.


lunes, 26 de enero de 2015

Y, mierda.

No he venido aquí a hablaros de mis escalofríos
ni de mi insomnio forzado
o de cómo me araño la piel cuando estrangulo mi corazón.

No.

Tampoco os voy a explicar esa historia que todos conocéis
(llorar la memoria en un concierto porque, hostia).

Solo quiero recordar bajito y disfrazarlo de cuento.
De la versión distorsianada de mis latidos a las 6 (y 32 putos suspiros).

Y, mierda.

Nunca dejéis que una coraza
o la ingenuidad
os coman las ganas de derramaros en un folio
una cama
un silencio.

Yo tengo poco que enseñar y muchas tonterías que decir.
Sé demasiado poco y un así callo universos enteros.

A veces me pregunto cuántos "Putas ganas de seguir el show" voy a necesitar chillar mientras me deshago.
Cuántos cuerpos rechazaré por miedo a rechazarme a mí misma.
Cuántas cartas a nadie hacen falta para que una sola persona me conteste.

M.A.G.

lunes, 19 de enero de 2015

Sobre improbables y otros "ojalá"

Nuestras palabras nos delatan, desde las tildes hasta las comas. Creemos que es la mejor manera de huir lejos, y olvidamos que contienen las huellas dactilares del alma. Qué ingenuos.
Nos joden las letras que forman "imposible" y hablamos de excepciones y de milagros como quienes poseen una fe incurable. Agarrarse a la épica cuando los quizás duelen demasiado y apurar el descuento buscando el gol del éxtasis.
Por eso después de millones de susurros contra una pared, creo que es mejor cruzar la línea de lo irrealizable, dejar de rezarle a los improbables, follarse a la puta mala suerte.
Porque tres minutos de valor absurdo con consecuencias nefastas son tal vez el mejor patrimonio de mi orgullo. Y porque a veces el agua helada te regala la risa y el caos y el silencio. Merece la pena arriesgar la dignididad de vez en cuando. Curiosamente se cura sola, y cuida sus heridas mejor que algunas personas. Las convierte en medallas que certifican el valor de nuestras derrotas.
De un momento de locura se pueden vivir varios años. Pero una vida de aguas apagadas y tranquilas no te salva el corazón del huracán del tiempo.
Y aprendemos eso jodidamente tarde.
No soy partidaria de idioteces gratuitas, sino de (algunas veces) hacer inteligentes los impulsos con un poco de razón, de conseguir protegerse sin ser coraza, de cuidar lo de fuera sin destruir lo de de dentro. (Aunque luego siempre nos consuman los extremos).
La historia de mediar entre el miedo y la verdad, otro cuento que perdimos entre hojas arrugadas de un libro que nunca quisimos escribir.
M.A.G.

lunes, 12 de enero de 2015

"¿Y quién dice que tienes que olvidar?"

Y yo lo entendí
cómo se comprenden las cosas que nunca te sueltan.
Algunas palabras te calan desde las vértebras al alma
donde la cabeza no cuenta
donde los precipicios inundan las ideas.

Hemos escrito tanto sobre el olvido
quejándonos de su ausencia
en el naufragio de la piel equivocada.
Qué inútiles.

La hipocresía de arañar el pasado
mientras piensas en la combustión de los recuerdos
(joder, el color de mis ojos)
y le echas un puto pulso al tiempo.


Solo se debe correr si aprendes a mirar atrás
aunque decidas no volver.

Cuando la razón es casi una broma más
solo queda la esperanza de no olvidar
que el olvido se parece a una trampa.

M.A.G.

lunes, 29 de diciembre de 2014

Autopsia de un recuerdo. Próximamente en mi cabeza.

-Yo solo quería aprender a recordar sin que doliera-susurró, conteniendo el aliento al concluir.
Él inclinó la cabeza e intentó contener la carcajada.
-Siempre duele. La memoria es un compartimento más del corazón. Y suele estar roto.
Entonces ella dejó de mirar la ventana, mientras renunciaba a convertirse en otra gota más resbalando con la lluvia.
-Pues tendrás que explicarme qué utilidad tiene un compartimento que no funciona correctamente.
La extrañeza recorrió ambos rostros casi simultáneamente. Hablaban diferentes idiomas, estaban en mundos contrapuestos, que giraban a la vez en direcciones opuestas.
-Utilidad...-saboreó cada letra con una lentitud involuntaria pero certera- ¿Sabes una cosa? Las emociones no entienden de pragmatismo. Y qué puta mierda si lo hicieran-escupió en el suelo, dolido.
Ella suavizó su semblante y clavó la mirada en él, sorprendida y conmovida.
-Creo que tu tristeza sabe más de mí que yo misma. Siempre he pensado que las cosas rotas pueden arreglarse, y quizá por ello soy demasiado práctica, demasiado inútil para amar sin querer comprender. Ese es mi fallo, al igual que el tuyo es estar en ruinas y no querer repararte.
-A veces las ruinas son lo más hermoso de un lugar deshabitado-murmuró, cerrando los ojos-. Deberías saberlo, si aún eres incapaz de pensar en aquello sin recurrir a las lágrimas o al vodka. Somos las dos caras de una misma moneda desgastada.
Se rió sin alegría, esperando el siguiente movimiento de ella.
-Yo estoy hasta el cuello de mierda, y no tengo ni puta idea de por qué. Por eso busco respuestas-comenzó a alzar la voz-. Tú estás tan vacío que has olvidado cómo sentir. No ves más allá de tus propias ruinas, porque son lo único que te queda.
Y el silencio cayó, pesado y marchito, entre dos miradas que huían de sí mismas.
-Puede ser-concluyó él sin levantar la vista del suelo-. Pero tú huyes de las tuyas, intentas fingir que jamás existieron, y así solo conseguirás destruir una parte de ti misma. La que más importa.
-Cada uno se autodestruye cómo quiere o cómo puede-oyó antes de que se cerrara la puerta.
No pudo más que darle la razón a aquella chica que quería olvidar para sobrevivir. Eran demasiado parecidos.
Él sobrevivía recordando.

M.A.G.

sábado, 20 de diciembre de 2014

Simulacro de incendio en mis desastres

He olvidado la poesía
los abrazos de trueno
e incluso los reflejos empapados.

Y aún me siguen
aún me miran las tinieblas.
No descansan, son las únicas
que siempre se quedan.
A veces les doy las gracias.

Escucho una y otra vez las mismas canciones
como si fueran recuerdos volátiles e ingenuos
como si se pudiese guardar la herida junto a la cura.

No quiero terminar de escribir esta noche
ni huir del refugio de Ferreiro contra mi almohada.

Las dudas se acumulan y se dispersan
igual que mis ojos cuando caigo en la ginebra.

Que
yo
solo
quería
volar.

Y las palabras me volaron la cabeza.

M.A.G.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Hoy me escribo a mí.

Un día dejé de leerme
dejé de suspirar contra una pared
de mirar el reloj como quien toca el hielo.
Y me olvidé de mí.

Empecé a soñarme en otros
a pintarme los labios color tal vez
a rozarme la piel lento
(creyendo que era tú, si es que hay un tú).

Y entonces desperté agonizando en verde perdido
mezclando la ficción con mi desorden
mientras le juraba a mis recuerdos que nunca más
Nunca
Jamás.

Pero me equivoqué.
No puedes despedirte de una utopía
ni enamorarte de tu jodida memoria.

Ahora solo escribo para encontrarme
y aún no sé si hallaré un sueño
o un cadáver.

M.A.G.

martes, 2 de diciembre de 2014

21

Y duelen todos ellos, quizá porque recuerde aquel poema de hace tres años, que siento como si fuera mañana. Lo peor es cuando no solo repites los errores del pasado, sino que dibujas otros nuevos y vienen a pintarte el caos en las pestañas. Me miro los cordones con aire ausente, y deseo contar hasta diez y dar la vuelta a un reloj que ya no existe.
A veces leo a personas tristes que escribieron renglones torcidos durante toda su vida, y las entiendo tanto mientras corren por el pasado, que incluso atrapo sus resquicios de alma de papel. Es entonces cuando le echo la puta culpa a Ángel González aunque sepa que es mía, que nadie me obligó jamás a romperme en pedazos el alma con cada luz y cada sombra.
Nunca me pusieron esos libros en las manos. No me necesité más que a mí misma para suicidarme a base de belleza y mierda. He creado un ciclo maldito que jamás cambia, un universo hecho de lluvia y canciones de las que te destrozan del corazón a la cabeza.
Esa noche llovió tanto que se inundó mi pecho, y no era justo. Jamás lo es. No le importa a nadie y es natural; el mundo no pertenece a los que abren la melancolía cuando cierran los ojos.
Tenso los brazos, dos escalofríos a la derecha, una mano cede y la otra se arrastra por la memoria, llenándose de mierda. Quizá tan solo soy un cuerpo que busca el eco de su aliento.
Me escribo cartas de amor con rabia, porque sin algunas de esas palabras ya estaría muerta. He aprendido a gritarme muy fuerte que no debo rendirme, y tal vez con eso baste. El vicio de no saber separar lo bonito de lo jodidamente triste es una bandera blanca de guerra. Y qué putada, joder.
Ojalá los extremos no fueran lo mismo tantas veces.
Ojalá existieran los viajes en el tiempo por la piel.
Y ojalá no supiera por qué escribí esto el día de mi cumpleaños.
M.A.G.

martes, 18 de noviembre de 2014

Cuando se rompe una metáfora

He intentado escribirlo muchas veces, pero aún no soy capaz.
No sé firmar mi más absoluta derrota y he tardado cien años (de casi soledad) en encontrar las putas palabras adecuadas. 
La maldición de todo aquel que llora tinta y le da forma. El triunfo de una metáfora. 
Voy a contar la historia más real que quizá relate jamás. Algunos dirán que es un truco o una burla. Pero no. Esta vez no.
"Somos de nuestras propias palabras" dije una vez. Y fue mentira.
¿Cómo puede vencer algo que se rompe? Solo una metáfora tiene el placer de destruirse para ser real.
Me pasaré la vida escuchando el sonido de aquel piano sobre el que escribí tantas veces antes de sentirlo, antes de que se detuviera el mundo.
Dije que contaría una historia.
Volví a mentir.
De la misma forma que escribo de noche porque el silencio es de pluma, prefiero describir una metáfora con tan solo mencionarla. Querría decir que es una persona, o un instante, al menos un libro o una imagen. Lo es y no lo es.
Un pasado ficticio que se encuentra en un presente oxidado y cuyo futuro tiene la textura de un sueño que besa la memoria (¿y hay algo más triste y precioso que la memoria?).
Cuando un fragmento se transforma en palabras ciegas que nacieron años atrás, no tiene sentido llorar explicaciones o bajar la cabeza para admitir un suspiro.
Echo de menos mentir con libertad, o al menos que la verdad no posea la complejidad de un cielo trazado con retazos de nostalgia.
No os he contado una historia. Os he construido un recuerdo.
M.A.G.

viernes, 31 de octubre de 2014

"Era preciosa"

Y lo pensó tantas veces que terminó por olvidarlo.
Sabía que tenía el pelo del color de los ojos, recordaba la forma exacta en la que curvaba los labios con un "ya sabes por qué". Recordaba cada pequeño resquicio de sus palabras tristes. Era tan absurdo el ciclo de los acontecimientos que existían por culpa de lo jamás llegaron a hacer.
La había querido tantas veces. La había querido tan mal.
No era el típico chico, o quizás era exactamente esa clase de persona que nunca aspiró a ser. Porque a veces el espejo es la última trampa de la razón.
"Era preciosa. Era todo lo que no podía tener y todo lo que se encontraba al alcance de mi mano." Y la eterna contradicción acabó por enterrarlo vivo.
Ella no existía realmente. Era la proyección de una posibilidad, un sueño incierto, un reflejo de la perfección que distaba de ser perfecta.
O ella ocupaba plenamente el espacio de lo real, de lo sólido, de la risa contra el cristal.
Era y no era.
Su forma cambiante y sus abrazos de espuma. Su nuca, la cara oculta de su nostalgia, y toda la violencia que escondía en las costillas, dos centímetros por encima de lo que muchos llaman corazón.
Calma que estudia a la tormenta, y huracán que se pierde en el silencio. Era absurdo ponerle nombre a lo que carece de cualquier tipo de reglas, de compases, de cifras.
Su pelo se perdió en un pasillo oscuro. Él olvidó una vez más.
Cuando recuerde, el calor de sus ojos de bruma estará extinguido para él. Y si algún día vuelven a encenderse como un cielo amurallado, él cerrará los suyos con certera indiferencia.
Jamás se encontraron.
Porque solo la quería cuando huía tan lejos que parecía rozar el infierno.
M.A.G.

viernes, 10 de octubre de 2014

Cuando los días te hielan

Echo de menos el calor. O simplemente un abrazo. Ni siquiera tengo inspiración, y siento las palabras suicidarse contra mi garganta. Tengo frío hasta en los argumentos, hasta en el último hueco del pecho.
(Las mantas no tapan la nieve que corona mi piel.)
Lentamente he ido acurrucándome en las heridas, hasta que ellas mismas han decidido leerme cuentos para dormir (hace mucho que no se acuerda nadie). El único calor posible se derrama en mis mejillas, apagado y violento a la vez. Un dolor sordo pero insistente. Me consumo entre parpadeos vacíos, cansados, sin rabia ya.
El reloj parado me observa con cierta ironía y quién soy yo para no reírme. Intento vaciarme pero el frío se expande, me cubre, me hiela. Ni siquiera entiendo qué quieren estas letras. A veces me pregunto cómo es posible sentirse tan inmensamente sola y a la vez tan atiborrada de emociones de mierda. Quién necesita las drogas teniendo sobredosis de intensidad perpetuas.
El insomnio respira en mi nuca y hace mucho que no sé correr. Me tiemblan hasta los silencios que nunca existieron.
Acaba de anochecer en mis pupilas, y tampoco deseo que llegue otro día a salvarme con su luz. Soy un ejemplo de naranja oxidado,  de gris perdido. Me compongo de los colores que nadie desea mirar.
Volvemos a quedar los libros y yo, condenados a ser los raros, la parte que estorba. Fahrenheit 451, tan parecido a veces al 2014... Y yo no soy más que tinta y sangre.
Algún día huiré tan lejos que todos me habréis olvidado cuando decida regresar. ¿Querrá la tristeza fugarse conmigo?
M.A.G.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Al "mundo real"

Y sigue habiendo quien no cree en la magia aún sabiendo que existen los libros. Algunos incluso los han olido cuando el invierno arrecia, o han murmurado sus letras en voz queda, suplicando un cambio o un milagro. Pero las tapas caen como losas y regresan al llamado "mundo real". Delimitan la realidad, esa palabra tan fácil y tan imposible, ese concepto más subjetivo que la magia.
Hablemos con sus voces: Es de ingenuos e insensatos creer en el amor (la nueva criatura mítica del siglo XXI). También es necesaria la sonrisa indulgente ante tamaña estupidez infantil.
Sin embargo debemos creer en el repertorio de tópicos habituales: "el tiempo lo cura todo" (y una mierda), "somos autosuficientes, no debemos depender de nadie" (regla número uno de los manuales de autoayuda que te regalan con cualquier producto), o una de mis favoritas "sonríe siempre, llorar no sirve de nada" (construís una felicidad tan falsa que roza la tragedia desde mis ojos). No sé cuál es la mayor mentira de todas, pero junto con otros cientos de frases se han convertido en la religión de la vida moderna. Una religión cínica y a la vez verdaderamente ingenua.
Desde aquí lanzo un mensaje al "mundo real": quedaos con vuestro pragmatismo, vuestra racionalidad extrema y con toda la condescendencia que guardáis para mí y para todos aquellos que aún tenemos fe en una magia no sujeta a vuestras infalibles leyes, que puede nacer en cualquier lugar. Que puede salvarnos la puta vida en una madrugada, cuando estamos llorando porque nos consume una tristeza más bonita que todas vuestras preciosas sonrisas vacías que no esconden más que miedo a vivir de verdad.
Creo más en los libros que en toda la basura que observo a mi alrededor, y doy gracias cada maldito día por todo lo que me duele y lo que me hace reír fuerte. Si por mí fuera quemaría todos esos panfletos de "autoayuda" hasta que las cenizas adornaran cada mechón de mi pelo, y un brillo enfermizo de libertad se cosiera a mis pupilas.
Sé que muchos no entenderán nada de esto. Los que no me soportan imagino que sonreirán con sarcasmo. Espero regalaros alguna que otra carcajada con algo de sentido, porque os hace mucha falta.
Algún día el "mundo real" os explotará en el centro del alma. Y como solo sabéis llorar (o desgarraros de tristeza en silencio) en ocasiones especiales (quizá confundís las lágrimas con un vestido de noche), la melancolía real posiblemente os mate. Os deseo suerte.
Yo seguiré viendo hadas en los parques, seguiré ahogándome de miedo y deshaciéndome en rabia, pero querré tan fuerte y claro que el mundo real se ahorcará con mis palabras.
M.A.G.

jueves, 4 de septiembre de 2014

No, no hay título

Triste, como Radiohead cuando tiembla el invierno. O como los poemas cuando desciende la tinta sobre el papel, emborronando nuestros latidos y su lenta inercia azul.
No es un sentimiento, ni una llama a contraluz. Apenas se acerca a un parpadeo, y es tan sutil como las pestañas al respirar. Quizá no valga ni como palabra.
Es un estado extraño, de matices insoportables, de sobriedad enterrada bajo oleadas de rabia. Una adicción a algo que realmente no existe, a letras que solo se dibujan en el fondo de tu cabeza.
A veces escribo sobre cosas que sé que no entenderé en mi puta vida. Puede que ahí está la gracia, o la esencia de todo esto.
No busco el perdón ni me justifico. Solo me deshago.
La vida nos interroga indirectamente y luego se ríe ante nuestra ansiedad de hallar cualquier respuesta amable. Como si eso existiera. Como si el consuelo no fuera tan solo una ilusión momentánea fruto del miedo a la verdad. No hablo de asuntos trascendentales. Sería demasiado fácil ironizar sobre ello, y por eso prefiero hablar de lo terrenal. Duele más porque está más cerca. Suele pasar.
El final se parece mucho a huir cuando no hay más puertas que atravesar. La rendición anticipada frente al corazón. ¿Quién ganará? La herida que más sangra es quizá la que nos arrastra más fuerte, más dentro. La que nos engulle y nos hace suyos. Somos de nuestras cicatrices (y qué bonito).
Porque todo lo precioso se nos clava, y es ahí donde reside el único optimismo posible. Sacar flores de las tormentas, o aprender a extraer de la tristeza un universo extraño de lluvia cálida y seca.
No sabemos escribir, ni vivir, ni tan siquiera encontrar algo donde aferrarnos cuando explotemos y seamos miles de huecos de colores. Jodido olvido y jodida absolución.
Y sí, yo he olvidado. Y no, tampoco quiero solucionarlo. (Ese es el problema, grita una voz escondida en mis manos.)
Menos mal que soy un cúmulo de desastres infinitamente delicados.
M.A.G.

martes, 5 de agosto de 2014

Escribirle.

Escribirle al humo. A un espejismo fugaz que algunos llaman "primer amor" (o primera muerte). Cerrar los ojos y bailar con las ideas, acariciando las plumas viejas de unas alas con las que no supimos aprender a caer después de rozar el sol con el sexo, las estrellas con nuestro mejor cielo.

Escribirle al silencio. Llorarle a unas palabras que murieron en el alma antes de besar una boca. Y qué esperamos. Si únicamente queda saliva en noches demasiado claras, almohadas que rozan labios tristes y rotos de rencor insomne.

Escribirle al adiós. Como si nos leyera. Como si le importáramos lo más mínimo. Solo somos otra mano contra el cristal de un autobús, otro corazón cerrándose sobre sus cicatrices después de bañarlas en alcohol y sal de nuestra propia lluvia.

Escribirle a una sombra. La llamamos memoria cuando tenemos el valor de afrontarla. El resto del tiempo huimos de su nombre y sus fantasmas, nos agazapamos en un rincón neutral de nuestra mente, rezando para que se vaya y deje de recordarnos alientos que nos quemaban la nuca y la sangre.

Escribirle al espejo. No a uno cualquiera, sino al nuestro. Ese en el que nos miramos aterrorizados cuando el reflejo se difumina en blanco y negro, o cuando ni siquiera encontramos nuestra mirada esperándonos para reconfortarnos. Somos opacos y grises, matices irrelevantes sin más.

Escribirle a un reloj. Nuestro mejor fallo, el más irónico. Jamás transformaremos el lápiz en manecilla, ni el corazón en engranaje. No somos más que el fruto del desgaste de un mecanismo, del avance irremediablemente exacto de unas horas que nunca vuelven. Y eso, a veces, es peor que la muerte.

Escribirle al quizá. Ah, cómo duele. Ese vacilante enemigo de todo aquel que busca certezas a las que agarrarse. El culpable de que algunos perdamos el rumbo condenándonos a un impasse eterno, a la duda extrema entre saltar al vacío o volver atrás.

Y, finalmente, la causa y la perdición de casi cualquier letra suicida.

Escribirle a alguien. Sí, a ese puto alguien que se ha colado en tu vida por accidente, como una broma del destino, y que se te ha clavado a fuego en la sonrisa. O a ese maldito amor cíclico y obsesivo cargado de toxicidad inhumana. Incluso a esa víctima, daño colateral de la tormenta y las llamas, que da golpecitos contra tus barreras de hierro y secretos.

Puede que nuestro peor vicio sea impregnar las palabras de personas. Su olor tenue nos persigue donde quiera que nos leamos. Y ese privilegio, esa condena, solo la conocemos nosotros.

MA.G.

lunes, 28 de julio de 2014

Dulce final impronunciable

A veces reencontrarse con el pasado, es solo una forma más de olvidar. Volvemos al mismo lugar de siempre, a los mismos ojos, al mismo aire contaminado de ilusión. Somos especialistas en retroceder como si así pudiéramos avanzar.
La moraleja de la historia es que cuando caes otra vez resuenan en ti todos y cada uno de los golpes que aún guardas en la memoria. ¿Cómo se huye del principio? ¿Dónde cojones nos está esperando la estación correcta? Los círculos asfixian, y las curvas son más engaño que trayecto. Cuando dejemos de enamorarnos de las piedras sucias del camino, aprenderemos a mirar al mar que un día apareció a nuestro lado.
Nosotros somos la ironía, y no las circunstancias.
Lejos. Lejos va quedando todo. Cada palabra, cada duda, cada brillo extraño y todas las madrugadas donde las preguntas no permitían ver el cielo. Ha explotado el silencio contenido y las estrellas se han cargado todos mis putos esquemas. Una rotura bestial, un grito de luz, una película a cámara lenta deslizándose por mi cabeza.
¿Y quién es nadie para entenderlo? No hay suerte más grande que palpar un milagro con la punta de los dedos. Convencimiento extremo, fe ciega, y saber que el final realmente no era el principio, sino comprender el por qué de ese comienzo. La destrucción cíclica deja de ser tan atractiva cuando rompes su perfecta forma geométrica. Recuérdalo.
Debería ser posible condensar la magia de algunos recuerdos recientes, convencerme de que no ha sido un espejismo, de que esta vez estoy yendo hacia un principio, hacia el real. Y si no, siempre habrá tiempo de girar hacia la derecha en la próxima mirada.
Dulce final impronunciable, dulce impasse de despedidas. Dulce primera ola en un océano de comienzos.
M.A.G.

martes, 24 de junio de 2014

Del insomnio

La noche me sueña, me baña, me saca los colores de estrella. Sumerjo mi alma en silencio y no recojo más que tempestades desbocadas, insomnios paranoides que retuercen los hilos rotos de mi conciencia. Me enamoro y destrozo las esquinas oscuras de mi cuerpo y de mi cuarto.
Y es que hay tanto amor en la decadencia después de las cuatro de la mañana...
Me tapo sin tener frío porque sé que el hielo está muy al fondo, tanto que ni lo siento si decido no recordar (la memoria no es buen lugar para refugiarse cuando nos mira la luna). El calor artificial me venda los ojos y me distrae mediante imágenes falsas de sueños prematuros.
Aún no sabemos ni soñar en condiciones.
Tejo secuencias de vidas paralelas, de mundos perdidos y vacíos donde encuentro a veces paz, a veces mentira. Corro velos de imaginación para alejar a los monstruos y un simple descuido basta para atraerlos al borde de la almohada. La insatisfacción y la tristeza atormentan con solo mostrar un espejo.
Somos nuestros peores y más ciegos enemigos.
Nada... Nada. Es el resultado de la resignación tardía, de las dudas en el pelo (echo de menos las flores) y la vida entre las manos, resbalando, rasgándome las líneas torcidas como una botella rota. La pared como una barrera, las sábanas cárceles de incertidumbre, y el pasado como la peor película de terror que mi cabeza es capaz de proyectar. La noche se desliza así, ebria de hipotermia emocional y de imágenes inútiles, con forma de sombra brillante.
Y ¿qué somos aparte de claroscuros resplandecientes? Obras de arte partidas por la mitad y canciones desafinadas, la cuerda rota de la caja de música más bonita.
Los que vivimos en las horas más sucias del día acabamos aprendiéndonos los miedos y las lagunas de nuestras vidas, acomodando la mirada al caos de la introspección y huyendo de la luz artificial que nos prometen para que finalmente cerremos los ojos.
Y no lo entienden. Si luchamos contra el insomnio no es para vivir en el sol. Es para huir de nuestras tinieblas.
M.A.G.

domingo, 1 de junio de 2014

A él

Que cuando él ríe, tiembla el océano.
Lo llena todo de luz, y no para de desordenar hasta el mismo caos.
Y cómo no va a ser bonito.
Como escribir tres veces tu final favorito, o encontrar un caramelo en el bolsillo.
Tan simple y a la vez tan enrevesadamente limpio, tan de color azul.
A veces pierdo de vista el reflejo de su sonrisa y tengo que cruzarme un mar de estrellas para encontrarlo.
Pero qué suerte.
Que aunque escriba poco porque antes dolía mucho, duele más no escribirle constelaciones hasta en el surco de su pasado.
Duele más un centímetro entre él y yo, que el barco hundido de mi tristeza.
Habrá quien piense que aún no sé bien como manejarme con palabras felices.
Posiblemente tenga razón. Posiblemente no lo entienda.
Me dijeron que dejara de escribirle al invierno cuando ya había llamado a la puerta la primavera.
Y puede que sea tarde. Pero qué desastre más hermoso regalarle flores al verano.
Tatuarme el sol en la espalda y navegar por sus pupilas, sin prisas, sin ropa, sin espacio.
Dejé de firmar todas las cartas con "salvadme" y ahora solo sé dar las gracias.
(Se me caen los versos por la almohada, me despeinan los "ojalá").
Mañana me despertaré...
Y no estarás cuando mire a la izquierda.
Eso sí es una catástrofe natural, y no las inundaciones ocasionales de mi cuarto.
Porque cuando viene el huracán de los suspiros, el sueño huye, pero él se queda.
Él siempre se queda.
¿Ahora entendéis por qué solo puedo dar las gracias?
M.A.G.


domingo, 11 de mayo de 2014

Círculos, triángulos, líneas...

Que la vida es cíclica, me grita el mundo a voces. Me guiña un ojo y yo asiento con resignación. Ironías capicúa. Un bucle obsesivo y sin salida aparente, absurdo hasta sus cimientos, profundo como un por qué a las seis de la mañana.
Círculos concéntricos que giran en paralelo, espirales infinitas de autodestrucción merecida o buscada. Personas que se han perdido, líneas torcidas hasta la más pura decadencia.
Triángulos. Formas no tan suicidas pero sí menos aleatorias, poco tienen de hipster, mucho de putada. Mi clase de geometría particular los coloca donde menos me apetece. Un triángulo atrapado en un círculo. Como una botella en una papelera (y no hay mejor metáfora que esa).
Pero a veces tu risa avanza en línea recta, mira hacia delante, y tu boca no quiere dar vueltas por enésima vez. Quiere respirar de nuevo aire limpio sin tirarse años hallando el puto diámetro de una circunferencia inestable.
Yo, que no entiendo una mierda de matemáticas. Y quizá sea por eso.
Las líneas avanzan, corren, viven, llegan a alguna parte o siguen creciendo eternamente. Los círculos solo se repiten hasta que tu propia sombra se ríe de ti con sarcasmo. La elección es clara cuando es tuya. Y estoy casi segura de que esta vez, lo es.
Qué le den a cerrar círculos.
Hoy es un día raro, de resaca, dirán algunos. Mi alcohol es emocional y creo que provoca efectos incluso peores. Delirar sobre geometría metafórica es pura prueba de ello. Ojalá existiera un ibuprofeno para la memoria.
Libros hasta las cinco, espejos empañados, escaleras que son casa, o copas que te distancian. Móviles arrojados, sonrisas estúpidas, proposiciones irónicas. La intensidad se ha enamorado de mi mundo, y quién soy yo pare reprochar la estupidez ajena, teniendo tanto que decir de la mía propia.
Mi alrededor se sumerge en apuntes y yo solo quiero escribir despropósitos para coserme el corazón a las palabras. La niña que lloraba en el autobús se ha vuelto una idealista cínica y melancólica con tendencia a la introspección pero con cierta impulsividad suicida. Acabaré en alguna película de Tim Burton o en un libro de Zafón. Las palabras ajenas caen como lluvia sobre mi cara, y casi ni las siento.
He decidido volar en línea recta y quizá sea un puto milagro.
(Incluso mas que esa sonrisa).
M.A.G.

lunes, 21 de abril de 2014

Recuerdos al sol, tercera parte.

¿Dónde está esa chica? te preguntas a veces, cuando las ideas se comen tu corazón. Aceleras y frenas, obras y condenas. Pierdes la cabeza y los ojos por una mirada que luego te quema.
Cambiamos sin dejar de ser los mismos. Nos odiamos hasta reventar y probamos de todo, desde la droga hasta el encierro, desde el adiós hasta el volver. Nunca quedamos satisfechos, nunca olvidamos, nunca regresamos del todo.
A medias. A medias y da gracias. Todo se tuerce para enderezarse, sin tener ni puta idea de para qué lo hacemos. Escribimos desde el desastre, en forma de vicio, de pistola o incluso de cáncer. Escribir por no morirse, o algo así dijo alguien.
Pienso en esa chica, en sus ojos de agua y su tranquilidad suicida. Pienso en ella con tanta frecuencia como en su actitud, y aún no he decidido cuál es realmente la buena. Dicen de conflicto interior, pero nadie ha vivido jamás esta guerra.
No busco palabras limpias, ni ningún sentido concreto. No aspiro a consejos, comprensión o halagos. Imaginaos lo que me la sudan los reproches que proceden de la ignorancia. Que solo quiero respirar, y a veces solo me sale si es por las letras.
Ni explicaciones ni huidas ni mierdas. ¿Quién no quiere sumergirse para jamás ahogarse? Lo paradójico es que a día de hoy, aún recuerde incluso lo que no pasó nunca. Lo irónico es volver, volver y sentirse libre pero rechazar a la persona que un día fuiste.
(Solo sé vivir en tragedias).
Aún puedo correr. Siempre existe la alternativa de largarse sin contemplaciones de cualquier lugar, borrar tus huellas del mapa y que te olvide hasta quien no te conoce. Qué despropósito.
Mi fin de hoy es un parpadeo largo, de cuando has dormido demasiado poco, o necesitas dormir durante muchos muchos años.
M.A.G.

miércoles, 9 de abril de 2014

"Ningún libro que leímos avisaba del peligro de creernos especiales."

Y es que a veces no importa el lugar al que vuelvas
ni los labios que olvides,
solo basta el silencio, el color que te regala el cielo
y los botones de esa camisa
mientras esperas el maldito ascensor.

Viajamos, extasiados, en busca de la mirada
que nos robe el premio de lotería
para poder saltar en paracaídas sin chaleco
y hacer todas esas cosas en las que juramos
no caer jamás.

Somos unos enfermos emocionales
de cerveza agria y cigarros malos
de gritar "yo le quería, hostia"
en el bar más sucio de Sevilla, Madrid o
cualquier punto borroso de un mapa roto.

Lloramos y lo escribimos
como un vicio raro que nos da suerte
y del que somos incapaces de aprender.

Ojeras crónicamente enamoradas
de una idea, de una boca
o de todos esos libros de los que hablaba McEnroe.

Y otra madrugada nos atrapa
en la calle quizá
o en otras sábanas
pero lejos de lo que amamos
y cerca de lo que nos consume
(a veces, solo a veces
los dos conceptos coinciden
en el mismo espacio
y se produce el milagro).

M.A.G.