miércoles, 12 de septiembre de 2012

Combustiones.

El cristal roto que intenta recomponerse mientras se golpea contra el suelo. El título de un libro que jamás leerás. Las trampas de la memoria. Un fragmento incisivo de palabras que se cuela en algunas miradas.
Todo eso me ronda por la cabeza y se desliza por el corazón con una ingenua sutileza innecesaria. Otra copa y otra máquina del tiempo. Más ojos abiertos en el suelo. Pesadillas con voces bonitas.
Mi vida se compone de pedazos absurdos y recuerdos de besos y sueños y borracheras. Luego todo es humo. Palabras. Muchas palabras borrosas.
Llantos a las 4 de la mañana en un portal mientras me asfixio. Nostalgias tan infinitas que producen pánico. Universos derrumbados. Abrazos que serán eternos. Cartas que nunca enviaré. Un amor tan intenso que te da ganas de vivir a cada aliento.
Tú. Él. Ellas. Solo yo entiendo quiénes son. Cambian siempre. Como el alcohol, los vicios y la memoria. Todo cambia, se va, gira, te rompe, se pierde. Y ahí te quedas tú, con cara de un gilipollas que ha perdido el tren y ni siquiera es capaz de entender por qué (creo que mis recuerdos son solo vías sin ningún tipo de destino, de las que terminan en un precipicio).
Y en medio de ninguna parte me ato con cuerdas sin forma y me asfixio entre tanto aire. Sin ayuda propicio una autodestrucción tan jodidamente esperada que el público me observa sin ningún interés. Quiero mi teatro vacío (aunque qué triste es que nadie te mire sin hacer nada mientras te consumen tus palabras). Y a veces, solo a veces... Ya sabes.
Tiro del hilo y sale toda esa mierda de haber querido como si fuese a morir mañana y de haber perdido como si nunca fuera a morir. Me asfixio entre unas conclusiones que decido ignorar.
Caeré. Sé que lo haré. Si se diera el caso. No debería jugar a volver futuros los condicionales.
Y ya nadie se pregunta por qué lloramos sin parar hasta rompernos, o por qué rompemos espejos y no ventanas, o qué significa querer cuando no se quiere. Hemos perdido.
Retomo retazos de cielo que aún quedan esparcidos por aquí. Me pierdo entre luces que me enseñan que la oscuridad es necesaria para ver qué es lo que brilla cuando todo lo demás se apaga.
Enciéndeme. Créame en el fuego y susúrrale a las llamas que no te irás.
A veces, ardía.
A veces, me ahogaba.
Hazme quemar el agua.
M.A.G.

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