viernes, 31 de octubre de 2014

"Era preciosa"

Y lo pensó tantas veces que terminó por olvidarlo.
Sabía que tenía el pelo del color de los ojos, recordaba la forma exacta en la que curvaba los labios con un "ya sabes por qué". Recordaba cada pequeño resquicio de sus palabras tristes. Era tan absurdo el ciclo de los acontecimientos que existían por culpa de lo jamás llegaron a hacer.
La había querido tantas veces. La había querido tan mal.
No era el típico chico, o quizás era exactamente esa clase de persona que nunca aspiró a ser. Porque a veces el espejo es la última trampa de la razón.
"Era preciosa. Era todo lo que no podía tener y todo lo que se encontraba al alcance de mi mano." Y la eterna contradicción acabó por enterrarlo vivo.
Ella no existía realmente. Era la proyección de una posibilidad, un sueño incierto, un reflejo de la perfección que distaba de ser perfecta.
O ella ocupaba plenamente el espacio de lo real, de lo sólido, de la risa contra el cristal.
Era y no era.
Su forma cambiante y sus abrazos de espuma. Su nuca, la cara oculta de su nostalgia, y toda la violencia que escondía en las costillas, dos centímetros por encima de lo que muchos llaman corazón.
Calma que estudia a la tormenta, y huracán que se pierde en el silencio. Era absurdo ponerle nombre a lo que carece de cualquier tipo de reglas, de compases, de cifras.
Su pelo se perdió en un pasillo oscuro. Él olvidó una vez más.
Cuando recuerde, el calor de sus ojos de bruma estará extinguido para él. Y si algún día vuelven a encenderse como un cielo amurallado, él cerrará los suyos con certera indiferencia.
Jamás se encontraron.
Porque solo la quería cuando huía tan lejos que parecía rozar el infierno.
M.A.G.

viernes, 10 de octubre de 2014

Cuando los días te hielan

Echo de menos el calor. O simplemente un abrazo. Ni siquiera tengo inspiración, y siento las palabras suicidarse contra mi garganta. Tengo frío hasta en los argumentos, hasta en el último hueco del pecho.
(Las mantas no tapan la nieve que corona mi piel.)
Lentamente he ido acurrucándome en las heridas, hasta que ellas mismas han decidido leerme cuentos para dormir (hace mucho que no se acuerda nadie). El único calor posible se derrama en mis mejillas, apagado y violento a la vez. Un dolor sordo pero insistente. Me consumo entre parpadeos vacíos, cansados, sin rabia ya.
El reloj parado me observa con cierta ironía y quién soy yo para no reírme. Intento vaciarme pero el frío se expande, me cubre, me hiela. Ni siquiera entiendo qué quieren estas letras. A veces me pregunto cómo es posible sentirse tan inmensamente sola y a la vez tan atiborrada de emociones de mierda. Quién necesita las drogas teniendo sobredosis de intensidad perpetuas.
El insomnio respira en mi nuca y hace mucho que no sé correr. Me tiemblan hasta los silencios que nunca existieron.
Acaba de anochecer en mis pupilas, y tampoco deseo que llegue otro día a salvarme con su luz. Soy un ejemplo de naranja oxidado,  de gris perdido. Me compongo de los colores que nadie desea mirar.
Volvemos a quedar los libros y yo, condenados a ser los raros, la parte que estorba. Fahrenheit 451, tan parecido a veces al 2014... Y yo no soy más que tinta y sangre.
Algún día huiré tan lejos que todos me habréis olvidado cuando decida regresar. ¿Querrá la tristeza fugarse conmigo?
M.A.G.