jueves, 12 de septiembre de 2013

¿Escribirle a Septiembre?

No somos más que un conjuntos de recuerdos muertos y de ambiciones suicidas que se estrellan contra el marco de la ventana de un viejo cuarto. Nos desvanecemos en el aire de tu cabeza, ese es el verdadero problema.
O quizás tú seas el puto problema, al fin y al cabo.
Mis debilidades se las come la botella y se las lleva el humo donde yo no pueda verlas. Ese es el destino de toda la mierda que desatas en mí, excepto los temblores a las horas más sucias de la madrugada. El peor regalo que me han hecho nunca se entierra entre mis sábanas con cada respiración desafinada contra la almohada.
(Y te juro que no saber exactamente a quién le escribo es casi peor que la tristeza.)
Como en aquella canción, el invierno acabó destrozándolo todo, matando cualquier fino hilo de cordura que me ataba al mundo real. La ironía más grande de todas volvió a perturbar mi calma en verano, y joder, nunca es justo. (Rondabas mi boca con palabras y nunca le echabas cojones a la tuya propia.)
Entonces llega Septiembre y nos mata a todos con un calendario que asfixia cualquier canción que pudiera salvarnos. Observamos cómo se mueve y nos arrastra al caos de olvidar en qué año estamos. Y solo sabemos escribir mientras ignoramos cualquier razón lógica para no hacerlo. Supongo que la tinta nos tira más que la sangre, y claro. Luego nos preguntamos por qué nos estamos muriendo por dentro. Los bolígrafos son peores que los puñales, y nos autolesionamos a base de letras clavadas en la clavícula. Nunca es demasiado tarde para matarse con las frases precisas, con la boca equivocada.
Tanta magia que ensuciamos a base de convertirla en escepticismo vacío. Tú eres mi peor cinismo y mi mejor desacierto. ¿O era al revés? Quizá no me importe a estas alturas. Puede que sea el momento de conversar con un espejo que no me devuelva la mirada más rota de la fiesta.
(Aquella línea invisible que cruzaba mi espalda como un cometa extraviado que se confunde de campo de gravedad. Esa fue la única razón para no abandonar y seguir acelerando mi pulso con la puta voz de mis recuerdos.)
Susurros a tazas de café que le devuelven el calor a un cuerpo con hipotermia emocional, esa es la historia de unos gemidos que se perdieron en las paredes de un cuarto que ya nunca volverá. O las cervezas que nunca me han gustado y se deslizan por mi garganta mientras cierro los ojos y me concentro en creer que aún sigo viva. Puede que el peor cuento que haya escrito sea el que se deslice por mis pupilas cada vez que te encuentre en un bar por casualidad. Aunque, ¿cómo creer en las coincidencias a estas alturas?
Tenemos las alas destrozadas, pero aún queremos seguir volando hasta el final, aún tenemos el valor de defender nuestros vicios y nuestros sueños. Si algún día conseguimos convivir con los monstruos, será por haber volado más alto que ellos. Recordadlo.
Pero, ¿quién es Septiembre? y, ¿qué quiere de nosotros? Me pregunto en noches como esta, dejándome llevar por una música que me eleva más alto que cualquier planeta perdido por tu universo.
Sin embargo, todo acaba reduciéndose a la misma duda de siempre.
¿Por qué el ritmo fluido de tus notas susurrando contra mi oído me deja sin aliento?
M.A.G.

2 comentarios:

  1. Me ha encantado, sobre todo: "te juro que no saber exactamente a quién le escribo es casi peor que la tristeza".

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegro mucho, al menos lo que escribo sirve para algo a veces :)

      Eliminar