miércoles, 31 de octubre de 2012

Noviembre (...yo)

No soy la chica más guapa del bar, ni la luz que brilla cuando todo lo demás se apaga. Tampoco podría decir que mis movimientos son perfectos, ni mis piernas de infinito. Quizás solo pueda afirmar que mis ojos son abismos, y ni eso es una certeza absoluta en tus matemáticas.
Si hablamos de desmentir, podría detenerme en esa extraña idea que se hacen algunos sobre mi inexacta cabeza y mi caótico corazón. Ni vivo en un mundo color rosa (más bien lo definiría como un azul cielo grisáceo, a veces brillante, a veces apagado), ni utilizo las palabras para vestirme de algo que no soy (ellas nunca mienten, son mil veces mejores que yo).
Ni siquiera soy la Luna, tan quieta y tan lejana entre miles de estrellas. Y el Sol se me queda inmenso, me quema las ganas. Entonces, si el agua resbala por mis manos y mi boca no es de sal ¿qué me queda por ser? Una canción de McEnroe. Puede. 'Cuando suene this night'.
Un hilo de cordura me incita a no definirme como una canción que hiere y sangra por sí sola. Pero no puedo pretender leer a Ángel González sin secuelas (los vicios llevan quizás, llevan consecuencias que corren de puntillas).
Si las madrugadas llorando en el baño fueron capaces de enseñarme algo, tal vez sea que la tristeza es la forma de vestir a nuestros sueños cuando tienen frío y quieren quedarse quietos en silencio. Algo mágico y frágil si sabes cómo tejerlo, si lo cuidas con canciones dulces que duelen y con poetas nostálgicos (en la hora de los suspiros).
Una vez creo recordar que me llamé 'melancolía' y jugué entre cajas de música de cristal y todas las palabras que nunca escribí. ¿Será mi obsesión con romper ventanas y quedarme dormida en tus ojos la que me salve?
Tampoco se puede forzar a las estrellas (ellas son fugaces si quieren, caen en el momento oportuno y brillan como nunca, efímeramente eternas) a que exploten y lo inunden todo por un segundo.
A veces he creído ser un 'putas ganas de seguir el show' ahogado entre un millón de lágrimas y un grito rasgado que nadie nunca ha querido escuchar. Ya no sé con qué conformarme y por donde tirar los vacíos y las ausencias de las promesas que jamás juré.
Soy todos los recuerdos que han ardido en mis pupilas. Soy todas las sonrisas que han salvado.
Y soy todas las palabras que me crean y me destruyen.
M.A.G.

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