jueves, 7 de junio de 2012

Una caja de música de cristal.

Ni el alcohol cura todas las heridas ni el tiempo es tan implacable con los recuerdos. Eso es algo que cuesta una vida comprender, pero que yo he acertado (qué verbo más irónico, cuando está tan cerca del error y de la impotencia) a aprender en mitad de una tormenta. La culpa es de Zafón y de los poetas, o de haber sentido tanto hasta haberme quedado sin nada.
¿Sabéis? Yo nunca diré entre risas "que lo nuestro no había sido tan importante." Quizá porque todavía no me engaño a mí misma hasta ese punto tan extremo. Quizá porque aún creo que no sería capaz de mentir(le) así.  O tal vez simplemente pienso esto porque esa llamada jamás llegará.
Es curioso lo mal que me llevo con el cinismo ajeno, aunque encuentre tanto entretenimiento en mi eventual escepticismo. Perdonad (a quienes malgastáis vuestro tiempo en estas palabras tan sucias y perdidas) mi desorden o mi falta de coherencia. Hoy estoy especialmente lejos y no sé encontrarle mucho sentido a mis pensamientos (¡cómo si alguna vez lo hubieran tenido!).
Parecerá fuera de lugar, pero al escribir no puedo ser concreta e hilar cada frase con la anterior con un orden que jamás ha existido en la auténtica verdad. Si yo fuera un objeto, sería una caja de música de cristal. Dentro de ella habría miles de folios escritos y mojados de lágrimas. Diréis quizá "es bonito", pero se os escapa el hecho de que el cristal es excesivamente frágil. No sabéis qué aspecto tiene una caja de cristal rota, con los trozos cortando el papel y la dulce melodía sonando en medio de todo el ruido y el daño. Es una imagen excesivamente complicada, dolorosa incluso de contemplar. Quizá por eso salgo corriendo algunas veces. Me da miedo que las personas a las que realmente aprecio se corten con los bordes de toda esa mierda tan hermosa y tan hiriente.
Acabo de explicaros muchas cosas, ni os imagináis cuántas. Pero no alcanceréis nunca a comprenderlas en su totalidad (ni siquiera yo lo hago, y eso que he navegado entre los cristales y escuchado esa triste melodía más de cerca que nadie). Solo vuelvo a escribir lo de siempre: ¿quién no prefiere algo nuevo e insípidamente hermoso a algo roto y lejano? (a ti te lo dije mil veces, quizá lo recuerdes, quizá no).
A veces caer sin mirar es sinónimo de rozar el cielo. Y otras, en ese mismo cielo se encierra el peor de los infiernos.
Espero no haberos dejado nada claro. Nunca fue mi intención enseñar ni dar lecciones. Solo mostrar sentimientos camuflados entre las letras. Solo esconderme un poco más detrás de mis palabras.
M.A.G.

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