No busco consuelo cuando beso, y mucho menos cuando leo. Necesito calor y humedad y lucha y discusión y toneladas de caos asfixiante.
Reclamo el exceso, lo inimaginable, el odio más atroz encubriendo el amor más inagotable. Admiro a quienes viven de la pureza y el equilibrio pero en mi puta vida me gustaría ser como ellos.
Estoy perdida si no me dejo la piel en una historia sucia a las cuatro de la mañana, ya sea en letras o en mi cama. Aunque luego no sobreviva al final, a la ansiedad desmedida provocada por la adicción a lo roto y a lo desbordante. Esas muertes son lo más jodido y a la vez alimentan la tristeza más hermosa. Siempre he aceptado el pacto entre los extremos y mi alma. Siempre he firmado con tinta y sangre, y de ahí los tatuajes de mi corazón y de mis sábanas.
Que joder, me recompongo con cada copa y cada risa, en cada bocanada de aire que me envuelve de humo, en cada puta mirada que podría llevarse mi alma en un segundo. Benditos libros autodestructivos de gente que se destroza la vida y luego se la salva, malditas guerras en el corazón y en la cama, que provocan heridos que se lamen cada gota de sangre.
Quizá la única diferencia sea que muy pocos muerden tan profundo como para provocar abismos en el alma. Y sin embargo, muchos libros sí.
M.A.G
miércoles, 28 de octubre de 2015
lunes, 12 de octubre de 2015
No tengo título, ni razón.
Los poemas hay que leerlos en braille
Palpando las cicatrices
Leyendo sus constelaciones suicidas
Llorando sus huidas.
Hay que mirarlos como a una estrella voraz
y prometerles gritos y paredes húmedas y portazos a habitaciones vacías de la memoria.
Yo tenía 17 inviernos
y la poesía me voló el corazón a versos
como una bomba nuclear arrasa civilizaciones
como el cianuro viajando por la garganta.
Bendita lluvia ácida que aún me muerde
que se me enreda en la cabeza
y hace brotar
ideas de hiedra.
Ese es el secreto.
Cuando se agarra a lo más profundo del estómago
se folla a las mariposas
y las hace volar alto
hasta una boca de sal.
Y así quién no busca un beso.
M.A.G.
Palpando las cicatrices
Leyendo sus constelaciones suicidas
Llorando sus huidas.
Hay que mirarlos como a una estrella voraz
y prometerles gritos y paredes húmedas y portazos a habitaciones vacías de la memoria.
Yo tenía 17 inviernos
y la poesía me voló el corazón a versos
como una bomba nuclear arrasa civilizaciones
como el cianuro viajando por la garganta.
Bendita lluvia ácida que aún me muerde
que se me enreda en la cabeza
y hace brotar
ideas de hiedra.
Ese es el secreto.
Cuando se agarra a lo más profundo del estómago
se folla a las mariposas
y las hace volar alto
hasta una boca de sal.
Y así quién no busca un beso.
M.A.G.
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