Así que cuando el calendario me gritó esa noche, apareciste. Quizá fue culpa de otra de mis absurdas provocaciones al destino. Tal vez la clave está en que no esperaba la llamada, en que escribía como si nunca fueras a leerlo. Me equivoqué, otra vez más. Como ya sabes, no es una novedad.
¿Eso significa que ahora debo medir mis palabras? Quizá debería. Y también puedo. Pero no quiero. Y al final, siempre gana lo que uno desea o no desea. Aunque esto lo aprendamos demasiado tarde, cuando nunca se puede hacer nada.
Qué podría decir ya que tú no sepas... Me sorprende que aún después de todo, aún confíe en ti y en tus palabras. No de la misma forma, no en aquellas que salvaban. Pero sí en que nunca fue tu intención, en que aún, de vez en cuando me recuerdas.
No sé si leerás esto. No es mi intención que lo hagas. No escribo para nadie, ya lo sabes. Lo único que ha cambiado es que ahora lo hago con más frecuencia y en vez de guardarme mis palabras, las suelto al viento, por si a alguien le interesa atraparlas. Quizá tú, quizá cientos de personas que no conozco. Me es indiferente, no me paro a considerarlo.
Algún día tal vez escriba un epílogo en condiciones, o deje ver una despedida que escribí hace un tiempo. Algún día quizá alcances el olvido absoluto (el plural aquí jamás podría ser válido, ya que cuando escribo, jamás miento) y desaparezca totalmente. Quién sabe.
Podría acabar con otra frase de 2009, pero hay otras palabras más idóneas, aunque también de la misma historia.
"¿Cómo podían asentarse en la tierra dos seres tan volátiles? Así que cada uno siguió el camino que le correspondía, y no hay nada más que decir. Hoy iré tarde a dormir. Te informo. Me imagino que mañana te levantarás temprano."
M.A.G.
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