jueves, 12 de julio de 2012

"Y más tarde o más temprano, todo vuelve a un punto inicial"

Me conocen. Lo primero que piensan, si nadie les ha hablado de mí: "chica risueña, qué encanto". Sonrío, entablo una conversación en la que muestro toda mi afabilidad y la pasión que desprendo al hablar llama la atención. Hago amigos con facilidad, sé caer bien si quiero.
Luego me leen. Cualquier cosa. Ya sea un tablón en tuenti, un viejo trozo de papel, o una historia perdida. Y  la tristeza los sorprende. Los inunda. Los conmueve. Y a unos pocos, a algunos chicos, les llama poderosamente la atención. Curiosidad. "Parece adorable, ¿qué le ocurrirá?"
Me preguntan, les contesto con ambigüedad, sin interés, en mi mundo. Insisten, me sacan una sonrisa. No consiguen mucho, me dan igual. No obstante, siempre con afabilidad, siempre de la forma más agradable posible. Soy sincera, aunque no cuente ni la mitad. No me gusta mentir.
Y empieza todo, por enésima vez. Yo me escondo, sigo con mi vida, en mi tristeza, en mis pensamientos a veces tan profundos y oscuros como mis ojos. Nadie me comprende, y el sentimiento de que no hay persona en el mundo que se esfuerce en hacerlo, me abruma. Solo soy un trofeo, pienso. La chica difícil y triste.
Pero absurdamente ingenua, una vez más. Cambian cosas, pequeños detalles, y me digo que esta vez no ocurrirá como siempre. A pesar de ello, lo advierto, lo digo siempre "te cansarás de mí", "a todos les ocurre". Sin embargo cada uno tiene su propio complejo de creerse diferente, y los ha habido incluso quienes se han sentido ofendidos, porque ellos no son "todos los tíos". Ya.
Al final, acabo cediendo. Me acabo interesando. Se me empieza a evaporar la tristeza. Las cosas comienzan a irme bien. Me relajo. Me dejo llevar. Suena demasiado bien, como dice la canción.
Suena excesivamente bien. Y peligroso.
Es entonces, cuando las barreras empiezan a caer, cuando ya confío... Cuando se dan cuenta de que no soy lo que buscan. De una forma u otra. Da igual el motivo. No tardan mucho. Diría que poquísimo en realidad. Absurdamente poco.
Y me rompen, otra vez. En diferentes grados, de formas distintas. Y me muero de miedo, y me encierro en mí misma, y me juro que será la última vez. Me miento, en realidad. Pero subo las defensas al máximo, esperando al próximo que pretenda volver a destrozarme.
Entretanto, nadie entiende esta tristeza que me agobia, ni el miedo que me embarga. Soy una chica excesivamente pesimista, mis problemas me los busco yo.
Ni lo dudo. En ningún momento he culpado a nadie más que a mí. Es mi forma de ser, que aleja. Así de sencillo. Yo lo acepté hace mucho, pero los demás no lo entienden, hasta que me ven de cerca. Solo soy un juego, un detalle que les inspira curiosidad.
Pero no por favor, ¿por qué iba a deprimirme por esto? Qué tontería, con la de vida que me queda por delante, qué idiota. Eso piensan todos. Pagaría por verles dentro de mi piel, por cierto. Pagaría porque sintieran una mínima parte de todo esto. Pero ni siquiera a mi peor enemigo se lo deseo.
Y que no me pidan esperanza, porque luego duele más. Ya estoy llegando a mi límite.
A estas alturas, no espero nada de nadie. Menos de mí misma. Soy autodestructiva, mejor que aleje a las personas en lugar de acercarlas al núcleo de todo esto. No quiero romper a nadie más que a mí.
No me juzguéis, porque estoy demasiado cansada de críticas que rasgan la superficie y ni siquiera intuyen la herida.
Podéis ver como me consumo, solo eso.
M.A.G.

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