Seres incompletos, extraños,
incautos sordos que se buscan
para perderse en otras manos.
Se encuentran en sueños atrasados
mientras la lluvia se ceba en los relojes
(y los recuerdos se derrumban).
Un mundo de corazones ciegos,
de cuerpos mojados por una lluvia rota,
de todas esas palabras que nunca besamos
en aquella boca de un sucio pasado.
Una pizca de autodestrucción
sin remitente ni destino
en una carta que no sabemos escribir
porque al alma le faltan brazos.
Y mudos, rezamos a un cielo nublado,
esperando una respuesta no suicida,
como si nos la mereciéramos.
De camino al abismo, deambulamos
arrastrando unas expectativas vacías
como una pierna con la que no sabemos andar.
Ya no nos queda nada.
Solo siluetas sobre una cama vieja
que prueban pieles y ni destilan amargura,
carecen de sabor,
no huelen a derrota.
Únicamente guardan indiferencia disfrazada
de distracción ambigua.
Vivimos en un mundo de ciegos sin esperanza,
con los sentidos perdidos por causa
de una razón insuficiente y egoísta
que desterró las emociones en favor
de la ciencia (el progreso dicen),
la pragmática,
el utilitarismo
(y toda esa mierda que
nos deshace lentamente).
Quizá algún día nos salvemos con palabras.
O nos matemos por ellas.
M.A.G.
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