A veces me pregunto
si la tristeza es simplemente
una enfermedad crónica
mariposas muertas
o una condena a vida.
Esa recta rota que trepa
por las arterias incendiadas
queriendo amputarme el corazón.
Mis reacciones químicas
se han vuelto fórmulas letales
y ni siquiera entiendo
las marcas que dejan en mis huesos.
Son las cinco y dieciocho y
vuelvo a llorar en el sofá
porque llueve en mis sombras.
En la oscuridad
caen gotas de recuerdos
ácido sulfúrico en la piel
el empujón de un suicida
la última canción de un pájaro.
Estoy destrozada por un pasado
del que no aprendí casi nada
solo a huir de la memoria
o a no pensar que
escribo esto
(una vez más)
porque mañana es mi cumpleaños.
M.A.G.
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