Un día dejé de leerme
dejé de suspirar contra una pared
de mirar el reloj como quien toca el hielo.
Y me olvidé de mí.
Empecé a soñarme en otros
a pintarme los labios color tal vez
a rozarme la piel lento
(creyendo que era tú, si es que hay un tú).
Y entonces desperté agonizando en verde perdido
mezclando la ficción con mi desorden
mientras le juraba a mis recuerdos que nunca más
Nunca
Jamás.
Pero me equivoqué.
No puedes despedirte de una utopía
ni enamorarte de tu jodida memoria.
Ahora solo escribo para encontrarme
y aún no sé si hallaré un sueño
o un cadáver.
M.A.G.
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