Y yo que te hubiera cosido la vida a besos, el caos a las caderas. Ni toda la Antártida hubiera congelado nuestros silencios rojo fuego. Pero se te ha olvidado y yo ya no sé cómo recordártelo sin arriesgarme a destrozarlo aún más.
Teníamos tanto frío en los ojos que nos abrazábamos las miradas. Ni los pájaros volaban tan alto, y quién quería la puta gravedad teniendo tus brazos, joder.
Cómo me jode hablar en pasado y no ser capaz de salvarme en presente, sin creer en el futuro.
Que me tapo con 40 grados y tirito al cerrar los ojos y encontrarte tras mis párpados, escondido entre mis recuerdos.
Eras casi mis pupilas, y jodías a la tristeza solo con palabras. Yo a eso lo llamaba magia, y a ti, milagro. Ahora no sé ni mi nombre y juego a ser Ironía (o Ironiria). Siempre pierdo. La cabeza, los papeles, el sentido, las ganas, la vida. Y a ti. Esa fue mi peor derrota.
Aquella mirada que me hacía trizas el corazón en un segundo. O cuando el cielo lloraba y a mí solo me salía sonreírte a quemarropa, consumiéndome en tu clavícula.
El fallo fue quedarnos en los días negros, tirar la fe a la basura y olvidarlo TODO de repente (y para que yo escriba en mayúsculas, algo ha tenido que hacer 'crack' aquí dentro).
Ya solo soy los hilos perdidos de mi memoria y algún que otro latido inoportuno. Pero puedo jurar que el puto "de verdad que lo he intentado" grita en mi cabeza más alto que nunca, y creo que es mi único consuelo.
Aquella ternura vive en mis letras, y daría mi vida por poder contemplarla de cerca.
Ya no sé si ardo cuando escribo, o si escribo porque cada aliento me quema en los labios.
Ni siquiera pueden responderme a mis preguntas. Solo sirvo para lanzar réplicas airadas a las palabras, y ellas ni se molestan en contestar.
El punto y final es una promesa de ventanas abiertas (ya nadie las rompe), de alcohol desmedido, de llantos a ciegas.
Es la prórroga incansable del nunca jamás arañando con cristales cada centímetro de mi piel.
M.A.G.
No hay comentarios:
Publicar un comentario