miércoles, 1 de enero de 2014

2013 (o el año del casi fin del mundo)

Decíamos de 2012, pero realmente el fin del mundo llegó cuando sonó la última campanada que precedía al 2013. Fue como si el equilibrio se rompiera, un cambio tan brusco que a día de hoy me sigue dando miedo. No creo que lo entendáis, pero fue como si una sombra me persiguiera desde aquel 1 de enero. Volvamos allí por un segundo, yo no quiero hacer ningún balance, prefiero realizar un viaje del tiempo a mi 1999 particular, este 2013...
Enero
Todo iba bien. Lo prometo. La felicidad me rodeaba hasta límites que yo ni conocía. Y lentamente, empezó a evaporarse, con poesía rota, alcohol a solas, detalles que perdían luz. Lo inimaginable aparecía ante mí, y vivía con miedo, sin nadie a quien le importara cerca, en una ciudad que me comía las ganas de vivir. Llegué a pensar que si alguien me abrazaba me desharía, los monstruos de mi armario desfilaban por el balcón. Vivía a base de esperanzas, de "todo volverá a ser como antes". De momento, vivía...
Febrero
Pero los miedos se comieron mis costillas, mi corazón se quedó tan paralizado que creí que nunca volvería a recuperar su mecanismo de siempre. Sábanas arrugadas, más alcohol, noches tirada en el baño, y la cuenta atrás para volver. Pesadillas a deshora, ansiedad y madrugadas de acurrucarme hasta creer que desaparecía. Pensamientos suicidas y toda una serie de despropósitos convergieron en mi realidad. El día que volví, me caían las lágrimas a borbotones. Parte del mal sueño había acabado. Allí se quedaban los recuerdos.
Marzo
De un fin del mundo a una gilipollez a destiempo, me teletransporté rápido. Y pagué muy caro el dejarme llevar para cerrar los ojos al dolor. Otro de los errores que me perseguirían todo el año, que me torturarían por la noche cuando intentaba cerrar los ojos y dejar de temblar. Volví a mi vida, a mis clases, a mis amigos. Volví y eso me salvó. Las pesadillas cesaron, y más o menos, conseguía dormir y hasta esbozar alguna sonrisa. Los conciertos, mi familia, un poco de fe en que las cosas podían mejorar. Pero la facultad no era lo que recordaba... Y dolía.
Abril
Love of Lesbian. Contaba los días y las horas, y era mi motivo para todo. Por fin estuve ahí de nuevo, y me sentí un poquito más viva, más yo. Me salvaron otra vez. Y llegó Almuñécar, llegó la feria... Olvidaba todo lo que me pasaba, tenía recuerdos aparcados en una nebulosa perdida, vivía sin mirar atrás, sin saber que el pasado siempre te persigue, y más cuando lo llevas clavado muy dentro... Todo era carpe diem y no dejaba de precipitarme hacia una situación que comenzaría a acabar con mis principios, con mis sueños, con mis heridas bonitas. El preámbulo de una tragedia nimia, pero inevitable.
Mayo 
Y comenzó a derrumbarse todo, como un castillo de naipes o una infinita fila de piezas de un dominó diabólico... Perdí dos personas en un tiempo récord, no me gustaba lo que estudiaba, me sentía absurdamente sola. Y los recuerdos aprovecharon para acuchillarme las pupilas desde un viaje a Granada. La ansiedad me comía la boca por las noches y hacía el amor con el insomnio hasta acabar gritándonos con algo más que odio. Deambulaba y solo leer o ir a un concierto significaban algo para mí. Broncas en casa, noches de ibuprofeno sin mañanas de resaca... Entré en una espiral de destrucción.
Junio
Llegaba el calor... Pero el sol solo hacía que me ardieran aún más todas las heridas. Personas que me juzgaban sin saber, días y días sin salir de casa, exámenes a los que no iba... Fue un mes de parálisis, un punto muerto asfixiante, que desembocó en un cambio de carrera, un piercing y una reconciliación que me devolvieron parte del aire que no conseguía encontrar. Pero las noches seguían siendo mi infierno particular.
Julio
Volvía LOL, volvían los viajes. Y las ganas se me acercaban tímidamente por el día, para luego huir de madrugada. Fue un mes de PERSONAS, así en mayúsculas. Y de LOL, de buses, de un poco más de vida. Sin embargo, era incapaz de cerrar los ojos sin sentir que el mundo se me caía encima otra vez. El insomnio se volvió crónico, y un día sin llorar era un imposible. Nadie que me viera a la luz del sol era capaz de comprender esta tristeza, esos recuerdos que se me aparecían ardiendo en mi cabeza, los peores fantasmas que me han acechado jamás. Las ironías cíclicas, las casualidades malas... ¿Y si esa historia era LA historia y me perseguía para siempre?
Agosto
Algo de paz, pero no demasiada. Un rincón perdido del mundo y un viaje en tren a una ciudad que me trae buenos recuerdos. Madrid hizo mucho por mí y durante una semana casi lo olvidé todo. Casi.
Septiembre
Siempre había sido uno de mis meses favoritos, el 9, el de la suerte. Pero este año solo fue una sombra marchita, un recuerdo en forma de hoja de calendario. De una página arrancada y sucia, tirada debajo de la cama, arropando a los monstruos por las noches. Al menos había comienzos bonitos y caras que echaba de menos, un poco de distracción, de oxígeno.
Octubre
Y por fin empezaron a actuar las casualidades buenas. Llevaban ahí un tiempo, escondidas, maquinando planes fantásticos que escapaban a cualquiera de mis expectativas. Y de las suyas. Fue de una forma tan sutil que ni la recuerdo bien. Unas preguntas, alguna que otra conversación. Un chico simpático. Aquello parecía un acontecimiento más, unas palabras de tantas. Una noche sin dormir, envuelta en tinieblas, en alcohol, en más baños de madrugada. Mi destrucción de siempre pero esta vez un poco más acompañada. Y desde ese día de los muertos, todo volvió a la vida.
Noviembre
Como un terremoto cuando menos lo esperaba. Las palabras y el corazón empezaron a cobrar vida propia y se nos fueron completamente de las manos. Agobios y discusiones, problemas y mierda contra todas esas mariposas psicóticas que revivieron de golpe en mi interior, para llevarme a un estado de calidez donde la paz se escribía en mayúsculas. 1999 se estaba acabando, solo quedaban unas semanas. Y repito: ya había paz. Un viaje absurdamente genial, personas increíbles, más música, más Love of Lesbian. Esta vez las cosas SÍ iban bien.
Diciembre
Pero claro, seguíamos en 2013. Peleas, terceras personas, lágrimas que al menos esta vez siempre desembocaban en sonrisas. No recordaba lo que era, me sentía levitar, la risa volvía a estar viva y los incendios oníricos me inundaban por las noches. El insomnio pasó a ser ganas, suspiros ansiosos contra la almohada. Una de cal y otra de arena, pero siempre con él. Contando los días para que la mala suerte volviera a pasar de largo.
2014
Y así acabó 2013, con unas campanadas que me parecieron mágicas, y que sentimos como una salvación personal. Este año pienso romper todas y cada una de las ventanas de sus miedos.

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