sábado, 8 de junio de 2013

Costumbres.

Al final te acabas acostumbrando a los desvelos insanos, a los labios helados y a las pesadillas donde el único monstruo eres tú.
Duele, pero la rutina se impone. Y ella no es más que hostias al móvil, temblores inhumanos y apatías desordenadas sobre el suelo de mi cuarto.
La soledad es una casa donde solo cabe la tristeza, y todas las cicatrices de la memoria. Es lo que queda cuando ya nadie está pendiente de tus victorias, ni teme por tus derrotas. Ya no existen los cigarros a medias (y te lo agradezco, porque gracias a ello creo que nunca podré fumar tabaco yo sola), ni las lágrimas de felicidad, ni la puta seguridad que conllevaba saber que te cuidaban al dormir.
Y es que hay trenes que solo pasan una vez, hay abrazos en los que nunca volverás a morir, hay palabras que ya no sabes cómo cojones volver a pronunciar. La única repetición que siempre te va a acompañar son los recuerdos. Y ellos harán de cualquier dolor físico una alternativa más suave y menos enfermiza.
Porque ya todo se te queda grande, y sabes que nadie te echa de menos, que nada será capaz de reparar una mitad que ha estallado en mil pedazos, que es solo polvo y no polvos (joder). Ya solo queda una tonelada de palabras que podrían servir como armas de destrucción masiva para el puto corazón. Ya nadie te salva el mundo cuando estás hecha mierda, ya no sabes a quién avisar cuando te pasa algo bueno por una maldita vez.
Te acostumbras a morirte poco a poco, a taparte hasta la nariz con las sábanas incluso a 40 grados. El frío se convierte en tu mejor amigo, la ropa en una cárcel, y la sonrisa, en otra mentira más. Aunque quizá lo peor sea que todo acaba produciéndote indiferencia, y ya ni siquiera tu propia vida te importa.
Tan solo te sientes viva cuando lloras hasta consumirte por completo, cuando estrellas cualquier cosa contra la pared, cuando sonríes con ironía ante tu propio reflejo. Y es que el desengaño te destruye por dentro.
No sé si es peor quedarte sin nadie a quien escribirle, o escribirle a alguien para quien ya no eres nadie.
Al final te acabas acostumbrando a solo querer con botellas de alcohol.
O no. Quizá no te acostumbras nunca (y este nunca sí es de verdad). Pero es lo único que te queda.
M.A.G.

2 comentarios:

  1. Puaaggg, la verdad te negaría todo lo que has dicho pero es verdad, toda esta mierda es verdad

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