Para que luego digan que la poesía no se puede tocar, cuando si no se te clava hasta lo más dentro de las costillas, la poesía no es más que palabras bonitas encerradas en tristeza hueca (y para tristezas ya están mis suspiros, y para hueca, mi boca sorda contra los recuerdos).
Y una noche demasiado oscura, y olvidos que no son más que nombres propios y secretos de mierda contra una pecera vacía. A todos se nos acaba olvidando el verdadero motivo por el que buscamos preguntas formulando las respuestas (con esas sonrisas, esas miradas furtivas y aquellos roces esquivos que se huyen para perseguirse más fuerte).
Acumulo resacas emocionales, resacas sintácticas, resacas rotas y hasta resacas de "ojalá alguien salvándome la muerte". Quizá el alcohol y las drogas no sean los únicos que (me) colocan. Quizá nos equivocamos cuando pensamos que son un par de cigarrillos a destiempo los que nos roban eso que muchos llaman vida. Quizá simplemente sea nuestro propio corazón el que nos envenena a base de latidos inoportunos y escalofríos con sabor a "quítame esos ojos de la nuca o te mato a versos". ¡Y nosotros culpando a otros vicios más suaves y menos hijos de puta!
Somos la generación de los infinitos partidos por la mitad y de los ataques de ansiedad fumando el último cigarro de aquella cajetilla que nos dejaron. La de los polvos en los ascensores, la de correr con la moto hasta rompernos la cabeza. Y sin embargo la causa de toda esta mierda es que nos jodemos la vida a base de querer. ¿No es irónico?
Que nadie tiene ni puta idea de por qué determinadas palabras me astillan el alma hasta convertirme en barco hundido. Que mis naufragios valen diez veces más que las sonrisas vacías que me tengo que tragar cuando miro a quienes están aún más muertos que yo sin ellos ni siquiera sospecharlo.
Mis resacas y mis impulsos son los que me regalan las mejores palabras. Y ya solo por eso, esta vida de mierda merece más la pena.
Mejor sobrevivir a base de noches sin dormir y arrancarle a nuestra existencia algo más que simples costumbres amables de rutinas oxidadas.
Que una ruina puede brillar, aunque no lo entendáis.
M.A.G.
Alucinante. Nunca llegué a pensar que se podría escribir tanto sin decir absolutamente nada. Los cigarros, como todo, pierden su toque poético -si es que alguna vez tuvieron- y se vuelven empalagosos si te los fumas de tres en tres.
ResponderEliminarPerdona, me he perdido la parte en la que yo intentaba decir algo a alguien que no fuera yo misma. O en la que esperaba que lo entendiera cualquier otra persona.
EliminarEscribo para mí, y para nadie más.
Por cierto, irónicamente, yo no fumo. Qué cosas eh.