miércoles, 4 de septiembre de 2013

Despedidas de humo

-¿Te das cuenta de que aquel día nos jodimos la vida, verdad?-musitó ella mientras fumaba indolente contra su hombro, haciéndole tragar todo aquel humo impregando de decepción y derrota.
Él la miró de reojo, sin querer detenerse en su flequillo desordenado ni en las pecas de su nariz.
-Lo sé. Es algo que estamos condenados a saber-respondió quitándole el cigarro de los dedos. Fumó con ganas, expulsando todo el aire de golpe, como si le quemara en la garganta. Pero ambos sabían que nada le consumía tanto como ella. Su cigarro particular, su punto débil, su primera sonrisa contra la espalda. Nadie podía luchar contra eso.
Y, sin embargo, habían perdido.
-¿Por qué lo hicimos? ¿En qué cojones estábamos pensando? Siempre se nos dio mal eso de pensar cuando nos besábamos y nos dibujábamos el infinito en las pestañas. Qué ilusos...
Ella lo contempló absorta unos minutos. Quería volver a besarlo, pero su boca sabía a rencor y a egoísmo, y tenía miedo de sus propios recuerdos.
-Dame el cigarro. Nunca supiste fumar, y cada vez lo haces peor-le susurró al oído, con la voz quebrada, triste, cansada.
Sin resistencia, el chico le entregó el cigarro rozando ligeramente sus dedos.
-Joder, ¿por qué siempre tienes que hacerme caso? Cabreáte, grítame, llámame puta. Haz algo de una vez y deja de observarme como si estuviera a mil kilómetros de distancia.
Él clavó en ella una mirada intensa y profunda, una mirada que la hizo temblar y apartar la vista.
-Siempre estás a mil kilómetros de distancia. En todos los sentidos. Y lo sabes. Lo sabes y nunca he podido hacer nada contra eso. Ni contra tus lágrimas, ni contra esa fragilidad preciosa que te rodea cada vez que eliminas tus malditas barreras.
El cigarrillo cayó sobre el sofá de una forma casi elegante. Ella respiraba más rápido de lo normal, y acariciaba con cuidado la tapicería verde agua de aquel mueble.
-Nunca entenderé nada de toda esta mierda. Vamos a querernos toda la puta vida y a destrozarnos entre silencios y borracheras enfermizas. Yo seguiré mirando las ventanas con cierta esperanza suicida, y tú fumarás mal todos esos cigarrillos que no te gustan. ¿En qué nos hemos convertido?
-Somos tan solo una sombra mal dibujada del pasado. Vivimos un presente de cenizas, y ya no podemos hacer más que destruirnos poco a poco, cíclicamente. Espero que algún día me perdones.
Le rozó el brazo con cuidado, anticipándose a la mirada escéptica de ella. Siempre estaba guapa y triste, con ese brillo nostálgico en los ojos. Jamás querría tanto a nadie. Jamás se odiaría tanto por culpa de alguien.
-Para perdonarte tendría que destrozarme del todo. Lo siento mucho... Te siento mucho incluso aunque estemos tan lejos que jamás volvamos a vernos.
Por un instante sus labios se rozaron superficialmente, de una forma tan pura y mágica que casi consiguió romper toda aquella putrefacción que los cubría.
-¿Es una despedida?-musitó él con la mirada empañada y turbia.
Ella contempló sus ojos y supo que aquella imagen la perseguiría el resto de su vida. Era lo más hermoso que vería jamás.
-Tú eres despedida-susurró haciéndose añicos y saliendo corriendo de aquel sofá, de aquella habitación, de aquella vida rota que la contempló marcharse en silencio.
M.A.G.

10 comentarios:

  1. Cualquier comentario quedaría corto al nudo que tengo en la garganta.
    Sin palabras.

    (@Agateofobia).

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    1. Creo que era lo mejor que me podían decir... Yo me quedé igual mientras lo escribía.
      Gracias.

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  2. No lo sé... Quizá nunca llegue a saberlo bien del todo. Es una historia sobre todas esas historias.

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  3. Tienes algo que simplemente me fascina.

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  4. Estará muy bien escrito, pero sigues siendo un asco como persona.

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    1. En primer lugar no existe una relación entre esas dos cosas. Y lo de que soy un asco como persona, me lo dices a la cara y lo discutimos. Si tienes cojones, claro, cosa que dudo.

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