martes, 31 de julio de 2012

Inútil

Hacía frío, o eso creo recordar. Las calles recubiertas de nieve parecían confirmar mi teoría en silencio, mirándome mientras las recorría. 
Quizá fuera un sueño. O solo un recuerdo. En cualquier caso, todo era inútil. Y yo lo sabía. Siempre lo supe.
"¿Por qué inútil?" Me preguntaba mientras alzaba la mirada al cielo gris, brillante, inmenso. Detrás de las nubes se adivinaban las siluetas de miles de estrellas, como una transparencia en un vestido insinuando las formas de una mujer.
Todo estaba apagado y hasta mis ojos se encontraban más oscurecidos. En la mayoría de las casas que rodeaban aquella avenida no quedaba ni la más tenue luz. Y las farolas fundidas parecían estar de acuerdo con envolver el barrio en aquella profunda oscuridad.
Y entonces, chocamos. No nos habíamos visto, ni tan siquiera intuido. Nos miramos a los ojos. No fue una mirada romántica, ni amable, ni tan siquiera bonita. 
-¿Otra vez tú?-musitó mientras negaba con la cabeza.
-Siempre soy yo-respondí con aquella sonrisa melancólica que nunca había dejado de acompañarnos, escondida entre nuestras sombras.
-¿Debería preguntarte qué tal estás? 
Aquel tono irónico siempre le había conferido un atractivo inimaginable. Pero yo estaba tan inmunizada...
-Es inútil. Ya lo sabes-respondí, clavando en él mis ojos.
Percibí la curiosidad en sus manos, que se movían ligeramente en el interior de sus bolsillos.
-Supongo que hay cosas que nunca cambian. Como el encontrarnos cuando solo queremos olvidar.
-Tienes razón.
No volvimos a mirarnos más aquella noche. Quizá porque salimos corriendo casi a la vez. 
Quizá porque nunca fuimos capaces de huir del todo.
M.A.G.

lunes, 30 de julio de 2012

No sé qué recuerdo. Ni a quién recuerdo. ¿Por qué recuerdo?

Esa palabra que cree ser acción, encerrada dentro de unas letras. Caprichosos los verbos.
Recordar.
Pequeñas agujas de memoria, pedazos de cielo encerrados en el infierno. Lo que queda, aquella mirada que nos devuelve el espejo por las noches, entre gritos apagados. El resultado de vivir, o una condena a muerte (en vida) definitiva, inapelable. La moneda que no quiso ser cara, aquel billete de tren arrugado en los bolsillos. Las mil respiraciones entrecortadas y todos los 'no puedo más' que resbalan por mis mejillas.
Hay quien los llama recuerdos.
Y todo a raíz de una ventana que se esconde dentro de nosotros, de un cristal que nos enfoca el pasado, que abre la herida, y así la sangre corre libre por la piel, victoriosa.
Me contempla, rota. ¿Qué eres? Tan solo esas imágenes, me dan ganas de gritar. Y las voces. Nunca hay que olvidar las voces.
Al final la pregunta de siempre. ¿Quién puede querer a alguien que escribe cosas así, mientras sonríe irónicamente y llora?  Y una lágrima juega en mi cara, como diciéndome: "No pasa nada, no queda nada. Quizá no haya nada, al fin y al cabo."
Ecos que reniegan de sus propias palabras me rozan desde lejos (¿lejos? ¿hay algo más lejano que yo?) Así que los escucho, y niego con la cabeza. Pido otra copa. O quizá otro café. Ya no recuerdo muy bien qué era cada cosa. La memoria tiene pasadizos que son uno solo. Por eso hoy te recuerdo a ti, pensando en él.
¿O era al revés?
Entonces, con una mezcla de magia y miedo, alguien me susurra en voz baja "¿seguimos existiendo aunque no nos recuerden?"
Y ya nada me impide romper a llorar, mientras algún sonido de hace años se dedica a acariciarme la cara. Rómpeme el corazón, dicen los susurros. Quizá era yo. Quizá nadie. A veces olvido que son la misma cosa.
Porque en noches de color indefinido (como esta, como aquella, como tantos números bonitos que se han ido) me acuerdo de recordarme a mí misma. Solo existimos en el alma de los demás. Por eso a mí me da tanto miedo esfumarme un día de estos, sin que nadie se dé cuenta. Entre el humo de un cigarro, o en la luz de un móvil que se apaga. O tal vez enredada en unos cascos.
Recuerdo, recuerdo y recuerdo. Una vez hice la absurda e incoherente broma de reírme ante una nueva palabra: "rerrecorar". Siempre me ha gustado sonreír a todo aquello que me condena.
Salvaré de la no existencia a más personas de las que debería. Las salvo a conciencia cada día (o más bien cada puta, perdida y olvidada noche). A mí hace mucho tiempo que me soltaron en un vacío que cada vez se hace más hondo.
Últimamente, solo sé llorar mientras rezo que alguien me salve. Podéis ahorraros la historia del "salvarse a uno mismo", que sé que ronda más cabezas de las que debería (cada vez somos más jodidamente racionales y prepotentes). Espero que si alguna vez os pegan un tiro, comprendáis que no sois capaces de autoextirparos la bala.
Ah cierto, lo olvidaba, la memoria quizá no sea lo mismo que la herida de un arma de fuego (aunque quemen de forma parecida).
Los recuerdos son peores que las balas.
M.A.G.

sábado, 28 de julio de 2012

¿Qué es esto?

Algún día.
Algún día dejaré (o seré capaz de) que mi tristeza empapada resbale por cada una de mis palabras.
Inyectaré todas las lágrimas, una por una, con delicadeza, en las letras. Las dotaré de alma realmente, plasmaré todo lo roto en ellas.
Dejarán de ser emociones por escrito.
Serán (solo, simplemente, nada más) emociones. Las mías.
En estado puro, en dolor que se clava, que hiere
(y que a veces mata).
Ese día sabré escribir de verdad. Tendré la verdadera capacidad de ello.
De morir, de resucitar,  de perder el aliento por (en) unas palabras.
Mientras tanto, lo intento. Me intento. Poco más que explicar.
¿Sabes? No existe relación entre estas palabras y tu voz (¿no?)
Pero, te echo de menos. No sé echar de más aquello que me hace daño.
Quizá por eso te necesito tanto.
Solo hiero, hiero, y a veces salvo.
Decide qué prefieres. Intentaré no hacer lo contrario.
M.A.G.

jueves, 26 de julio de 2012

¿Yo?

Con el tiempo se comprenden muchas cosas. Cada uno decide luego invertir lo aprendido de forma diferente.
Hay quienes creen que sus lecciones les dicen que deben correr. Empezar un día y no parar nunca, atravesar montañas, ríos, ciudades y costas, sin mirar atrás. Hasta que el día que deciden parar, agotados, se dan cuenta de que por ese ímpetu de alejarse de todo, están solos, sin nadie alrededor.
Por otro lado, están los que se convencen de que la solución a todos sus problemas está en las máscaras. Se compran mil caretas diferentes, las superponen unas sobre otras, e intentan que nadie adivine que no forman parte de su piel. Lo que no saben, es que al final somos lo que nos empeñamos en ser. Y ellos se acaban transformando en nada, perdiendo su esencia entre tanto disfraz.
También es habitual ver a personas que deciden que la vida no vale. Que han sufrido tanto que solo queda la opción de las lágrimas, de rendirse. Lo observan todo tras una cortina borrosa, se acostumbran a quedarse solos. Muchas veces ellos mismos lo propician y lejos de añadir esto como lección de cambio, deciden añadirlo a los motivos por los que no merecen la pena. Al final, naufragan en ellos mismos. Desaparecen. Quizás sea lo mejor, así ya no les duele nada.
Luego los hay quienes han creído aprender que la vida está para reírse de todo, para disfrutarla al máximo. Llevan una sonrisa perpetua en el rostro, siempre animan a los demás, y en cuanto atisban que alguien puede causarles sufrimiento, se alejan. Muchos creen que este es el secreto de la felicidad, la mejor forma de comprender y afrontar la vida. Nada más lejos de la realidad. Sufrir, llorar, arañarte por dentro, son parte del viaje. Son necesarios, y es normal que estén presentes, cuando algo vale la pena de verdad. La felicidad artificial invadirá sus vidas, y terminarán con una sonrisa inerte en su cara, que no varía, que no es capaz de quedarse con nadie, que tiene un miedo inmenso.
Finalmente, están quienes miran todo con el ceño fruncido, cuestionándose cada mínimo detalle. No confían ni creen en nada, el cinismo es su postura preferida ante cualquier cosa. Carecen de fe o de sueños, todo se basa en el sarcasmo y en defenderse de las personas antes de que les ataquen a ellos, dando por hecho que tarde o temprano, lo harán. Su final no podía ser otro que condenarse a vivir desconfiando hasta de ellos mismos, con una inseguridad terrible bajo su conjunto de negativas y rotundas certezas.
Cada uno puede leer esto y reconocerse donde quiera. Ya sea en algunas cosas, en una sola, o en nada. También puede tacharme a mí de cualquier insulto, o de cualquier afirmación peligrosamente cierta o tan falsa que me produzca risa. O simplemente, creer que lo escribo porque es lo que las palabras han sacado de mí. Quienes me conozcan, deberían tenerlo claro.
Ah, bueno. Preguntáis por mí ¿no?
... ¿Yo?
¿Qué soy?
Yo he sido cada una de esas personas.
M.A.G.

miércoles, 25 de julio de 2012

El fallo más grande pasó por guardar solamente los días menos gratos. Y olvidar los demás.

Justo al contrario que en 2009. La vida volvió a girar y la canción adquirió la enésima perspectiva. El principio volvió a tomar el sabor del final, tentando a la suerte, otra vez más.
Los cuentos, los monstruos, las diferencias y demás piezas rotas, que se agolpan, que cambian de nombre y de sonrisa. La única constante sigo siendo yo. La línea curva que siempre mira como las líneas rectas la observan para luego cortarla.
Espejos rotos que se acumulan en pedazos de estrellas. Noches eternas que me contemplan desde la distancia. Todo son recuerdos tan intensos como un orgasmo, tan dolorosos como una puñalada en el estómago. Yo misma soy un recuerdo en mi interior. Al menos así no me olvidaré nunca... "Existimos mientras alguien nos recuerda." Me da miedo desaparecer entre cafés muy cargados y copas de vodka hasta el amanecer.
No dejes que me pierda, persona hipotética a la que me dirijo, de la cual siempre guardo una imagen demasiado imprecisa como para convertirla en un rostro concreto.
Solo necesito ese rayo que me deje sin aliento. Solo necesito que alguien lo dé todo por mí en un suspiro sin tener miedo a desaparecer. Que alguien me salve. No paro de repetirlo. No paro de sentirlo.
Y mi vida naufraga entre mis ojos, entre fragmentos de agua rotos. Sí, he roto hasta lo irrompible.. Parte de la magia.
Contadme historias para olvidar y así hacer que las sombras dejen de existir. No es tan difícil, creo. O dicen,  no lo sé.
Pasos que se desvanecen en una niebla de suspiros y humo, miradas que se entrelazan o se desatan. Podría contaros mi vida mezclada entre tantas palabras y ni os enteraríais. Soy así, las letras me esconden y me revelan a la vez. Mucho tiempo ya entre sus espacios y sus comas (esperando los definitivamente indefinidos tres puntos).
Llévame al baile, o a andar por los cables. Tampoco pido mucho. Al contrario que lo que siento.
¿Cansado de delirar entre tantas palabras? No soy fácil, y lo que escribo aún menos.
Haciendo equilibrismos sobre un equilibrio inexistente. A veces sueño con espejismos color azul cínico.
Sin más...
M.A.G.

lunes, 23 de julio de 2012

"Un día me iré. Me iré de verdad."

La claustrofobia provocada por el mundo me asfixia, por enésima vez. Tan simple como depender de una serie de cosas para salvarte y que todas desaparezcan. Tan simple como pasar días de magia, verte rodeada de personas increíbles y de repente, el cambio de estar sola y con una cantidad inmensa de pequeñas tristezas.
Y decir "ya no puedo más". Y pensarlo. Pero especialmente, sentirlo.
Vivo muriendo de frío, vivo perdiendo todo lo que quiero, día tras día. Vivo viendo como morir no es solo el final, sino algo excesivamente lento y cotidiano. Vivo gritando con la mirada, esperando a que alguien se dé cuenta y sepa qué palabras decir en qué momento.
¿Vivo? ¿O sobrevivo? En días como hoy, lo segundo. Días últimamente demasiado repetidos.
Es como observar un espejo y parpadear, esperando que la mirada se aclare, que la tristeza se vaya. A veces lo hace. A veces una felicidad intensa vuelve durante un tiempo. Pero siempre se termina, más rápido de lo normal. Siempre me quedo sola, de pie, con la mirada perdida. Con el corazón perdido. Sin mí.
"A veces pienso que es un don olvidar." ¿Lo es? Sin recuerdos no seríamos nadie, nada. Aunque puede que sea mejor eso a ser lo que soy.
Quién sabe. Yo ya no sé nada.
Hay quien dice que los corazones no se rompen, y quizá sea cierto. Quienes se rompen son las personas.
Nos rompemos unos a otros, como quien hace pedazos una hoja de papel. A veces nos cortamos en el proceso. Qué curioso.
Hoy ni siquiera me apetece hablar de las ironías que he tenido en la cabeza toda la semana. Aunque siguen presentes, siguen mirándome desde algún rincón de mi cabeza, con cierto interés.
Y sin embargo, esta tarde en lo único que pienso es en haber perdido música, en tener el labio hecho una mierda, en necesitar revivir esta semana y en echar de menos algo que no pertenece a mi pasado (o eso creo o quiero creer).
Se me escapa todo de las manos, y empiezo a perder las ganas de retener nada. Y eso me aterra.
Ya solo me queda confiar, esperar, creer.
Ya solo quedo yo. Y eso es inmensamente triste.
M.A.G.

sábado, 14 de julio de 2012

La magia y el miedo

Dicen que la vida da muchas vueltas. Pero lo que nadie parece contar, es que hay un momento en el que todo comienza adquirir una velocidad vertiginosa que te arrastra, que te lleva, que a veces incluso te ahoga.
Un año. Una decisión. Y se precipitaron mil acontecimientos en pocos meses. Cambié. Claro que cambié, quién no lo haría... Acostumbrada a estar atrapada en las fronteras de lo improbable y lo seguro, una nimiedad propició que todo se pusiera en marcha.
Ahora solo quiero que pare. Que por favor, alguien lo pare. Que alguien coja, me salve y deje que por fin me acostumbre a estar segura, a tener algo a lo que aferrarme. Estoy cansada de vueltas, de cambios, de altibajos. De noches reversibles y eternas que luego desembocan en miles de días no vividos, mientras me escondo detrás de libros y lágrimas. Ya he tenido suficiente.
Mi corazón acabará por volverse loco y me mandará a la mierda. Y lo entiendo, porque este ritmo, esta puta intensidad, acaban con cualquiera.
Soy yo y es lo que hay, pero sé que cuando de verdad noto que me cuidan, todo mejora. Ya no duele tanto.
Solo puedo confiar de momento en la magia del lugar donde las decisiones se precipitaron. En el único sitio en el mundo en el que de verdad puedo sentirme segura. Aunque allí las emociones lejos de controlarse, se incrementan y pueden ahogarte con demasiada facilidad. Pero correré el riesgo.
Sin embargo, tengo miedo. De mí misma. ¿Por qué esta capacidad de alejar a las personas? ¿Realmente soy tan horrible? Esta carga comienza a poder conmigo.
"Un día me iré. Me iré de verdad."
Y esto no es ni de lejos una entrada medianamente buena, no son las palabras adecuadas, no sé ni siquiera qué coño estoy diciendo. Si quiero que me lean, si quiero desaparecer. A veces me da miedo desear no existir.
Lo siento.
No se lo digo a nadie en particular, sino a todo el que lo lea. A estas alturas he roto tantas cosas que me cuesta levantar la mirada del suelo. Aunque lo que más he destrozado sin duda, es mi vida. Y me da (más y más y más) miedo pensar que me lo merezco.
Iba a escribir sobre magia, esperanza y algo de luz. Pero no queda mucho de eso en mí, y las palabras deciden por sí solas lo que quieren decir.
Sálvame.
M.A.G.

jueves, 12 de julio de 2012

"Y más tarde o más temprano, todo vuelve a un punto inicial"

Me conocen. Lo primero que piensan, si nadie les ha hablado de mí: "chica risueña, qué encanto". Sonrío, entablo una conversación en la que muestro toda mi afabilidad y la pasión que desprendo al hablar llama la atención. Hago amigos con facilidad, sé caer bien si quiero.
Luego me leen. Cualquier cosa. Ya sea un tablón en tuenti, un viejo trozo de papel, o una historia perdida. Y  la tristeza los sorprende. Los inunda. Los conmueve. Y a unos pocos, a algunos chicos, les llama poderosamente la atención. Curiosidad. "Parece adorable, ¿qué le ocurrirá?"
Me preguntan, les contesto con ambigüedad, sin interés, en mi mundo. Insisten, me sacan una sonrisa. No consiguen mucho, me dan igual. No obstante, siempre con afabilidad, siempre de la forma más agradable posible. Soy sincera, aunque no cuente ni la mitad. No me gusta mentir.
Y empieza todo, por enésima vez. Yo me escondo, sigo con mi vida, en mi tristeza, en mis pensamientos a veces tan profundos y oscuros como mis ojos. Nadie me comprende, y el sentimiento de que no hay persona en el mundo que se esfuerce en hacerlo, me abruma. Solo soy un trofeo, pienso. La chica difícil y triste.
Pero absurdamente ingenua, una vez más. Cambian cosas, pequeños detalles, y me digo que esta vez no ocurrirá como siempre. A pesar de ello, lo advierto, lo digo siempre "te cansarás de mí", "a todos les ocurre". Sin embargo cada uno tiene su propio complejo de creerse diferente, y los ha habido incluso quienes se han sentido ofendidos, porque ellos no son "todos los tíos". Ya.
Al final, acabo cediendo. Me acabo interesando. Se me empieza a evaporar la tristeza. Las cosas comienzan a irme bien. Me relajo. Me dejo llevar. Suena demasiado bien, como dice la canción.
Suena excesivamente bien. Y peligroso.
Es entonces, cuando las barreras empiezan a caer, cuando ya confío... Cuando se dan cuenta de que no soy lo que buscan. De una forma u otra. Da igual el motivo. No tardan mucho. Diría que poquísimo en realidad. Absurdamente poco.
Y me rompen, otra vez. En diferentes grados, de formas distintas. Y me muero de miedo, y me encierro en mí misma, y me juro que será la última vez. Me miento, en realidad. Pero subo las defensas al máximo, esperando al próximo que pretenda volver a destrozarme.
Entretanto, nadie entiende esta tristeza que me agobia, ni el miedo que me embarga. Soy una chica excesivamente pesimista, mis problemas me los busco yo.
Ni lo dudo. En ningún momento he culpado a nadie más que a mí. Es mi forma de ser, que aleja. Así de sencillo. Yo lo acepté hace mucho, pero los demás no lo entienden, hasta que me ven de cerca. Solo soy un juego, un detalle que les inspira curiosidad.
Pero no por favor, ¿por qué iba a deprimirme por esto? Qué tontería, con la de vida que me queda por delante, qué idiota. Eso piensan todos. Pagaría por verles dentro de mi piel, por cierto. Pagaría porque sintieran una mínima parte de todo esto. Pero ni siquiera a mi peor enemigo se lo deseo.
Y que no me pidan esperanza, porque luego duele más. Ya estoy llegando a mi límite.
A estas alturas, no espero nada de nadie. Menos de mí misma. Soy autodestructiva, mejor que aleje a las personas en lugar de acercarlas al núcleo de todo esto. No quiero romper a nadie más que a mí.
No me juzguéis, porque estoy demasiado cansada de críticas que rasgan la superficie y ni siquiera intuyen la herida.
Podéis ver como me consumo, solo eso.
M.A.G.

lunes, 2 de julio de 2012

algo, quizá M.

Mañanas color aguamarina, paredes que se confunden con el suelo, bostezos contra la almohada. Días perezosos, que se deslizan. Noches intensas, noches perdidas. Un conjunto de páginas de un calendario, una vida al fin y al cabo.
Arriesgar, tirarse a la piscina. Agarrar cada momento, exprimirlo, disfrutar. Cantar hasta quedarte sin voz, ser imprudente, equivocarte. Hacer daño, autodestruirte, llorar hasta perderlo todo (tú misma incluida). Darlo todo para conseguir nada, salir a comerte el mundo siempre que puedas, morirte en la primera fila de un concierto. Embarcarte en viajes suicidas, soñar con imposibles, no dormir nunca y aprender a aprovechar las noches.
Dejarlo todo para el último momento, ser irresponsable, correr sin mirar atrás, ver la vida desde unos tacones demasiado altos. Escribir mientras lloras, soltar un grito en mitad del silencio, evaporarte mientras todo acaba, consumirte entre litros de alcohol. Reír cuando no debes, ser irreverente, nunca perder la mirada de niña. Quedarte atrapada entre tus propias palabras, obsesionarte con una canción, ser borde a morir y esquivar a cualquiera que se crea que puede conseguirte sin esfuerzo.
Fumar hasta no ver más que humo, salir corriendo de repente y desaparecer, refugiarte en pensamientos inaccesibles para el resto. Sonreír con ironía, menear ligeramente la cabeza ante los comentarios cínicos y pedantes. Sacar la cabeza por la ventanilla de un coche mientras cantas a gritos y cierras los ojos. Hacer locuras, respirar como si se tratara de una calada de madrugada, echar el resto en una mirada. Vivir en un libro y morir en una canción. Sentir hasta el extremo, no desaprovechar nunca una oportunidad de exprimir la vida. Creer con todo en contra, ser solo tus propias palabras. Ser feliz, morir de melancolía, todo en uno, a la vez.
Y todo esto es lo que soy.
M.A.G.