miércoles, 15 de enero de 2014

Jueves a las 3:06

No llueve pero se oyen murmullos apagados en la ventana, o quizá sean los cristales pidiendo a gritos el romperse por un vicio (a más sucio, más limpia el alma).
Que nadie es nadie ni vale más de lo que se recuerda frente al espejo, y dime, ¿no es mejor joderse a suicidios el haberlo intentado? Echa el resto, sonríe tres veces y apuesta hasta las cejas. No hay mejor vida que perder(se) del todo. No hay mejor pérdida que la vida en unos labios.
(Las 3:10, otro paso en falso.)
Saltar un escalón y hundirse en el charco, ese es tu pozo de los deseos y te quedan diez putos segundos para encontrarlo. El repiqueteo de la lluvia inexistente se clava en mi clavícula sedienta, otra vez trece minutos que se embalan en mi mente, y ya ni quedan pistolas (¿disparas tú?). Pierdes las páginas del libro pero eso no son papeles, son dimensiones azul cínico desgastado en una mente caótica de estrellas. (Volvemos a descender diez grados bajo sueños mientras dan las tres y cuarto).
Me dueles en las pupilas y te bebo en el aire a a dieciséis respiraciones alocadas bajo tu colchón favorito. La apuesta alta y tus manos de farol. Tachemos el error de la lista de equivocaciones que merece la pena vivir antes de vaciarse por dentro a base de humo podrido. (Eres como el alcohol que escuece en las penas e intoxica a las heridas).
(Por culpa de tus palabras en mis letras me dan las 3:24 y ahora qué).
Practico la influencia del arte en los silencios, pero ni a suspiros me sale el no pensarte a cámara lenta encontrándote en cada parpadeo extraño. Difícil pensar en estrellarme cuando vuelo sobre la superficie de tu risa en mis oídos (y el eco de la felicidad en mis labios). Apuntas bien por una vez y das bajo el insistente escudo de papel que te regalé roto cuando me dijiste las dos palabras que abren cárceles y salvan a la tinta que muerde la mirada. (Mierda, las tres y media y yo sin ti.)
La escarcha de los imposibles contra tu piel es solo un cristal suave y peligroso contra la rutina muerta. Aún podemos salvar los relojes de las cuerdas que nos atan.
Aún podemos desatarnos del tiempo.
Aún somos nosotros. Y para qué queremos más.
M.A.G.

3 comentarios:

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  2. A la gente no le gusta las cosas rotas. Otros saben incluso reconstruirlas... suerte de haberlo encontrado.

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