martes, 22 de diciembre de 2015

Poema para el dolor de cabeza

Poco se habla de lo que duele McEnroe
de lo que arañan las canciones
imágenes que se te clavan más abajo del alma
que te persiguen hasta la cama
te incendian las heridas
y se deshacen en llamas.

Ya no sé escribir
sin esconder mis cicatrices
bajo sinónimos muertos
que no engañan a nadie.
Sí, he dejado de llorar
pero la piel aún sangra
si recuerdo
y cierro los ojos y escupo
"me da igual".
Qué ironía.

Mis poemas nacen sucios
abandonados, apócrifos
sin dueño, sin salida
ya he olvidado
cómo se olvida.
Y me hago la loca
porque ¿a quién le importa?
A mí. Supongo.
Todo esa historia de la autodestrucción
es más que un cuento
y me lo sé de memoria.
M.A.G.

martes, 8 de diciembre de 2015

Parte de la piel

Y ya puedes correr durante horas, poner kilómetros de distancia, olvidar intencionadamente esas palabras. Inútil es un término escaso cuando intentas engañar al destino.
Porque esas frases se grabarán bajo tus costillas a base de sueños, de infancia rota, de tanta tristeza implícita con todos sus significados perforando tu alma. Hay libros que te secuestran, que te tiran del pelo y te dan de hostias contra la pared, que vivirán en ti aunque no vuelvas a leerlos nunca, porque ellos te leen cada noche sin que lo imagines siquiera.
Puedes leer novelas buenas, poemas que te gusten, obras de teatro merecedoras de toda tu admiración. Pero lo que al final te define son aquellos libros que lees como si una puta voz te obligara a continuar, con las mejillas encendidas y debajo de una manta, robando toda tu atención en exclusiva. Esos libros se convierten en tu piel. No puedes ignorarlos, son ya parte de ti y darán guerra el mismo tiempo que aguantes tú respirando. Son como algunas personas.
Llaman a tu puerta de madrugada y tú les dejas tu alma, tus recuerdos, tu silencio y tu control. Te ayudan a salir de la peor de las mierdas y se convierten en el único psicólogo frente al que te desnudarías realmente. Acaban siendo lo que te ata a la cordura, a la magia, a la vida.
Siempre están ahí. No te juzgan ni te desquician, aunque se apropien de tu corazón. Te cuidan cuando no queda absolutamente nadie. Te convierten en la persona que eres.
Esos libros son el hilo que muchas veces te separa del suicidio
M.A.G.