de lo que arañan las canciones
imágenes que se te clavan más abajo del alma
que te persiguen hasta la cama
te incendian las heridas
y se deshacen en llamas.
Ya no sé escribir
sin esconder mis cicatrices
bajo sinónimos muertos
que no engañan a nadie.
Sí, he dejado de llorar
pero la piel aún sangra
si recuerdo
y cierro los ojos y escupo
"me da igual".
Qué ironía.
Mis poemas nacen sucios
abandonados, apócrifos
sin dueño, sin salida
ya he olvidado
cómo se olvida.
Y me hago la loca
porque ¿a quién le importa?
A mí. Supongo.
Todo esa historia de la autodestrucción
es más que un cuento
y me lo sé de memoria.
M.A.G.
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