miércoles, 9 de mayo de 2012

Un 909 que nadie encuentra

Cuidado con lo que dejas atrás cualquier día inoportuno. La mayoría de las cosas que perdemos escapan de nuestras manos al desviar la mirada un momento.
Presta atención a todas esas minúsculas acciones que irremediablemente arrastrarás el resto de tu vida. Todo lo que ya no tienes, todo lo que te hace culparte, lo que te separa de la línea del perdón y la culpa (mientras observas que todo se desmorona).
Nosotros mismos nos escapamos, nos vamos, interponemos barreras insalvables y luego achacamos a otros el no tener el valor de atravesarlas. Quizá ni siquiera seamos conscientes de que los muros de nuestro corazón pueden ser más contundentes que cualquier piedra.
Ojalá fuéramos más río y menos camino. Ojalá menos viento, un poco más de fuego.
La ironía de los finales es su irresistible parecido con viejos comienzos. Sentimos una atracción inmerecida por todo lo que conlleva esa sonrisa sarcástica, esas lágrimas de rabia. No vale la pena engañarnos ¿no?
Ni siquiera tengo el cuidado de no escuchar McEnroe o Love of Lesbian por las noches. Típica autodestrucción esperada. Y aún no he caído en Ángel González, ni en las películas de Burton. Supongo que aún queda algo de sentido (comúnmente conocido como común, del que carezco), o simplemente de esperanza. Todo muy probablemente improbable, la típica causa perdida.
Ya no sé ni dónde deposito la mirada o las palabras. Si alguien las encuentra, que me avise.
M.A.G.

No hay comentarios:

Publicar un comentario