jueves, 15 de noviembre de 2012

Esa chica y el espejo.

Un cigarro mal apagado en el suelo, que quizá tuviera nombre de nostalgia. Papel de la marca OCB a las 4 de la mañana en unas viejas escaleras de metro. Y no se me ocurre otra forma mejor de explicarlo.
Como ese vaho que empaña a veces los espejos y que distorsiona ligeramente la realidad. ¿Cuántas Alicias habrán querido atravesarlo? (me pregunto mientras rozo su superficie con la mirada perdida).
'Y otra vez caeré'. Cojo aire mientras me ahogo en una espiral de frío y recuerdos, de miedos y de adicciones repentinas. Quién tuviera litros de alcohol para alejarse y ahogar la conciencia (a veces tan puta), o simplemente una voz rasgada que se clave en los oídos y te parta el alma en dos.
-¿Te crees capaz de salvarte?
-Nunca. Por eso aún no he caído del todo.
Aquel humo nunca se disipa del todo (decíamos, mientras fumábamos en el balcón). O quizá simplemente sea otra trampa de mi imaginación, otra imagen borrosa y artificial creada para invadir de melancolía la ya de por sí extraña tristeza que me compone.
'Lo siento'. Y demás verdades disfrazadas de mentiras. Yo aún recuerdo a la chica que caminaba bajo la lluvia con la mirada borrosa, sometida a los caprichos de canciones que hacen pedazos. Ella a veces llora en mi interior, es la voz de mis ataques nocturnos, de mis viejas ansiedades.
(Ya nadie habla de fantasmas tan reales como personas).
Todo el mundo sabe que debajo de la cama se esconden los mayores monstruos. Pero a veces olvidamos que es en los espejos donde se encuentra nuestro peor enemigo. Por eso los 'siete años de mala suerte para quien los rompa'. De alguna manera tenemos que frenar ese dulce e inútil impulso de golpear el absurdo cristal, hasta que nuestra imagen se distorsione por completo.
(Hoy mis ganas ya no son tan frágiles como parpadear, hoy mi sonrisa no está cosida con miedo).
Nunca tengo claro qué historia estoy intentando contar. La realidad últimamente se compone de pedazos de calendario, de esperas y de aviones.
En medio de un guion algo extravagante, estoy yo. La chica que se sienta en la parte de atrás de los autobuses y que tiembla en cuanto salen esas canciones.
No hay punto final ni palabra que sepa acabar una frase mejor que un suspiro.
Ahí va.
M.A.G.

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