Tampoco pido mucho en realidad. Alguien que mueva a la chica a la que no podían mover. Una bola del mundo, una canción al oído, una sonrisa a destiempo, única, extraviada y solo para mí.
Vivir como Jack y Sally, tardes sin rumbo, visitas al aeropuerto sin motivo para ver tumbaos en el suelo despegar un avión. Noches reversibles, de incendio. Días azules, raros. Una carta de caligrafía ilegible, un mensaje de voz a las 4 y 26 con la necesidad impregnada en cada palabra. Romper ventanas, reírnos de la imposibilidad del equilibrio. Saltar a la vez, hacer que cada día cuente y vivir en la cima del mundo. Firmar todo con PD: Te quiero, tomar zumo de naranja con vainilla, creer en la luz y que me lleves al baile y pedir la canción más lenta y bonita de la ciudad. Y cambiar el calendario lunar, follarnos hasta el alma, besarnos infectados, conducir un viejo Mustang con Radiohead de fondo, crear incendios de nieve y calor. Jugar a ser dos gatos que no se quieren dormir, pasar la noche entera dibujando primaveras, y despertar a base de caricias en la espalda.
Besos que no salgan tan caros, abrazos sin fechas de caducidad, miradas que no se pierdan tan rápido. Encuentros eternos, sonrisas que desafíen la ley de gravitación universal, lugares donde gritar, una moneda sin cruz, y cruzarnos en tardes grises a punto de llover. Ser lija y terciopelo, recorrer laberintos irreales, acabar en Copenhague, corriendo y huyendo de espejismos. Luego bajar hasta París, empezar a recordar lo que sí sucedió, y terminar en Roma mirando al Tíber y riéndonos de los que creen que los gatos negros dan mala suerte, pero después de tirar una moneda a Trevi y enganchar un candado en ese puente. Cruzar el mar hasta Barcelona, y vagar por las Ramblas y sus rincones perdidos y olvidados, creyéndonos Julián Cárax y Penélope Aldaya, aunque con una historia de final feliz.
Y esta es solo una pequeña parte de fragmentos de canciones, películas, libros o mi vida. Cuando alguien de verdad mate monstruos por mí y me lleve a Madagascar, ese día sabré que respirar merece la pena por algo más que escribir.
M.A.G.
Yo dejé un candado en el Puente Milvio y como no creía en el amor pues puse la iniciales de dos amigas más y yo.
ResponderEliminarEs bonito, porque el candado sigue allí y una llave se la ha llevado el río. Otra me la guardé y decidí deformarla para que nunca nadie pueda abrirlo.
Pero nosotras ya no seguimos aquí... Aunque sigue siendo bonito. En algún lugar queda algo de las tres.
Así que si algún puedes poner un candado, hazlo.
:)
Sí, este año tendré tiempo para hacerlo, y estoy segura de que lo haré :). Es muy bonito eso, da la sensación de que de verdad hay cosas que duran y que ni el mundo puede destruir.
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